Francisco Bejarano, el poeta con alma de hiena
Como no hace falta ninguna excusa porque el goteo de atrocidades ocurre cada día en la martirizada franja de Gaza, estaba pensando hoy mismo hacer una nueva contribución a la lucha que sólo empuña la pluma para clamar en el desierto una vez más contra el sistemático exterminio del pueblo palestino llevado a cabo por el estado de Israel con el fin declarado de arrebatarle sus tierras y asentar en ellas a cientos de miles de colonos de rifle y Biblia como los del Far West. Si no lo ha conseguido nunca del todo no ha sido desde luego por la oposición del mundo libre, que nunca existió, sino porque no ha podido eliminar o expulsar a tanta cantidad de hombres, mujeres y niños como necesitaría para ello sin incurrir en la misma infamia, cuantitativamente tomada, que cometieron con sus antepasados los nazis. Y por la feroz resistencia que el pueblo palestino en pleno le esta oponiendo. No voy a entrar en la catalogación moral de muchos de los líderes palestinos que basculan entre el vergonzoso entreguismo de muchos laicos a la subnormalidad manifiesta de los iluminados de la barba. El intento de exterminio existe y eso es lo importante como principio. Y la sistemática y repugnante apelación por parte del saqueador, al primer reproche, al victimismo y al supuesto antisemitismo inscrito en el alma europea, también. Dije pensaba porque lo primero lo he encontrado perfectamente expuesto en ESTA ENTRADA de Palinuro. Lo segundo y el silencio cómplice o cínica postura de la Comunidad Europea (nuestro Moratinos a la cabeza) se puede leer en este reciente artículo de MARUJA TORRES en El País.
Así que mi contribución al tema consistirá únicamente en el señalamiento digital, en los dos sentidos de la expresión, de alguien que no sólo contempla con ojos comprensivos las acciones del agresor, sino que se regodea en el dolor de las víctimas. Un poeta con el alma de hiena, un escritor y columnista que practica la carroñofagia con los despojos de las víctimas de la masacre que perpetra cada día el ejército israelí. Como ejemplo de la complicidad de muchos intelectuales occidentales con el sionismo racista y rapaz. Yo he leído muchos alegatos sionistas, muchas justificaciones del expansionismo insaciable del estado israelí y muchas acusaciones racistas sobre la supuesta alma intrínsecamente terrorista del pueblo palestino, pero nunca había visto tanto odio concentrado en un artículo, tanta verde bilis venenosa junta, tanta crueldad condensada en unas líneas, como el que perpetra el abyecto poeta jerezano. A veces son los peores. Los poetas. Lo que tienen menos alma y la sensibilidad de unas tenazas de arrancar uñas. Radovan Karadzic, el genocida serbio, también escribe y publica versos.
Esto escribía, sin ningún pudor, el poeta jerezano unos días después del desmantelamiento de las colonias de Gaza por orden de un gobierno israelí presionado por su opinión pública a la que comenzaba a resultar insoportable el precio de las víctimas propias causadas por la defensa palestina de sus legítimas tierras:
Diario de Jerez, verano de 2005
Francisco Bejarano
GAZA
LA sangre de judío converso que pueda haber en mis venas se ha revuelto. (Bejarano es una ilustre familia sefardí rumana.) He sentido como mío el desmantelamiento de las colonias judías de Gaza. Espero que lo hayan destrozado todo antes de partir para que los grupos de beduinos, que ahora se llaman pueblo palestino, no puedan aprovechar nada ni para chatarra, ni para leña, ni un tejo para rascarse la lepra. Que le pidan ayuda a las riquísimas dictaduras petrolíferas de su misma religión. Parece mentira que el Pueblo Elegido tenga que obedecer antes a los organismos internacionales que al Dios terrible que lo eligió; pero, en fin, ya no estamos en tiempos de los Jueces. Hay quien dice creer que la paz es posible entre judíos y beduinos sirios, autoproclamados "pueblo palestino", pero es un fingimiento, hacen como que creen, pero saben el imposible. Por prudencia política no se dice que la solución no existe sin el exterminio de una de las partes. El llamado pueblo palestino no tendrá satisfacción hasta ver exterminados a los judíos de Tierra Santa.
Quien tenga estómago para seguir leyendo, AQUÍ lo tiene completo.
No es la primera ni la única vez que esta abominable mala bestia que escribe versos se destapa con textos parecidos. Su visión de la Reconquista de Andalucía también es una perla de maurofobia de la peor especie, de la rancia y hedionda especie que se nutre de la sangre mitológica de la España más negra, la del alma de tocino, grillete y capirote.
91 comentarios:
Menudo es, el Berenjena este.
No tengo el gusto de conocerlo,pero este señor es un fenomeno,escribe sin complejos y sin importaerle lo politicamente correcto algo que es de agradecer en este mundo de cretinos supuestamente cultivados de izquierda.
no hay nada que dé más asco que un subnormal incongruente... en otros "artículos" reprochaba a los musulmanes que, según él, proclamaban Al-Ándalus como propia... y resulta q abiertamente escupe que Palestina pertenece a extranjeros de religión judía...
Hace tiempo que no leo nada de ese individuo, no sé si sigue excretando o no. Gracias por el comentario ale, un saludo.
Ataques ad hominem. Cuando ciertos blogs mirémonos-el-ombligo-progreta se pierdan en el maremganum de Internet, Francisco Bejarano seguirá vivo en sus poemas, obras y comentarios periodísticos dignos de Bachillerato, de los de antes claro. Nos hace pensar, no como otros que sólo hacen rumiar.
No pasa nada hermoso en ese sitio. Por eso no entiende uno nada: no cuela. Cuando uno se mete a poeta, no se interest por estas cosas.
He eliminado todos mis comentarios de análisis sobre este texto, porque requieren relaciones intertextuales con otros textos.
Ahora lo que debe hacer don Francisco Bejarano es tomar el primer vuelo a Israel y ayudar en la guerra. A los 78 de edad se puede servir para algo en la guerra esa. Acaba de morir una muchacha de 19 de Sevilla en la guerra esa entre Sara y Agar.Esta vez ha empezado Agar con un ataque terrorista. Conque, ahora es cuando don Francisco tiene que ir al frente ese y romper una pica en Flandes en aquellas tierras santas. Cervantes estaba orgulloso de haber perdido el brazo en Lepanto. Esta es una oportunidad de oro para que don Francisco Bejarano se inmortalice en tal contienda y no quede todo en decires y escritos y nada en gloriosos hechos.
Aunque el apellido de mi tío tercero don Francisco Bejarano, tiene como origen más cercano en la repoblación de estas tierras reconquistadas a la ciudad de Béjar de Salamanca, su remoto origen le confiere a don Francisco, por ser descendiente de Gad, todas las tierras al este del río Jordán, y es una vergüenza que don Francisco Bejarano no haga nada por recuperar esas tierras del este del Jordán para su señorío. No ha hecho nada, y pudiese hacerlo a sus 78 de edad, porque si tiene fuerza para hacerse una sopa de convento, bien pudiese servir en la intendencia y cocina en esta guerra, y, de vez en cuando, hacer un quite allí en medio adelantándose a la primera línea de fuego con un lanzagranadas, pero una vez que estuviese la comida hecha y el fregado. Sin embargo, don Francisco no quiere salir de su casa para nada. Conque, todo es mucho decir y escribir, y nada de obrar.
En fin, don Francisco Bejarano sabe muy bien que todo esto es una falsa apariencia creada por Lucifer, y que el verdadero rey de Israel es Felipe VI. Pero nada hace este reino nativo para recuperar lo ganado en las cruzadas y ni siquiera sus colonias perdidas y posesiones en todo el mundo, ni por convertir a todos al cristianismo ni evangelizarlos para que como hermanos se miren. Se pasan el tiempo hablando en los bares y escribiendo en sus casas y, en el fondo, lo que les agrada son los reinos y colonias perdidas, y sienten una gran paz por haber perdido todos esos reinos y colonias y no tener que preocuparse por ellos. Que se preocupen los que les toca ahora, se dicen, y relegan todo a los de ahora, porque es mejor vivir en el pasado y limitarse a lamentarse en el muro del templo, y, como se halla tan lejos, en el rezo del rosario y corona dolorosa, invocando a la Virgen para que interceda por la paz.
En fin, recemos porque don Francisco Bejarano, que vive en pecado mortal desde la pubertad, como un servidor de ustedes, pueda confesarlos, arrepentirse y recibir su penitencia, que será bastante dura, porque debe mirar siempre porque toda vida humana es valiosísima a los ojos de Dios, y este no desea el exterminio de ningún pueblo, sino la paz entre los hombres, y este fin de semana se han cometido verdaderas atrocidades tanto en Israel como en Gaza. Recemos porque se respete la vida humana lo máximo posible y porque los responsables de los crímenes terroristas y los crímenes de guerra sean todos procesados. Hay que recordar que una maldición cae en muchas partes del mundo por hacer caso omiso a las palabras evangélicas del Mesías, de la casa de David, así como en el reino de España se hallan malditas las tierras donde nació Pilato, y siguen tratando de desunir a la nación y región donde todos hemos tenido siempre primos hermanos. Sírvannos como ejemplo las atrocidades de este fin de semana, para no caer de nuevo en tantas atrocidades cometidas. Y por ello clamo yo al cielo con la oración que nos enseñó la sobrina tercera ilegítima de don Francisco y prima hermana mía la mayor e ilegítima, que reina y vive en el monte Parnaso: “Como las alas al viento, yo le elevo a Dios mi corazón.” Amén.
A pesar del origen judío que don Francisco Bejarano reclama, que solamente lo hará por corresponderle, como descendiente mayor, a sus 78 años, de Gad, todas las tierras al este del río Jordán, es de raza muy mezclada don Francisco como lo somos todos los españoles, así que tiene mucho de cristiano y no sabe si tendrá algo de moro, porque yo pongo la mano en la Biblia de que, si mi prima la cantante era ilegítima, tienen que haber habido más polvos de los que constan y muy disimulados todos, y es como decía un tío mío de sus hijos, que eran todos de su madre, pero que de él no lo sabía y ni siquiera si solamente eran esos los que tenía. Sin embargo, para recamar don Francisco Bejarano todas las tierras del este del río Jordán para su señorío, como no haya otro Bejarano mayor de 78, debe estar qué menos que circuncidado. Eso es cosa de nada. Creo que un par de cortecitos y queda ya como una rosa de Jericó. Mi prima la cantante me invitó en Nueva York a una ceremonia de circuncisión de varios adolescentes sefardíes muy admiradores suyos, y, aunque se oían sus gritos y alaridos al ser circuncidados, yo le decía que no debía alarmarse por eso, porque se les ponía muchísimo más grandes y largas y en cuestión de nada de tiempo ya estaban listos para follar como potros cartujanos a las que se encontraran y con solo proponérselo, sin compromiso de matrimonio ninguno debido a todos los avances de Occidente y que las mujeres son independientes económicamente y van ahora al polvo y adiós hasta que ya deseen formar familia, que es cuando ya se les va a pasar el arroz a todas. Pues el plato de aquella ceremonia de circuncisión fueron unos calamares en rodajas en salsa de tomate a la marinera, que celebraba la sangre adolescente de los cortes de la circuncisión y los prepucios como en calamares en rodaja. Esto de circuncidarse debe hacerlo y acudir cuanto antes a reclamar para sí las tierras que le corresponden en Israel, porque en España no le ha tocado heredar ninguna.
