Canciones de amor de India del Norte
Mi pasión por las músicas de la India, de la que daré muestras más adelante, sólo es comparable con la que siento por el flamenco y por algunas árabes. En las músicas de la India se pueden establecer tres grandes apartados:
La música del norte (hindustani) a la que pertenece la que es considerada como música clásica india: las ragas (modos melódicos), que en occidente popularizaron músicos de la órbita de Ravi Shankar.
La música carnática, (karnātaka sangītam) del sur de la India, completamente diferente de la anterior, basada mucho más en el ritmo y en la improvisación.
La música musulmana, con su doble vertiente del ghazal y el qawwali, éste último muy conocido en occidente por el padrinazgo que Peter Gabriel ejerció sobre el más importante de sus intérpretes, el pakistaní Nusrat Fateh Ali Khan.
Pero además existen otras tradiciones bastante desconocidas en occidente. Una de las más interesantes es la serie de canciones que se cantan en parte del norte de la India desde Bihar a Bengala, donde se habla o se entiende la lengua mithila, basadas en los poemas de Vidyapati.
Vidyapati fue un poeta cortesano nacido a mediados del siglo XIV y que ejerció de versificador de cámara del monarca del reino independiente de Mithila. La importancia de Vidyapati no está sólo en la enorme belleza de sus textos, sino que pasa por ser el primer poeta que usó una lengua común para escribir versos, en lugar del canónico sánscrito. El escritor mexicano Gabriel Zaid en un pequeño ensayo que puedes encontrar AQUÍ, habla de la poesía de Vidyapati, de su vida y de su carácter de pionero en el uso de las lenguas comunes, con estimulantes comparaciones con los primeros balbuceos del castellano como lengua escrita y entre las diferentes lenguas romances y las diferentes lenguas derivadas del sánscrito. Un texto realmente precioso.
Las canciones de Vidyapati (escribió más de 500) se siguen cantando popularmente, sobre todo en las bodas. Se trata de poemas devocionales en los que se canta el amor de Krishna, el dios amante, y la pastora Radha, traspasados por una finísima tensión erótica, imposible en las tradiciones monoteístas de origen semita. En ellos, además, la mujer tiene protagonismo sexual activo y en eso se parecen a las Cantigas de amigo de la tradición medieval galaico-portuguesa, como muy pertinentemente apunta el propio Zaid.
El tema que os ofrezco pertenece a una serie de grabaciones que se hicieron en 1974 en varias sesiones con cantantes populares y que fueron publicados en Francia por Radio France en un volumen bajo el título de Mithila / Chants d’amour de Vidyapati. El ejemplar que yo poseo es un vinilo que digitalicé convenientemente hace años. De ahí las crepitaciones que los más jóvenes encontrarán extrañas. Aparte de ellas suena sólo la voz y la base tonal de una tampura. El tema se titula Oh mi muy amada, interpretada por Jahawarlal Jha.
El dibujo que cuelgo y que es el original de la carátula corresponde a un ejemplar de las pinturas con que las mujeres de Mithila decoran los muros exteriores de sus casas y que hacen referencia siempre al mundo devocional de las canciones de Vidyapati, los amores carnales de sus dioses.
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Oh, mi muy amada, que juega a la indiferencia
El tiempo de las coqueterías ha pasado
Mira, el amor ha despertado ahora.
La noche está calma
y la luna brillante.
Es el mejor momento para el amor.
Solo la mujer que disfruta con su amante
sabe apreciar los gozos del amor.
Como la abeja (1)
mientras liba la dulce miel
así cada bella satisface a su amante.
Sólo que vuestro amante está furioso
por vuestra indiferencia.
Vuestro pubis es como el encuentro
del Ganges y el Jamuna (2)
y vuestro seno se parece al falo de Shiva.
¿Donde estáis vos, amor mío?
Yo espero impacientemente vuestra llegada,
Oh, mi amada, mi deseo está desatado
e inflamado mi cuerpo de fiebre.
Dijo Vidyapati:
La indiferencia no es de rigor,
Oh, joven coqueta.
(1) La abeja en uno de los símbolos de Krishna
(2) El Jamuna es un afluente del Ganges.
2 comentarios:
Yo, de las músicas que mencionas, conozco desde hace años a Nusrat Fateh. Me encantaba su música, sus ritmos repetitivos llenos de espiritualidad que rezumaban pasión. Supo mezclar la espiritualidad sufi con las músicas de India.
Un lujo que Gabriel nos lo diera a conocer y que colaborara con él en Cds tan magníficos como el "Mustt Mustt" (que tenía incluso un remix con Massive Attack alucinante).
Aparecía incluso en la B.S.O. de Asesinos Natos con un tema que, curiosamente, se integraba de modo pefecto (ahí Oliver Stone tuvo mucho que ver). Y eso que, integrar un tema que habla de Allah y Mohammed con una película sobre unos asesinos en serie... !tiene tela!
En fin, que no sé si se nota, pero siempre me ha encantado la música de este hombre.
Yo, amigo Landahlauts, a Nusrat lo conocí de chiripa cuando encontré un vinilo suyo (el primero que se editaba en España) en el apartado de étnica de un comercio a finales de los 80. Lo compré a ciegas. Incluía el Shamsu Doha, que estuve escuchando hipnotizado durante meses. Luego tuve oportunidad de conseguir más cosas de otros grupos de música devocional sufi hindustani en mi primera visita a la India. Pertenece al universo de la música sufi, emparentada con las hipnosis musicales derviches. Y desde luego Nusrat no es para nada un creador. Es un mero intérprete, grandioso eso sí, de temas centenarios. En los últimos tiempos sí que por influencia de Gabriel experimentó algo con instrumentos y temas de fusion para grabar discos. En Nueva Delhi tuve la inmensa suerte de asistir a un festival de qawwali en el patio de la mezquita de Nizzam-ud-din. Entonces pensé que había sido un encuentro ocasional. Hoy sé que los grupos cantan cada jueves tras la oración de la caída del sol. Así que mi en próximo viaje, que será en breve (In Shaa Allah), pienso repetir. En directo, sentado en el suelo del patio de la mezquita, te aseguro que es una experiencia impagable. Después, en Rajasthan también alcancé a escuchar a músicos callejeros que interpretaban temas parecidos al qawwali. Me dijeron que procedían del Punjab y la gente los llamaba para que tocasen en los patios de las casas, a uno de los cuales fui invitado amablemente. Cada vez que alguien pedía un tema dejaba unas rupias sobre la caja del harmonium. Yo me tiré el pegote de pedirles el Must Must Qalandar, que resultó ser una especie de himno, conocidísimo, que todo el mundo cantó a coro. Hay una cantante pakistaní, Abeeda Parven, de la que he visto alguna cosa en el Emule. Merece la pena escucharla.
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