Después de esta obra del demonio, el odio y la venganza son imparables. Yo por eso hoy, doce de octubre, he visto la procesión de la Virgen del Rosario, que aparece como san Juan la describe en el apocalipsis y fin del mundo: vestida y coronada de sol, representado por el oro, y a sus pies, la media luna de plata, que es la muerte. Se esperan todas las violaciones de los derechos humanos que supone el estado de guerra, como se espera que el mar ocupe tres tercios de la tierra y perezcan tres tercios de la humanidad nada más desatarse el primer sello del libro de los siete sellos tras sonar la primera trompeta. Los cuatro jinetes del apocalipsis, que son la guerra, el hambre, la miseria y la muerte, van a saltar sobre toda aquella zona, en la que van a envolverse todas las naciones de la tierra. La muerte, representada por la calavera y esqueleto que porta en su mano la guadaña segadora de la vida ya está asentada sobre el monte Calvario. Ahora recordamos las palabras del Nazareno: “No lloréis por mí, sino por vuestros hijos. Porque llegará el día en que más quisieran no haber nacido y que se les abriera y los tragase la tierra. Entonces será el llanto y el crujir de dientes.” En el valle de Josafat no cesarán los lamentos eternos de las almas que penan eternamente en los infiernos. Esta guerra va a durar un larguísimo tiempo hasta que sea exterminada de la faz de la tierra toda la maldad escupida por la boca de la serpiente que provocó la expulsión de Adán y Eva del paraíso. El ángel exterminador no tendrá piedad. Caerán justos por pecadores. Todo se hallará envuelto en sangre y putrefacción. No habrá tregua ni cobijo. Por eso el manto de Nuestra Señora del Rosario era hoy de color rojo, por la sangre derramada y por derramar, y estaba lleno de estrellas, porque hasta van a caerse las estrellas sobre todo aquello, lo mismo que pasó con Sodoma y Gomorra. Cuando don Francisco Bejarano haga valer su derecho de posesión sobre todas las tierras del este del Jordán, solamente hallará en ellas los cadáveres y la extinción de toda vida. Entonces verá cómo todos los demonios van cortejar su imperio, y, entonces sentirá allí lo mismo que escribió la tía Luisa Cernuda: “Lentamente el ahogado recorre sus dominios’. “Miserere mei, Deus, secumdum magnan misericordiam tuam.” (Salmo 151, de David). Amén. Queda mucho horror y sufrimiento y muerte. La ira es ya insaciable. Volverán las hienas y sus risas a saciarse del festín de los cadáveres, los buitres seguirán ilusionados las hileras de las tropas de ambos ejércitos y los cuervos graznarán su alegría ante tanta servida carroña humana.
“Demandar vos lo han en justas y cortes” [Y de no ser así, en el infierno y antes en el oprobio. Y esto va para los unos y los otros: para todos.] (Doña Sol en La afrenta de Corpes. Per Abbat, Cantar de Mio Cid.)
“Israel da veinticuatro horas para abandonar el norte de Gaza”. Esto se ha avisado.
Hamas ha rechazado un corredor humanitario de huida hacia Egipto, propuesto por Egipto. Egipto debe acoger a los que pasen la frontera por su cuenta si no van armados y asegurarse de que sean gente de paz o de lo contrario, hacerlos pasar a los tribunales internacionales.
Esto va a ser terrible. Ya la ira es insaciable. Por mucho menos acabó Troya, pero es más hermoso por lo que acabó y creo firmemente en la causa: el rapto de Helena, al escoger el joven Paris la manzana de Venus, y rechazar la de Juno y la de Minerva. En esto no hay ni sabiduría, ni enamoramiento ni orden conyugal. Todo está condenado al infierno por todas partes, sin avisar y avisando, aunque, avisar es una disminuyente en los círculos dantescos del infierno. Espero que mi prima la cantante y yo estemos en unos círculos del infierno donde aparezcan por allí ninguna de estas fealdades ni mucho menos las que desean que a mi prima se le salga otra vez una teta cantando, que esto lo entiendo yo, porque, siendo un púber, me entraron ganas entonces de acabar con todo el público y sacarla de allí raptada hasta Nueva York como más cerca. Y si esto sentí yo por aquella teta salida de mi alma, entiendo a Bécquer: “Entonces comprendí por qué se llora y entonces comprendí por qué se mata.” Gracias a Dios que no fue así y espero el premio de que las tetas de mi prima en el infierno sigan siendo las de mis tiempos del instituto de enseñanza secundaria. Después de esto de ahora, han de pasar cinco generaciones para que cese el castigo divino de los supervivientes, lo mismo que por cinco generaciones está castigada la descendencia de mi prima, y esto lo dice Moisés, y es más verdad que la destrucción del templo, del que solamente queda el muro de las lamentaciones. Ay Jeremías, más que tú han de llorar los unos y los otros, tanto los descendientes de la esclava Agar como los de Sara y todo por no amarse los unos a los otros como Él nos amó y todo lo proveyó para que los rechazan el bien dado por ello acaben en el valle de Josafat de los eternos lamentos, donde han de verse todos achicharrándose y deseando de que eternamente perdure el odio mutuo. Amén.
Estamos presenciando en esto una gran obra del demonio por todas partes. Don Francisco sigue insistiendo en decir que el demonio no existe como otra de las graves contradicciones suyas, pues bien que aparecen los demonios en sus versos y escritos en prosa. El demonio se hace presente siempre en que voluntariamente se rechaza el bien dado. El mal no es origen ni principio de nada, como dictamina el de Hipona. La sola cosa que puede hacer la comunidad internacional es insistir en el socorro y acogida y perseguir tanto a los terroristas como a los criminales de guerra. El oprobio ha de caer sobre todos estos. Solamente pueden vivir apartados y para rehacerse la convivencia en lo elemental, que es no matar ni robar, han de pasar cinco generaciones de paz ininterrumpida. No se puede hacer nada sino apartarlos en lo que se pueda y socorrer a ambos lados, porque los de ambos pueblos han sufrir, sin culpa alguna en su existencia la mayor parte de ellos, el estigma estereotipado del oprobio, expresado, sin delito de odio alguno, en el alejamiento inmerecido, porque todos, para nuestra paz mental, hemos de huir siempre del sufrimiento y tristeza de lo que ni siquiera hemos hecho, sino nuestros antepasados, por lo que no somos en nada responsables, pero se nos castiga por cinco generaciones, porque ya en ellas vamos marcados con el odio de nuestros enemigos.
Ya estamos en la Tierra prometida, una tierra que mana leche y miel.
Allí se han puesto ellos en medio de todo aquello y ya no pueden salir de allí. ¿Pues saben lo que les digo a todos, a los de Agar y a los de Sara? Que están de mejor ver las que pintó Julio Romero de Torres.
Qué desgracia de tierras aquellas, que llaman prometidas y santas, que parecen tener una maldición eterna. Cuántos males y desgracias han pasado esas criaturas de Dios, los unos y los otros, y siguen pasando, y esto no tiene viso de ir sino a peor para todos. Aquello es desgracia tras desgracia. En fin, que da miedo pensar siquiera poner un pie allí. Todo el mundo quiere que haya paz allí, y cuanta más paz se les desea, más los matan, más matan, y más guerras tienen. Y la culpa es de los libros que han mamado desde niños de teta, que lo que les dicen esos libros que hagan, allá van y lo hacen, y los que hacen lo que les da la gana los tienen por enemigos a muerte, y los que hacen lo que dice un libro, los del otro libro también los tienen por enemigos mortales.
VENUS A MARTE
[Esto es que les dice Venus a los que tanto quieren matarse los unos a los otros, a ver si se matan todos ya y nos dejan tranquilos a hijos de Roma adorar la hernosura de la diosa, que es la debiera estar en todos los jardines y como noticia eterna en los medios de comunicaciones, que solamente debiesen hablar de la hernosura de Venus y despreciar a todos los enemigos de la belleza.]
¿Conque te vas para la guerra, Marte,
y abandonas desnuda la hermosura
de mi divino cuerpo? ¿Qué locura
te hace ahora alzar el estandarte?
Cualquier mortal el alma se le parte
de dejar del amor la galanura
y salir al peligro y aventura
de conquistar el orbe con tu arte.
Al más apuesto, con la sola argucia
de la furtiva perla en la mejilla
mi pasional suspiro detuviera.
Mas tú, cruel, prefieres la más sucia,
la cautiva, la esclava, la putilla,
la vencida y violada, la ramera.
Lo único que saben hacer todos, incluido mi tío tercero, es crisparlo todo y meter en la cabeza situaciones y conflictos muy enemigos de la poesía verdadera y de toda expresión de la belleza. Tener un estado de ánimo sereno y contemplativo que evoque la hermosura, en estos tiempos, es verdaderamente una lucha titánica perdida. Que uno tenga que llegar a la vejez en medio de toda esta basura, cieno y cosa tribal e insensata, cuando lo tiene uno todo para ser feliz y morir feliz y a gusto, es obra del demonio que no han de perdonar los venideros tiempos ni guardar de ella memoria alguna, por el bien de la humanidad. Fuera todos, malditos. Alejaos del monte Parnaso, porque sois todos un peligro gravísimo para toda estabilidad, serenidad y hermosura.
Ardua tarea va a ser separarlos a todos y que no se mezclen por lo menos por un siglo, y bien vigilados todos, a ver qué pasa entonces… En fin, yo me voy a morir sin poder ir allí nunca y, como España siga como va, tampoco a España nunca. Todo esto es una vergüenza, y ya se sabía que esto iba a ser imposible de pacificar estando todos mezclados. Obviamente de este conflicto, no está eximido de culpa absolutamente ninguna nación occidental ni islámica en sus causas históricas. La única solución es separarlos a todos e imponer el Estado de Derecho, lo quieran o no. Esta es una labor titánica que se antoja verdaderamente complicada y casi inalcanzable para todos los presentes, pero es, a mi juicio, el único empeño plausible para pacificar aquello. Ni que decir tiene que ahora mismo hay que estar a favor de eliminar todo tipo de organización terrorista y muy consciente de promover y defender los valores de convivencia de las democracias occidentales, de la libertad religiosa y de todo tipo, y de aniquilar cualquier signo de totalitarismo religioso o civil, y en estos dos pueblos y esa área ni en ninguna donde haya habido conflictos de muerte, es una locura e insensatez peligrosísima que tal pueda pretenderse sin haber pasado por lo menos cien años de paz tras ello, y esta paz tiene que ser impuesta y ser separados ambos pueblos. De no ser así, no tengo esperanza ninguna en la solución de este conflicto ni de ninguno, aunque, quizá, lo que se pretende es que no se solucione nunca, para que el foco del conflicto no pase a áreas europeas como punto de mira por parte de los fundamentalistas, y esto es gran maldad y continuación de la culpa comunitaria internacional envuelta en tal conflicto. Conque, irse allí siempre se supo que era irse a un infierno, y tras el genocidio hitleriano, esta gente temía mucho ya permanecer en Occidente, pues porque, aunque se ha deseado siempre su asimilación, ellos han seguido siempre unidos y declarándose seguidores de sus tradiciones en toda diáspora, y esto lo han visto como única manera de autoprotegerse. Conque, eso es lo que hay, y hubo siempre que dar por imposible otra cosa.
En fin, yo concluyo que toda Palestina, todo Israel y España entera, deberían estar todos en la cárcel, y, como no están en la cárcel absolutamente todos, saltan los más de ellos a crear muchísimos problemas de toda índole y pelaje, hasta los peores, que son los que acaban en muerte. A estas tres naciones hay que tenerlas muy apartadas y vigiladas, y nadie crea la de los toreros, poetas y locos no puede formar una cosa peor incluso de esas guerras y odio mutuo que se tienen las otras dos, porque lo han hecho muchas veces.
Dicen que Hamás son cincuenta mil familias terroristas. Así que, para irse allí, que los quieren matar a todos, cómo no habrán tenido que estar… Horrroroso por donde quiera que se mire. Yo creo que aquello no es tierra que mana leche y miel como dice la Biblia, y si mata leche y miel, la leche tiene que estar ya cortada y caducada y la miel amarga. Aquello tiene una maldición eterna y España va otra vez por el camino… En España se puede liar una cosa tan mala, que lo de Ucrania y Rusia e Israel y Palestina va a quedar como cosa benéfica. Cuando en España la gente se alborota y se pone revoltosa, las bajas pueden ser de trescientas mil personas al día, porque ya empiezan a disparar sin miramiento ni distinción ninguna, y se matan entre todos, porque a todos los ven como enemigos todos. En cuanto un loco no aguante más y pegue el primer tiro, eso no acaba ya. Eso se ve ya cerca, porque se hallan todos muy divididos en multitud de bandos.
Por favor no. Ya me han arruinado el día unos poemas que acabo de leer y ninguno tiene derecho a hacerme todo este daño. A estas alturas, tiene uno ya las cosas muy claras y no soporta ya los lloriqueos, depresiones y estados anímicos producidos por la abulia premoderna y la pusilanimidad, y por no tener nada que hacer sino darle vueltas a la cabeza a todo ello. Esto es un crimen contra el bienestar mental sin otra causa que el desconocimiento e inaceptación de lo efímero de la vida, lo cual es un regalo que así lo sea, porque, vaya lucha… Como para tener que aguantar todos estos versos de todos ellos, sabiendo uno que no hay ninguna causa personal en ello que no haya sido elegida voluntariamente. Hay un día precioso, -llueva, nieve, haga viento o esté soleado y sereno-, y se levanta uno, lee algunos poemas de estos depresivos profesionales, y ya se lo han fastidiado. Pero no una sola vez. Es qyue no hacen otra cosa.
Un rato tranquilo de belleza he tenido hoy, que hemos salido mi esposa y yo a dar un paseo, y, como ella se pone a mirar tiendas y ropa, que me viste a mí como si yo fuese un muñeco recortable, porque yo creo que entre mi madre, mi prima que en gloria esté y mi esposa, en toda mi vida no he tenido que comprarme prenda de ropa ninguna, sino que lo que me han hecho es tirar cosas las tres, pues, ese rato de belleza fue porque mientras ella se pone a ver tiendas, me siento yo en un cafetería y me pongo a ver mis postales de los cuadros del Museo del Prado y mis anotaciones escritas a mano en el reverso de la postal, y hoy vi Hipomenes y Atalanta, de Guido Reni, en la carrera en que ella recoge las tres manzanas de oro del jardín de las Hespérides y se tiene que casar con él por ganarle él la carrera por detenerse ella a recoger las tres manzanas de oro, y es muy hermoso y fino ese cuadro, como todas las cosas de ese pintor de elevadísimo lirismo, y antes de que los dos fuesen convertidos en leones para tirar del carro de la Cibeles, por haberse puesto a follar desnudos dentro del templo de la diosa, lo que la enfureció. Esto último es muy penoso. Y es que no hay casi nada que no lo sea. Ahora Israel ha retirado su embajada de España, pues porque resulta que los que están ahí para resolver o aminorar los problemas inevitables de todas estas matanzas y odio mutuo, se encargan de aumentarlos, y después me preguntarán a mí que por qué no he querido tener hijos, y yo responderé que porque no le deseo a nadie que pase por nada de esto ni de nada, porque vaya mundo… Que no es bastante ya con que uno tenga que sobrevivir en él y buscar el amor y la supervivencia, que es lo mínimo para poder ser feliz, sino que se ponen a matarse e incluso unos quieren borrar de la faz de la tierra a los otros, y no es esto bastante, qué va, sino que no siéndoles esto poco mal, se empeñan en crear todos mil problemas más donde no los había o de resucitar problemas que ya estaban muy requetebién resueltos. Pero es que ya, ni siquiera en los poemas, composiciones musicales ni arte alguna hacen otra cosa sino deprimir con mayor inri, como si no hubiese ya bastante...
Eso que hicieron esos terroristas no tiene perdón de Dios, y si lo hicieron, van a poder seguir haciéndolo si no se les neutraliza por completo. En esta larguísima guerra, que esperamos que no dure lo que la de España, que duró ochocientos años, hay que hacer y rogar mucho por que la población civil se vaya de las áreas que se avisan ser atacadas, y por la asistencia humanitaria. Yo me espero todo tipo de crímenes en este tipo de guerra, porque el miedo a que se infiltren con la población los responsables de los crímenes anteriores no solamente es probable, sino excesivamente posible. Conque, aquello es un infierno por donde quiera que se mire y no puede ser de otra manera. Aquellas tierras están malditas desde hace muchísimos siglos y es obvio que, en la actual situación, ya la ira mutua es indetenible y los excesos van a darse por todas partes, por mucho que se intenten frenar. Eso es ya incontrolable, por mucho que se ruegue y se haga todo lo posible por evitarlos. Hasta que esto no se acabe, no se les va a poder separar por, yo diría, que, como mínimo, por ciento y pico de años y, mejor, hasta que acabe el mundo y, cuando acabe, escuchen todos bien: “Entonces será el llanto y el crujir de dientes”, y este llanto y crujir de dientes lo será por toda la eternidad: no hallará paz con la muerte y se escucharán los eternos lamentos en el Valle de Josafat, porque dijo Moisés en el Levítico 26, 14-46:
15 Pero si no obedeces al Señor tu Dios ni pones en práctica todos sus mandamientos y preceptos que yo te prescribo hoy, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones:
16 Maldito serás en la ciudad
y maldito en el campo.
17 Maldita serán tu canasta
y maldita tu artesa.
18 Malditos serán el fruto de tus entrañas,
y el fruto de tu tierra, las crías de tu ganado,
las terneras de tus manadas
y las crías de tus rebaños.
19 Maldito serás al salir
y maldito al entrar.
20 El Señor hará que maldición, angustia y fracaso te acompañen en todo lo que emprendas, hasta que seas exterminado y desaparezcas sin tardanza, por tu mal proceder al abandonarle.
1 El Señor te enviará la peste hasta acabar contigo en la tierra que va a darte en posesión. 22 El Señor te castigará con epidemias mortales, fiebres malignas e inflamaciones, con calor sofocante y sequía, y con plagas y pestes sobre tus cultivos. Estos desastres te perseguirán hasta que te hagan perecer completamente. 23 Sobre tu cabeza, el cielo será como bronce; bajo tus pies, la tierra será como hierro. 24 El Señor cambiará la lluvia de tu tierra en arena y ceniza que caerán del cielo sobre ti hasta que seas aniquilado.
25 El Señor hará que tus enemigos te derroten. Avanzarás contra ellos en perfecta formación, pero huirás en desbandada. ¡Todos los reinos de la tierra sentirán espanto al verte! 26 Tu cadáver servirá de pasto a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, y no habrá quien las ahuyente.
27 El Señor te hará sufrir con úlceras como las de Egipto, con tumores, sarna y tiña incurables.
28 El Señor también te hará padecer locura, ceguera y delirio, 29 de manera que en pleno día andarás a tientas, como el ciego en la oscuridad. Fracasarás en todo lo que hagas; día tras día serás oprimido; te robarán y nadie acudirá en tu ayuda. 30 Te casarás con una mujer, pero será otro quien se acueste con ella; te construirás una casa, y no llegarás a habitarla; plantarás un viñedo, pero no llegarás a disfrutar de su fruto. 31 Tu buey será degollado ante tus propios ojos y no probarás su carne; te arrebatarán tu asno, estando tú presente, y no te lo devolverán; tus ovejas pasarán a manos de tus enemigos, y nadie te ayudará a recuperarlas. 32 Tus hijos y tus hijas serán entregados a un pueblo extranjero; tú lo contemplarás con desconsuelo, pero nada podrás hacer. 33 Un pueblo desconocido se comerá los frutos de tu tierra y todo el producto de tu trabajo; te explotará y te maltratará sin parar. 34 Y enloquecerás cuando veas con tus propios ojos esas cosas.
35 El Señor te herirá con úlceras purulentas e incurables en las rodillas, en las piernas, desde la planta del pie hasta la coronilla.
36 El Señor hará que tanto tú como el rey que hayas elegido para ser tu soberano, seáis deportados a un país que ni tú ni tus antepasados conocisteis. Allí rendirás culto a otros dioses, hechos de madera y de piedra. 37 Serás motivo de espanto, de burla y escarnio en todas las naciones a las que te lleve el Señor.
38 Sembrarás abundante semilla en el campo, pero cosecharás una miseria, porque la langosta la devorará. 39 Plantarás viñedos y los cultivarás, pero no vendimiarás las uvas ni beberás el vino, porque el gusano atacará la cepa. 40 Tendrás olivos por toda tu tierra, pero no te darán aceite ni para ungirte, porque se pudrirán las aceitunas. 41 Tendrás hijos e hijas, pero no podrás tenerlos contigo, porque serán llevados al cautiverio. 42 ¡Enjambres de langosta devorarán todos los árboles y las cosechas de tu tierra!
43 El emigrante que resida contigo subirá cada día más alto, mientras que tu caerás cada vez más bajo; 44 él será tu acreedor y tú serás su deudor; él irá a la cabeza y tú quedarás rezagado.
45 Todas estas maldiciones caerán sobre ti. Te perseguirán y te alcanzarán hasta destruirte, porque desobedeciste al Señor tu Dios y no cumpliste los mandamientos y preceptos que él te ha mandado. 46 Ellos serán una señal y una advertencia permanente para ti y tu descendencia, 47 pues no rendiste culto al Señor tu Dios con alegría y generosidad cuando tenías de todo en abundancia. 48 Por eso sufrirás hambre y sed, desnudez y suma pobreza, y serás esclavo de los enemigos que el Señor enviará contra ti. Ellos te pondrán un yugo de hierro sobre el cuello hasta que te aniquile.
49 El Señor hará que se levante contra ti una nación muy lejana, cuyo idioma no podrás entender; vendrá de los confines de la tierra, veloz como un águila. 50 Esa nación, de aspecto feroz, no sentirá compasión de los ancianos ni se apiadará de los niños. 51 Se comerá las crías de tu ganado y las cosechas de tu tierra, hasta arruinarte; no te dejará trigo, ni mosto, ni aceite, ni terneras en las manadas, ni corderos en los rebaños. ¡Te dejará completamente arruinado! 52 Sitiará todas tus ciudades hasta que se desplomen en todo el país las murallas altas y fortificadas en que habías depositado tu confianza. Sí, él te sitiará en todas las ciudades, en toda la tierra que el Señor tu Dios te da.
53 Tal será tu penuria durante el asedio a que te someta tu enemigo, que acabarás comiéndote el fruto de tu vientre, ¡la carne misma de los hijos y las hijas que el Señor tu Dios te ha dado! 54 Incluso el hombre más delicado y sensible de tu pueblo recelará de su propio hermano, de su esposa a la que ama y de los hijos que todavía le queden, 55 hasta el punto de no compartir con ellos nada de la carne de sus hijos, que comerá por no haberle quedado ninguna otra cosa después de la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades. 56 Igualmente, la mujer más fina y delicada de tu pueblo, tan fina y delicada que no se atrevería a rozar el suelo con la punta de su pie, recelará de su propio esposo al que ama, de sus hijos y de sus hijas. 57 No compartirá el hijo que acaba de parir ni su placenta, sino que se los comerá en secreto, pues será lo único que le quede debido a la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades.
58 Si no cumples cuidadosamente todas las palabras de esta ley, que están escritas en este libro, ni respetas el glorioso y temible nombre del Señor tu Dios, 59 entonces el Señor enviará terribles y persistentes plagas contra ti y tus descendientes, junto con enfermedades malignas e incurables. 60 Enviará sobre ti todas las plagas de Egipto, que tanto espanto te causaron, y no te podrás librar de ellas.
61 El Señor enviará contra ti, hasta exterminarte, toda clase de enfermedades y desastres, incluso las que no se mencionan en el libro de esta ley. 62 Y vosotros, que como pueblo llegasteis a ser tan numerosos como las estrellas del cielo, quedaréis reducidos a unos cuantos por no haber obedecido al Señor tu Dios. 63 Así como el Señor se complacía en multiplicarte y hacerte prosperar, ahora se complacerá en arrasaros y destruiros. ¡Seréis arrancados de la tierra adonde vais a entrar para tomarla en posesión!
64 El Señor te dispersará por todas las naciones, de uno al otro extremo de la tierra. Allí rendirás culto a otros dioses, dioses de madera y de piedra, que ni tú ni tus antepasados conocisteis. 65 En esas naciones no hallarás paz ni descanso, porque el Señor hará que vivas atemorizado, triste y acongojado. 66 Tu vida estará pendiente de un hilo; tendrás miedo de día y de noche; nunca vivirás seguro. 67 Será tanto el miedo que se apoderará de ti y tales las cosas que verán tus ojos, que por la mañana dirás: “¡Ojalá fuera de noche!”, y por la noche: “¡Ojalá fuera de día!”. 68 Y aunque el Señor te dijo que no volverías a recorrer el camino de Egipto, sin embargo te hará volver allí en barcos. Allí seréis ofrecidos como esclavos y esclavas a vuestros enemigos, pero nadie os querrá comprar.
Conque, esto es lo que va a haber para los unos y para los otros, y Sefarad va por el mismo mal camino de caer esto sobre esa tierra. Yo lo que le pido a Dios es que me lleve pronto de este mundo para no tener que ser testigo de tantos horrores en este mundo ni en el eterno, donde yo le pido que no me resucite en medio de todos esos horrores tan eternos que se profetizaron y han de cumplirse al pie de la letra.
El fantasma de mi prima, tangible, traspasador de paredes, volador sobre las copas de loa árboles en busca de sus vestidos, que huían de ella, hecho pantera negra, esqueleto, mujer joven y morena, surgido a los quince años de su muerte instándome a cumplir la promesa de que lo pusiese todo por escrito en versos de amores imposibles por prohibidos y más tarde por miedosa y viciosa de cantar, familia y pueblo nativo, porque esos vicios irremediablemente le tiraban hasta la perdición, no puede ser alucinación de mi sicosis, ni lo doy yo por falso, sino por muy verdadero, y forma parte de mi memoria y estabilidad emocional. Me da tal fuerza de espíritu que ya me es imposible dar por ficción el mito de Hipomenes y Atalanta, ni mucho menos las maldiciones de Moisés arriba transcritas, la creación del mundo en seis días, la sílfide, el lago de los cisnes ni el Valle de Josafat. Ya admiro a los ángeles de Bernini del puente del castillo de Sant’Angelo y al Apolo del Belvedere más ciertos que toda historia de nación alguna, y esta perecedera y condenada al olvido y la insignificancia: “Yo sé de esos imperios/de que ni el nombre queda.” {Gustavo Adolfo Bécquer] Por tanto, ¿cómo van a interesarme a mí todas esas inestabilidades, tristezas y depresiones de gente tan perdida y pusilánime que se pintan por escrito para fastidio universal, y sin arte ninguno? Esos, que, en todo lo que toquen, estando el cielo azul y la obra divina de toda naturaleza en plena apoteosis, ni te causan grave temor, ni honda tristeza que causa o razón tenga, ni anhelos de amores, ni éxtasis de felicidad, sino solamente la conmiseración de compadecerse ante lo perdidos que van y la manera en que han malgastado su vida en vanas pretensiones carentes del don divino y hundidores de toda juventud que se le pueda acercar. Esos que pueden llevar a un perdido al teatro y hacerlo salir de allí hecho un misántropo y asqueado de todo, incapaz ya incluso de hacerse la cama y de aprender los nombres de las flores ni de las estrellas. ¡Esos que follan por obligación y besan por miedo! Esos que pueden llegar a matarse por quitarse la molestia de afeitarse y tener que mirar otra cosa que su abulia. Esos que ante las muertes de los demás se alegran y se dicen: “Ya son felices muertos. Ya no tienen que preocuparse por nada ni nosotros de ellos.” En ello yerran, y para eso vino el fantasma de mi prima y para eso Moisés hizo sus maldiciones y otros profetas oyeron los lamentos eternos del Valle de Josafat. No de otra manera existe el universo, la vida y su propósito.
Estos tiempos apocalípticos no los advierto en mis jardines, nutridos por la lluvia, que no cesa, ni en el esplendor de mi senectud. De tomarse esta Constantinopla por modelo, en la que en una semana a más tardar, puedo tener en mis manos el libro que me apetezca, estar en Roma o en cualquier ciudad inmortal en lo artístico para contemplar extasiado cuanta belleza han creado los talentos de los que no se puede prescindir en la formación del espíritu, no sería necesario separar a las tribus de Tierra Santa ni unir a las de Sefarad, pero me temo que tales decisiones y deseos de las cúpulas más esclarecidas de la diplomacia, solo puede darse donde habito y todo el que lo desea alcanza la posición vocacional de su vida, y, si no la estima mejor ser mayor, no lo molestan elevándolo a unas complicaciones y responsabilidades que ha decidido evadir por su felicidad personal. Me temo que como no los separen allí ni los junten en España, aunque sea látigo en mano, los problemas no van a cesar, y entiendo que se pretende que no cesen para que no surjan otros muchísimo mayores, porque quienes no persiguen la felicidad y no se dedican a elevarse sobre en las columnas de la civilización y su canon desde el principio de la escritura misma, quienes nada se cuestionan de lo que se les pone y da, en aras al equilibrio de la bondad, la justicia y la belleza, hacen muy perecederas las mejores obra humanas y sus buenas intenciones, y es dárselos todo hecho y derrumbarlo en cuestión de nada. En tal manera, que el larguísimo tiempo que se empleó edificando los pilares que sostienen Occidente, en un abrir y cerrar de ojos los tiran por tierra y dicen: “Es su cultura y hay que respetarlos.” Y eso lo dicen nada más pegar cuatro tiros a un peatón al que de nada conocen, y a los que por causalidad se encontraban allí y que azarosamente paseaban para disfrutar de la tarde, cualquier calificado psiquiátricamente por problemas mentales, que, al parecer, consisten en seguir a raja tabla un libro, ya sea en la capital de Francia, que bien vale una misa, en Tierra Santa o en cualquier lugar adonde el blanco toro trajo en su lomo a la ninfa. De lo bellamente planificado, surgen estos delirios y otras mil locuras que van a arreglar el mundo de la misma manera que mi padre la tele, a base de martillazos.
Yo quisiera salir huyendo de todas estas guerras y del fantasma de mi prima, y que uno se muriera y no hubiese nada más, que bastante hay y ha habido. Que se maten entre todos ellos y que mi prima no salga nunca más cantando en los videoclips todas las cosas que cantó siempre para echarme la culpa y ponerse ella siempre muy bien puesta. Porque la culpa fue de ella y no mía. La culpa de esas guerras tampoco es mía. Tampoco tengo yo la culpa que me depriman todas las poesías que han escrito ni las obras de teatro que han hecho. Yo era un niño buenísimo y no tienen derecho ninguno de ellos a deprimirme con sus terrorismos de toda especie, y no deberían aparecer por ninguna parte.
En fin, el que se salta una coma de la Constitución, te puede mandar a fusilar al día siguiente. Ese es el plan que hay en España. Por eso que tienen que estar todos muy vigilados, porque la cabra siempre tira al monte. Ya no es que te pueda matar un boxeador o un torero, que llegó el último y cuando se había acabado todo ya hacía mucho tiempo antes de que llegara, y lo que quedaban eran melindres de primos hermanos, pero nada de nada, sino que esto es de mucho mayor peligro, y se puede formar otra vez una cosa tan mala como en la república y lo que vino después, que se mentaba la palabra república y se persignaban las viejas temblándoles las piernas, y de eso me acuerdo yo de niño, y si se mentaba a Franco, también les temblaban las piernas a otras viejas, y era por eso que no se podía decir nada porque era decir algo y saber a quién le iban a temblar las piernas y había que ponerle la infusión de tila. Por eso nosotros de niños sabíamos a las viejas que había que mentarles una cosa o la otra para que se pusieran a temblar y a llorar, y eso siempre ha pasado con los niños, porque como decía don Antonio Machado, el mejor pedagogo fue el rey Herodes. Conque, yo no vuelvo por España hasta que no vea yo que esto se arregla y no hay conspiraciones contra la Constitución ni los chequeos de poderes, porque lo que hacen es aterrizarnos a todos los que de niños escuchábamos todos aquellos horrores, y estos han procurado que los sigan escuchando los niños de ahora. Conque, a ver qué lírica ni qué rosas de amores puede haber allí, sino las de los esqueletos, y por eso se aparecen los fantasmas y todo lo hacen para aterrorizar a los viejecitos como yo.
Cuánto mejores son los cuernos que todas estas matanzas e inconstitucionalidades y asomo de las orejas del lobo del comunismo en medio de una miseria y santa pobreza, paciencia y humildad de tantísimos perdedores como hay en aquel reino perdido con costillas atravesadas desde misma infancia, por seguir esos hidalgos de pacotilla aquella máxima del melancólico Jorge Manrique, que deseaba morirse: “Con trabajos no debidos/se mantienen”. Los cuernos te hacen despabilar y jugar bien tus cartas, porque acrecientan el poder juvenil hacia las escapadas de tanta pusilanimidad y decaimiento. Yo mis cuernos los sentí no ya desde púber, sino desde niño: desde que me despertaba en el campo de nuestra tía abuela esa insensata de mi prima la mayor, la ilegítima, con una potencia de voz sobrecogedora, que ponía a la ladrar a los perros y a cantar a los gallos antes de tiempo, cuando lo que tenía que hacer allí al cuidado mío y sola conmigo en mi tierna infancia, era cuidar de mi sueño y descanso, y no decirme que me fuese a su cama para escucharla cantar cosas que yo ni entendía, y que me despertara a las doce de la tarde. Por eso, voy a poner un poema feliz en comparación con todo lo que se está dando, porque los cuernos son el verdadero motor inmóvil que mueve el universo, que es el amor, por el que mueve el Sol y las demás estrellas. Y quien lo rechaza y se aleja de él, es un gravísimo perdedor y puede llegar a causar lo peor imaginable:
CANTO XXX
-A ver los cuernecitos cómo van -me decías
tocándome la frente-. Van bien. No te preocupes,
que no los nota nadie. A ti y a mí nos crecen
por dentro más que nada, y a ti, antes te sube
el pelo de la barba, que veo que te afeitas
hace poco, y la bicha, que el trapío y que saltes
a la plaza del Puerto. Además, se renuevan,
por lo menos los míos: será por que no falten.
-Prima, pues donde solo se es alma se contemplan,
procura que la puerta sea lo bastante alta,
del cielo, del infierno o paraíso, que
donde estés me conformo, porque no se me partan.
Las risas de las hienas están ya en su punto culminante y han exhibido siempre la cabeza del lobo para atraerse el favor de los demás efímeros. Cabe recordar aquella frase del conde Drácula: “Los aullidos de los lobos, qué hermosa música componen.” Unas comadrejas bien nutridas de beberse la sangre de los conejos, se muestran felices y apiñadas, y son las mascotas preferidas los sentimentales. Obviamente las orquídeas han atraído siempre a las moscas y los mejillones a los catetos. Desde la calle se oye una música clásica que resuena entre una inmensa biblioteca donde casi todo lo que hay es para meterle fuego y, a lo lejos, desde la plaza, el sonido infernal de las zambombas. Da pánico pensar que uno, algún día, tendrá que aparecer por ahí, ya incurable de su sicosis y alucinaciones, y coger una calle estrecha para desentenderse nada más aparecer por el horizonte la figura desconsolada de alguno de estos depresivos de oficio, estos que tan grave daño han causado a la mente humana y pervertido a una juventud de calles sin salida, cuya compostura es ya, a esta avanzada edad, tan imposible como la rana, al besarla, se convierta en princesa. No cabe casa de horror más invulnerable al aroma del incienso de un cristo de paciencia ni dolorosa que no envejezca entre tanta parafernalia. Se dirá: eran lágrimas de juventud y ahora son achaques. Los capuchinos eran los que decoraban hermosamente con cráneos anónimos los sagrados lugares Aquí no pasó nada en este tiempo y todo lo que pueda rescatarse cojea enfermamente y, en tal manera, que solamente el masoquismo lector se acerca como rata a esos sepulcros de la escritura.
La misión del monstruo es desbaratarlo todo y hallar que la hiena se siente melancólica y depresiva en sus versos con mayores motivos que los muertos por el terrorismo y guerra, y desea el exterminio total y el total analfabetismo en donde destaque quien sigue un cuaderno de composición de enseñanza general básica y unas tristezas de carencias con perifollo. El perifollo oloroso tiene olor de anís y se ha cultivado para condimento de un mundo es tan arcaico en la Edad Contemporánea como viejo llegó a ser Matusalén. Cuánto dolor sombrío y cuántos demonios se les aparecen a todos estos lamentos unos demonios que no han podido hacer absolutamente nada por sus pompas y sus obras. La demacración del espíritu se rodea en aquellos lares de unas carnes como de albóndigas que entre chicharrones y panderetas exasperan a la misma paciencia y humildad. ¿Le gusta a usted? Dan jaquecas y son como arroces emplastados, arduos de digerir, hasta el punto de oír: “Hoy la he visto. La he visto y me ha mirado. Hoy creo en Dios.” Y responder: “Hoy creo en el rabo de toro con patatas fritas.” Eso es lo que hay allí y por todas partes. En tal manera que no puede ser de otra forma y cuanto más finos se ponen, peores son para los que advierten lo que hay bajo tal pretendida finura: don Melón de la Huerta, o de la capital del reino. Cómo profetizaba yo en mi juventud que se perdiera el reino entero. Con cuántas ansias desesperadas profetizaba yo y echaba aquellas maldiciones.
La tristeza, entre muchas otras madres que tiene, es hija de la ignorancia, de desear lo imposible, de la pereza y de las subjetividades de los errores filosóficos. Este tío tercero mío está más loco que una cabra en sus artículos, donde hay unas contradicciones que contarlas sería empezar y no acabar, y todo esto por un vicio antipoético al que ha llevado muchos por seguirlo, y es el amanecer él con un montón de periódicos en la mesa para enterarse y opinar de todo lo efímero e históricamente nulo e innecesario, ya que, si a lo que nos eleva por su arte y belleza no le hace falta, no sirve, y, como no veo yo que todas estas acciones de gente sin interés alguno, esto es, de los que nadie puede enamorarse como no sea que los enamore el espanto, han de iluminar absolutamente nada de lo hecho en su época que merezca retenerse por su belleza por escrito, para no desear olvidarlo, pues se mete a opinar y un día dice que el nazismo era maravilloso, otro día dice que los judíos eran los cultos y estupendos, a los cuales el nazismo quiso exterminar y otro día dice que a los que hay que exterminar es a los palestinos, pero nunca dice que lo que debe exterminar son probablemente las cucarachas que pueden andar por su casa por falta de una policía constante como las que tenías las antiguas, que no paraban de limpiar el día entero y limpiaban sobre limpio. Las migajas de pan que suelta la hidalguía ante un chorizo, pueden atraer sobre él toda una OTAN de hormigas mientras se le va el santo al cielo escuchando una zarzuela o mirando una película de esas que yo, en el cine, me tengo que salir a los diez minutos, porque no aguanto ya tanta fealdad de caracteres o cosas tan triviales. Me desagradan y me descomponen las historias, y la prosa, como se ve, es mi mayor enemiga. Ya solamente puedo hablar con mi esposa. De otra manera, lo que hago es salir y entrar, ir y venir, sin llegar a preguntar lo que mi hija a don Ricardo Gullón: ¿Cuándo te vas?
Pues todas esas tristezas que ponen todos esos poetas no arreglan nada y están todas resumidas en Cristo cuando nos dice que en este mundo reina el príncipe del mundo, que es el demonio, y esto lo ha hecho siempre para todos con los que se tuvo que ir Caín y solamente se libraron de ello Adán y Eva el día, si llegó al día, que estuvieron en el paraíso terrenal, en pelota. Se les muy amargos cuando son expulsados del paraíso por ese ángel vestido de rojo y con una espada fulgurante, y eso lo vio mejor que nadie el joven Tommaso di Ser Giovanni di Simone, y lo puso en la iglesia de la Virgen del Carmen de Florencia. Todos estos poetas de las tristezas sin causa pretenden que por oscurecernos el ánimo se les den honores, y eso es lo más incomprensible que se pueda despachar en una sociedad como la de ese reino, que se solemniza en ver cómo sale ese toro lleno de vida y acaba como acaba en cuestión de veinte minutos, y cómo llora la Virgen con siete puñales en el pecho y le hacen a Cristo todas las barbaridades que le hicieron, y, los niños, si no le están haciendo nada en ese paso particular, no se interesan por ello: si está solo y muerto en la cruz, porque ya no sufre; si está amarrado de pies y manos, porque eso es poco; si va montado en la burra, eso es para los niños tontos y aburridos, porque para los niños malísimos eso no tenía el interés y la conmoción y erizaba los vellos como cuando le clavaban la corona de espinas y le daban los azotes, y esos tambores de la ejecución… Una sociedad de la muerte, de las magdalenas y de qué poco se pican hoy a los toros… Y en sus poemas tienen todos que ser lo mismo, que los deberían de azotar.
Desde que las especulaciones, figuraciones y elucubraciones, esto es, teorías, se aplican a toda una ciencia, o parte de ella, y se deducen consecuencias de tales supuestos incomprobables, la palabra teoría ha vuelto a su significado original griego: procesión religiosa, y tales ciencias dejan de ser ya un conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación, y, por tanto, sin la observación no puede existir razonamiento ni son cosas que puedan comprobarse experimentalmente. La estulticia es tal en tales materias, que la insensatez fecha incluso y dilucida su origen, mientras la sabiduría se dice: no se sabe ni se puede saber y es tema de fe tan depresivo y hundidor, tan lleno de fealdad, que es del todo insensato escoger tal en vez de otra fe que nos eleve el espíritu y nos sea más racional de acuerdo con lo que se ve, lo cual es que todo lo vivo se mueve por su supervivencia y mayor bienestar posible. ¿Qué le pasa a usted? Y no dan causas ni razones o, si las dan, son de una grave torpeza contra vitalidad y natura, y no son tales las tales causas, sino otras de gran mezquindad. “¿Qué especial privilegio pretende entre nosotros?” Acaba poniéndose a llorar, como un niño y, en otro estado de ánimo, para contrarrestar el mencionado, a propugnar el exterminio y a no dejar títere con cabeza. Los del debe ser en vez de los de lo que es y son, y son lo que hacen, han dado al trate, salvo alguna que otra rara avis escondida y de brevísima contemplación y escogidísima si antologable, a cuenta gotas se diría, y lo han hecho desde la edad de plata de la poesía, no solamente con ella misma y todas las artes, -expresiones de la belleza-, sino con los propios pilares que han sustentado Occidente, y, en tal manera, que no solo hay que pasar página por tales tiempos, como se hace con la mayor parte de los insignificantes tiempos de la historia humana, y sale uno a la calle y se encuentra con gente con la que solo cabe sonreírles y saludarlos como a unos monitos que nacen, crecen, se reproducen y mueren, y negarles el saludo y la palabra a quienes se esperaba de ellos todo lo contrario, y esto es por gravísima decepción e imposible de remediar.
Hay erróneas voces cristianas que condenan el hedonismo, el cual establece el placer como fin y fundamento de la vida. Obviamente, el placer consiste en agradar o dar gusto, deleitar, contentar, satisfacer, complacer, regocijar. El placer es todo lo contrario de como San Agustín de Hipona define el pecado: “Hacer daño a alguien a propósito”. ¿Qué otra cosa es Cristo sino el bien supremo? ¿Qué placer puede hallarse en lo que no es bello, ni justo, ni bueno? Miren bien estas contradicciones, porque lo son. A esto traigo todo el sufrimiento insensato de mi tío tercero en su lucha en vano contra sus propios demonios, que aparecen, de acuerdo siempre con el de Hipona, por el rechazo del bien dado. Y dice: “El vino fue en un tiempo poderoso en mi lucha”, o algo así. Eso es una mentira que no sirve para nada, y hay que tirar ese poema porque el vino lo único que hace es potenciar el estado de ánimo y si este es de mil demonios, lo convierte en de diez mil demonios. Por lo cual, hoy que he estado observando El triunfo de Baco, de Velázquez, ahí se ve jovencísimo al dios, que nunca envejeció, como tampoco iban a envejecer Adán y Eva en el paraíso, y le pone ese malévolo dios inmortal una corona de hojas de yedra a un bebedor semidesnudo y hay otros viejos que andan dándole que te pego a la sangre de Cristo, y en ninguno se ve a don Francisco Bejarano en sus lamentaciones en verso, que dan al traste con todo anhelo de belleza y deprimen compungidamente. Dice él que ese es el mejor libro suyo, y es un error que lo mejor sea lo más deprimente: una contradicción insensata. Conque, miren bien los rezadores del rosario esto del hedonismo en contra, porque ese hedonismo al que se refieren da dolor, no placer, por tanto, ni es hedonismo ni nada, si en contra de ello vino al mundo y se hizo carne Nuestro Salvador y pagó por todos los pecados de la humanidad. El rezo del santo rosario nos eleva el alma y nos protege de nuestros enemigos, y en ello se haya un gran placer hedónico. Por lo visto, no les ha hecho efecto a muchos el bautismo, para curarlos de lo único posible en vida de las consecuencias del pecado original, y esta estima el de Hipona ser peor que envejecer y morir y que trabajar para la supervivencia y era, a saber, que los deseos del alma no coincidiesen con los del cuerpo. Hagamos que coincidan cuerpo y alma plenamente, que para ello se nos ha bautizado, porque juntos van cuerpo y alma y no el cuerpo por una parte y el alma por otra, y el vino es muy bueno para el cuerpo y para el alma cuando ambos están bien, y fue lo primero que le pidió Nuestra Madre y Señora al Nazareno: que convirtiese el agua en vino. Lo que no puede hacer el vino es alegrar el alma si no lo está ya en su bondad, justicia y belleza.
Esta última, la autodestructora, es mentira en todos los que cantan el miedo y la tristeza, porque, de ser verdad, se matarían, como en los tiempos románticos los más descerebrados, pero no lo hacen, sino que se mienten: no son consecuentes consigo mismos. Se mienten de pura ignorancia, de abulia, de pusilanimidad y de pereza. Ni les falta de comer ni un amor, y si les falta es porque no lo desean, con lo cual, deben sentirse mejor por no tenerlo, pero no. Ni dicen: “Libre de amor, de celo,/de odio, de esperanza, de recelo”, sino que lo dicen son lágrimas de consentidos y a mí me lo deben todo. No les hagan caso a esas tristezas y temores: son lágrimas de cocodrilo que pretenden solamente llevar razón en la miseria que se han buscado por no dar palo al agua, y no hay que compadecerse y laurearlos: las causas son las mencionadas y nadie sirven. En fin, no son las causas de suicidio de la hija de Bernarda Alba. Ni siquiera son las causas del suicidio del padre Rafael: ¡Perezca la raza humana! Ni siquiera son las causas de las tristezas de Ovidio en las Tristes. Las causas suyas son solamente las pretensiones, el nihilismo –“de mi única patria…(no ha vivido fuera de España para darse cuenta de lo que es patria siquiera)”-, de que nos vamos a morir –“pienso en la muerte” (pues si no ha nada más y con ella se acaban todas esas tristezas, ¿no es buena y motivo de ípor fin! felicidad?) En fin, son todas gravísimas contradicciones de la premodernidad, llamada ahora por pura ignorancia posmodernidad, ¿solamente por trivialidades que no implican cuestiones de fondo?: mentira.
Y qué malamente lo pasan todos, y vengan crespones negros y todo lo peor, que debe ser como meterse en la cama con un mártir y que haya martirio para los dos, y para quienes ya no los aguantan más. Si por lo menos fueran los siete dolores y los misterios dolorosos y en ello pararan, eso se compadece y entiende, pero, echando la cuenta, no salen de una corona dolorosa más de veinte cosas, y cargándolas mucho, pero es que eso no son ellos que paren ahí, sino que es uno tras otro y no acaban, y están cortados todos a la medida de la desesperanza. No hay mayor calvario que meterse por los ojos cuanto han escrito. Entonces uno mira la tarde como alma en pena hasta que dice: ¡Se acabó! Y les mete fuego a todos esos libros, y puede uno, por fin, mirar a la luna llena, tumbarse bajo las estrellas y decirse: Ahora mismo, con todo lo que me han metido en la mente todos estos inútiles, si me quedara dormido y no me despertara más, estaría en la felicidad plena. Vienen del desengaño barroco y citan a don Luis: “Y solo del amor queda el veneno”, y el venero son todos ellos juntos y por separado: el veneno, el desaliento, la soledad, el miedo, la abulia y el adefesio andante.
Tiene un poder inmenso el santo rosario para contrarrestar todas mis maldiciones y profecías juveniles junto al río Guadalete, en que se perdió España, para que se perdiera otra vez y para siempre, por culpa de no dejar mi prima de una vez por todas a ese boxeador, que tantos cuernos le puso, por lo miedosa que estaba, que temía por su vida y por la mía, sabiendo ella incluso que Dios lo había puesto todo milagrosamente para que nos fuéramos los dos para siempre en cuestión de solo tres años, y para que nada pudiese ya temer, pero todo temía. Para eso llegó el ángel a los pastores y les dijo: “No temáis”, y en ese momento yo, de haber estado allí, me hubiese desmayado de temor al ver criatura tan celestial, y habría desfallecido temblándome las piernas, porque “la carne es débil” y no está acostumbrada a intervenciones divinas tan de improviso y tan intempestivas, sino las que Dios con más calma y más sosegadamente se toma, poniéndolo todo en bandeja de manera natural y dando a elegir al libre albedrío. La Virgen está muy pendiente ahora de que me muera yo para hacerme reunirme con mi prima en el otro mundo, que bastante tiempo lleva esperándome ella en la barca de Caronte, hecha una jovencita y con unos deseos amorosos que, como no me devuelva la juventud la Virgen al yo morirme, me va a matar allí otra vez, de no poder uno satisfacer, a estas edades, tales lascivias de cuerpo y alma, y lo que ahora mismo está pensando la Virgen es en serenarlas y hacerle saber a mi prima que he de llegar con mi esposa, y que allí ya eso no es lo importante, sino otro tipo de amor más pacífico que se deleite en la contemplación de los ángeles. Conque, van a tener que rezar todos el rosario muchísimas veces más para sacar a la Virgen de este propósito suyo y bajar los ojos a salvar la unidad de España, porque yi creo que la Virgen está ya hasta la coronilla de España entera y los que están deseosos de meterle mano a España son los demonios. Conque, a los buenos los salvará, pero cuando lleguen allí, y, mientras tanto, va a dejar hacer hasta que todos vayan descalzos y de rodillas, y aun dándose muchos azotes en las espaldas y arrepentidísimos de todo lo que han causado. Ahora a la Virgen la veo yo más pendiente de mi prima y de mí que de España entera, que bastante la ha hecho sufrir ya como para que, así de buenas a primera, acudan a ella cuando ya se ven encima las consecuencias que se han derivado del distanciamiento de Nuestra Señora y del Evangelio mismo, que a pocos les han dado a leer y si ya se lo dan a leer, es arduo trabajo que entiendan nada de lo escrito en el Evangelio, porque carecen ya de capacidad lectora. No dejen de rezar el santo rosario a todas horas y todos los días para que la Virgen pueda bajar los ojos y hacer de mediadora, porque la tiene ya asqueada de todo.
Todas estas cosas de desamores e indiferencias que se narran y entretienen a ociosos de mentidero y escasas luces, son de unas pobres damas y caballeros, -valga la ironía-, que nada tienen en común y son ellas tontas y ellos, sin saberse quiénes se llevan el premio de la tontura, con el que hay que coronar al rey que puso tales casos por escrito, en igualdad con los casos que cuenta. Que te mencionen o no te mencionen, que digan tal o cual, sea bueno o malo, y quede por escrito, tiene la misma importancia que saberse el menú del día, lo diga quien lo diga y lo escriba quien lo escriba, ya pueda ser un pesado o un callado. En esto los callados ya dan muestras de estar haciendo un esfuerzo para acostumbrarse a lo callados que han de estar en el camposanto y fuera de toda biblioteca, en donde serían los más pesados de todos de imponer su lectura a los muchachos unos perdidos e ignorantes que en vano se dicen: va a ser lo que quiera yo, esto es, o te lo comes o no pasas, ya te puedan dar unas jaquecas interminables en un aborrecimiento de castigo sin piedad y un asqueo permanente. Es muy normal que mencionen las asperezas y estén deseando salir de todas ellas, y de las que a ellas los llevan. En tal manera que, no puede ser sino obra divina dejar de sufrir tal castigo imborrable de la memoria, y en esa espera yo vivo. Si con ello se contentan, es el colmo de la desvergüenza y la mediocridad.
Es muy difícil ya, tras todo el desastre que han causado y siguen causando todos, poder apartarse de todo ello, a una edad que tampoco es propicia para la belleza, y hacer algo hermoso, o intentarlo al menos, porque estas cosas que merecen embellecerse vienen solas, y no pueden venir, de ninguna manera, de lo que aquí se comenta, ni de todos estos comentarios míos a lo que hay que meterles fuego también, pues no son sino obviedades tomadas de tiempos antiguos, las que, al parecer, ni se han detenido a mirar siquiera en sus fuentes, las cuales ponen en tela de juicio irrebatiblemente, tantos vanos mundos, que no merecen ni estar en verso ni guardar de ellos memoria siquiera, y que solo sirven para destruir al individuo y todo bien dado por la natura, además de ser su expresión suprema y auténtica, y nefasta hasta el punto de tener que ser prohibida por causar suicidios de jovencitos, de hace ya doscientos cincuenta años largos. Ropa vieja sin duda, y deshilachada, no nueva sensibilidad en absoluto, y de la que, siendo consciente, se puede echar mano de vez en cuando por circunstancias personales, pero si todo es, o tiende, a ello, no estamos hablando ya de una bajada a los infiernos, sino del infierno mismo y la completa fealdad del alma, cuando todo se tiene para no ver de tal manera ni la propia vida personal ni el universo entero.
Hay que combatir enérgicamente a Heráclito, igual que a Zaratustra, en considerar al Mal, principio, junto con el Bien. Esto ya lo hizo el de Hipona racionalmente en la Civitas Dei. Del Mal no se deriva principio alguno, esto es, comienzo de nada, ni es necesario el Mal para conocerse el Bien, porque el Bien “es aquello que en sí mismo tiene el complemento de la perfección en su propio género, o lo que es objeto de la voluntad, la cual ni se mueve ni puede moverse sino por el bien, sea verdadero o aprehendido falsamente como tal.” Tal definición de la Real Academia limpia, fija y da esplendor en el mejor concepto posible, que bebe de la fuente de San Agustín, pera quien el mal es el rechazo voluntario del bien dado por naturaleza, esto es, porque toda ella la hizo, a quien se llama Dios, y llamado en la poesía griega arcaica como lugar común “Lo que sea”. El Oscuro, Heráclito, ya era llamado así por sus contemporáneos en la Grecia clásica. No volvamos ahora a enturbiar las aguas, que siempre son las mismas, las del mismo río y las de la vida, en las cuales mismas podemos bañarnos todas las veces que lo deseemos, como de jóvenes con nuestras novias, y en pelota, esto es, desnudos en cuerpo y alma como Adán y Eva en el paraíso, siquiera cuando nadie hubiese por allí en medio para decirnos que ella no era la misma del fin de semana pasado ni eran las mismas aguas, causando con ello un mal gravísimo, el cual pueden ser los celos y la discordia, cuando ambos estaban allí estupendamente. Con lo cual el Mal, lo que hace es romper el Bien dado a propia conciencia de hacer mal, lo cual constituye para el santo varón de Hipona, la definición de pecado, del que nada puede surgir, por ser el Mal, y, en el ejemplo indicado, destruye un idilio amoroso, y, en otros ejemplos, puede destruir la unidad de España, y puede acabar con España entera hecha una furia y bicha de siete cabezas que no responderá ya de sus actos, y podrá formar una cosa horrorosa el día menos pensado, como yo profeticé y se está cumpliendo, si no lo remedia la Madre de Dios, que está ya completamente harta y descompuesta, y yo diría que hasta por donde parió a Nuestro Salvador, porque el Mal es un rechazo del bien dado, contrario al bien, del que nada se origina, lo que se aparta de lo lícito y honesto.
Aquellos hombres tristes y subjetivos de la regeneración del calzado no nos vengan ahora a engañar otra vez, ni con San Manuel Bueno Mártir ni con El árbol de la ciencia, por poner dos ejemplos hundidores del espíritu. De ellos nos vamos a quedar siempre con don Ramón María del Valle Inclán, porque es el único de ellos que nos da causas que no andan en las nubes, sino en las pasiones estéticas y sublimadas del Marqués de Bradomín, en las Luces de bohemia y Divinas palabras del gran teatro que solamente puede ser leído para que al representarlo no nos estropeen, y pasar a todos por los espejos deformadores del Callejón del gato, que es como hay que verlos, desde eente del Gobierno a la churrera. Eso es lo que puede elevarnos sobre todas las épocas que no merecen figurar en ninguna historia humana. A los poetas decadentes, como Manuel y Antonio Machado, los tenemos que seleccionar muchísimo, porque son el mejor ejemplo de aquella enfermedad del espíritu y ofrecen dualidades que nos ponen un espejo para que nos miremos en los diferentes estados del alma humana y sepamos distinguir entre los peores y los mejores, pero del que todo hay que salvarlo y no dejar de mirarlo nunca es de Juan Ramón Jiménez, y antes, de Rubén Darío y de Gustavo Adolfo Bécquer. De otra manera acaban los provincianos, y no hay ciudad más provinciana que la Villa, -las cabras locas del condado hay que dejarlas aparte desde hace ya muchísimo tiempo, y no digamos a los que apedrearon a Roldán-, pues acaban los provincianos, por muy bien y muy cosidito que lo pongan todo, como mi tío tercero y los decadentes, unos llorosos, otros de gran frialdad, y algún que otro cabezudos estruendoroso, como aquel verso que a todos esos vanos mundos define a la perfección, -valga la ironía, pues es aspirar a la perfección lo contrario de ello-, y decía: “Estoy como un café, manchando taza”, con lo cual, tratar de embellecer tales abulias, es acabar asqueado en medio de una gente que ya hace lo indecible por asquear a la nación entera, de la cual es reflejo por voluntad propia, que es lo ya imperdonable, porque no hacen nada, -cero, cero-, por salir de ello, teniendo todas las fuentes al alcance de los labios para elevarles el alma.
Yo ya le había mi “Canción de despedida” a mi prima, que ella menciona muy compungida en “Punto de partida”, cuando conocí a mi esposa y me fui a América con ella. Entonces yo era feliz como nunca lo había sido en mi vida, porque la tenía al lado y al instante en toda calentura. Pero volví yo de España la primera vez y cuando mi tío tercero me dio Las tardes, entró tal repulsión en mí por ese libro que no lo podía soportar. En ese libro dice que no quiere ver a nadie en su casa, excepto al loco de don Quijote, del que nunca hizo otra lectura que la romántica, y eso me hizo sentir fatal porque yo lo cogía allí en su casa en bata y con los rulos puestos, lo mismo que a mi prima la cantante desde niño cuando se quedaba en el campo de nuestra tía abuela, ilegítima suya. Conque, esa locura a mí me descompuso totalmente, y “los demás que no vengan” y “sólo hay sitio en mi casa para eternidad’. ¿Qué eternidad? Obviamente yo no soy la eternidad, que no tiene principio, sucesión ni fin, ni lo es nadie, ni su casa era entonces casa suya, sino alquilada, y no era casa eterna ni nada, porque eterno, que se razone, solamente puede ser Dios, a quien gracias a Dios nadie ha visto, porque cuando se manifestó en el monte Tabor, como lo pinta Rafael, acabaron todos tirados por el suelo y con un pánico mayor que un bombardeo, diciéndole luego a Cristo todos que no volviera a transfigurarse nunca más. Esa eternidad no la quiere nadie que tenga dos dedos de frente y yo le pido a Dios que no sea de esa manera. Conque, ese poema con esa eternidad, también lo tiene que tirar porque es espantoso verlo dentro de esa casa, sin que nadie entre excepto el loco de don Quijote, que además dice que es de su linaje, y aquí dice en este artículo que no es de su linaje, sino que viene de Rumanía. Todo esto es de una gran necedad y de poca sociabilidad, y es verdaderamente repugnante, con la cantidad de jóvenes alegres que hay por allí, tener que estar él en ese desconsuelo sin causa ninguna, y escribiendo todos estos descalabros. Pero es que, todo es igual. Llega a decir que se le aparece un pájaro siniestro y mil demonios. A ver si no esto para salir huyendo de él y cosa de endemoniado, y para acercársele solamente protegido con la cruz y el hisopo del exorcista. Todo esto es terrible y no se le puede dar a leer a nadie, como no se desee su destrucción, porque ni siquiera tiene una causa razonable para poner todo eso ni casi todo lo que ha puesto.
¿Qué poesía es esa ni expresión de belleza alguna o sentimiento estético? Yo vi aquello y cuando más tarde leí Las noches lúgubres del coronel, pensé que era causa de vacío metafísico y desengaño amoroso y muchos desengaños, pero no, la causa era el “especial privilegio” que pretendía entre todos y que se le negaba. La burla que hacían de él no la vi yo nunca, sino la que hacía él de todos: unas pobres gentes que iban a lo suyo y que no tenían un libro en su casa y, si lo tenían, no eran esos los libros que sirven para algo, como la mayoría de los que él tiene o ha escrito. Lo que ha escrito es tan cuestionable, deprimente y enfermo del mal del siglo y fastidio universal, que hay que mirarlo siempre como si fuese de 1770, y todos los que se le han rejuntado son unas dolorosas sin causa, color, aroma, sonido, tacto ni gusto, ni ponen nada que deleite, con lo cual las oscuridades de sus temores y tristezas no han encanto alguno que a consolarlas alentase siquiera por humana caridad, porque puede ser llegar por eso a ellas y dar un revés como fiera acorralada. En tal manera, no son de tratarlas ni al lejos, y si entre todas se rejuntan, mayor martirio se dan las unas a las otras y solamente se avienen para la común defensa de lo ya indefendible, en la que han de caer muchos desinformados y aspirantes a cabeza de ratón, que roe un pan rancio anterior incluso a Gustavo Adolfo Bécquer, por mucho ropaje trivial con que pretendan recubrir el hondón de ese pozo ciego en donde ni siquiera se han suicidado, mostrando por tanto ser falso e incoherente. Esto proviene de un penoso concepto en tal reino: laméntate y te oirán. A lo cual hay que responder con “laméntate y huye”, porque nada tienes de qué lamentarte y son dolores de vicio y costumbre mal sana, con lo cual, ni se debe de poner siquiera porque no es digna de recuerdo que embellezca el alma ni que la conmocione siquiera. Así me sentí yo cuando abrí aquel libro y así me siento todavía, indignado totalmente e incapaz de poderlo borrar de la memoria, como uno desearía, por el bien de esta arte, que ha de quitarse toda de la manera tan miserable que la han dejado, y eso es de imposibilidad ya ni siquiera de intento plausible, y lo que hay que hacer es que arda todo y salvar solo el fuego. Horroroso de verdad lo que han hecho con ellos ellos mismos y con uno mismo, que ha tenido que huir de todos ellos hace ya casi medio siglo.
Que se siga hablando o escribiendo de algo no significa absolutamente nada, en tanto en cuanto hacer saber, declarar o manifestar algo no indica interés ni admiración necesariamente por algo, sino que de lo que mayormente se habla es de lo que molesta e interrumpe, de lo que todo sería mejor sin ello. Lo que significa en el sentido de distinguirse por alguna cualidad, valía o importancia no es objeto sino del silencio o la evocación, porque nadie se preocupa de lo que está bien ni requiere mención siquiera. En tal sentido, las cosas que hacen sentir mal, cuanto mejor hechas estén, peores son, porque peor es lo que hacen sentir y, al mencionarlas y glosarlas tan insistentemente, lo que le rogamos a Dios es que de ellas nos libre y nos aparte, y nos las quite de la memoria, como si nunca hubiesen existido, pues no fuimos a buscarlas, sino ellas y ellos a nosotros. En tal manera, observado lo que a mano se tiene para bien personal, aprendemos a desdeñar lo que nos recomiendan leer los que tales desagrados nos causan con lo suyo y a decirnos: menciona a tal, pues va a ser mayor pesadumbre y más de lo mismo. En eso nos sirven mucho porque nos mencionan ya lo que no hay que mirar siquiera. En esto aprendemos mucho de Juan Ramón Jiménez: “Bueno es dejar un libro grande recién comenzado en el banco de un parque: lo grande que termina.” Pues los que ellos nos dicen, ni siquiera tenemos que dejarlos en el banco de un parque recién comenzados, porque nada más al citarnos algo de ellos, sabemos ya que no son sirven, e incluso conociendo ya lo que esos editores han dado a la luz en gran cantidad, sabemos ya que no hay ni que abrir el libro. En esto se equivocaba García Baena cuando me dijo en Cádiz: “De lo que publica ese hay que estar muy pendiente porque de vez en cuando sale algo hermoso.” Si tal es, que lo sepan los de dentro de cinco generaciones, si a tal alguno acudiese, pero me temo que carecerá de criterio por no haber empezado a formarse desde el principio de las fuentes. No sabrá de donde vienen las cosas ni podrá cuestionarlas, porque lo que a veces pueda embelesar no lo hace por sí, sino por haberse puesto lo que no se tenía que haber puesto: “No era el amor y se llamaba Antonio”. Pues si no era el amor, ¿para qué lo puso usted? Conque…
El olor a ajos que le echó el aliento de Dulcinea del Toboso a Sancho Panza lo debe recordar siempre mi tío tercero cada vez que relea que solo hay sitio en su casa para la eternidad y que el primero que tiene cabida en ella es don Quijote de la Mancha y los demás que ni aparezcan por allí. Pues como entre en su casa don Quijote de la Mancha, tema que se pueda liar a espadazos con todo por considerar encantada la casa, y que eran damas y caballeros cada uno de esos objetos y aun tema por él, por considerarlo a él el encantador y lo amenace para que los vuelva a convertir en las personas que fueron, en lo que no tendrá ningún poder, ni podrá huir ni estar a salvo de don Quijote. Esta terrible situación pasaría totalmente inadvertida para la prensa, lo mismo que el golpe de estado que sufre España, el odio que se va regenerando, los fusilamientos diarios que se hacen en secreto y la incontenible amenaza de las turbas y multitudes, de las cuales se puede esperar todo lo peor, desde el magnicidio a la zambomba y a que formen las bandas de Roque Guinart y hable la cabeza cortada en la casa de don Antonio Moreno. Dicen que todo está muy pacífico y feliz en el reino de España, pero yo no me atrevo a poner pie en ella, porque como empiecen a caer uno tras otro en las despedezadoras manos de los tumultos indetenibles, ya no se va a parar con todos y cada uno, y esto causa gravísimo temor y alejamiento, y basta el primer loco con el cuchillo en la mano o el dardo pedrero que atiene, para que todo el mundo se eche encima como en la carga de los mamelucos y sea ya no acabar y tener que ponerse las cajas llenas de fusiles en medio de las calles para que uno se defienda o ataque como pueda. Miedo da de pensarlo, pero esto no tiene otro remedio que pasar, porque ha pasado muchas veces y es muy raro que en tan larga vida no se haya presenciado nunca. Con lo cual, yo no pienso aparecer por allí, no vaya a ser que nada más yo llegar, se forme por completo y sea yo el único que una a España en una voluntad unánime: que carguen todos juntos contra mí por haber profetizado su pérdida en mi juventud.
Me acabo de despertar de una terrible pesadilla: España estaba ya perdida y todo estaba en una tremenda oscuridad sin sol, luna ni estrellas. Yo iba caminando casi a ciegas y en lo alto de un cerro, que era donde estaba la casa de mi tía abuela, había unas luces como de llamas encendidas, y al pie del cerro pasaba el río Guadalete donde se perdió España. Me acerqué a las luces y vi que antorchas y oía muchísimos insultos que se mezclaban con unos llantos. Más cerca ya pude ver tres cruces clavadas en el cerro y tres crucificados en pelota. El del centro era Nuestro Salvador y a los lados estaban crucificados junto a Él, Pedro Sánchez y Puigdemont. Entonces vi que volvió la cabeza Cristo Rey hacia Pedro Sánchez y le dijo: “Esta misma tarde estarás conmigo en el reino de los cielos”. Entonces unas voces insultaban muchísimo más enojadas a Jesús y yo le grité: “¡No, Señor! ¿Por qué haces esto?” Me miró con dulzura y me dijo: “Porque los designios de Dios son inescrutables.” Pedro Sánchez, que se dolía bastante ya de la crucifixión y tenía la cara completamente demacrada y gemía por los tres grandes magnicidios que se estaban llevando acabo en aquella pérdida de España, que era ya la última pérdida, como yo había profetizado en mi juventud, se dirigió al Maestro y le preguntó: ¿Podré tener allí queridas? El Señor le contestó: “Todas las que quieras. Te daté también a Rocío Jurado.” Entonces sonrió Pedro Sánchez y la multitud no sabía ya los insultos que proferirles a los tres crucificados y yo grité: “¡Señor, a Rocío Jurado no se la des!” El Señor me dijo: “Sí se la daré.” Yo quise maldecir a Cristo en ese momento y todos los que estaban allí se indignaron muchísimo con el Mesías y los insultos eran incluso mayores para Cristo que para Puigdemont y Pedro Sánchez. Entonces la Virgen María le dijo a su Hijo: “No hay derecho, Hijo mío, que después de todo lo que ha hecho le des a Rocío Jurado en el paraíso, estando aquí al iban destinadas sus coplas de amores, en las que, por mucho que lo culpara siempre, no dejó de amarlo.” Cristo entonces respondió: “Mujer, ya sabes que te he dado a Juan por hijo y que mi voluntad es darle a Pedro Sánchez a todas las queridas que desee y también a Rocío Jurado, y en ello libero a quien padeció tanto por lo miedosa que fue y castigo a Pedro Sánchez en tener que escuchar sus pasodobles toreros y el Canrto a España por toda la eternidad.” “iNo es justo!” Gritaron todos los presentes insultando a Dios de nuevo muchísimo más que a los dos que había junto a Él crucificados.” Entonces Cristo elevó la mirada al cielo y dijo: “Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado?” Todos empezaron de nuevo a insultar al Mesías y a gritarle: “Y Tú, ¿por qué nos has abandonado a nosotros?” Cristo entonces dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”. Ante la sonrisa beneplácito de Pedro Sánchez. Entonces llegó el fantasma de prima Rocío Jurado, me miró y me dijo: :”Eso no se lo cree ni Dios”. Cogió una escalera y capó a Pedro Sánchez y a Puigdemont. Me miró y me dijo: :Ea, ya te puedes despertar tranquilo, niño.” Entonces noté como algo que me tocaba la cara y era la patita de mi gata. He tardado como media hora en recuperarme de esta pesadilla y he mirado al Santo Crucifijo y le he preguntado: “¿Verdad, Señor, que este sueño ha sido obra del demonio, como todo lo que ha pasado en ese reino de España del que me ha salvado tu Divina Providencia? Y le besé los pies.
En estos comentarios de difunto de taberna, las parrafadas que se pierden, los vicios del lenguaje y faltas de ortografía requieren además de una cantidad de vulgarismos que le sirvan de sal y pimienta a este reconstituyente de la senectud y, a base de bastonazos y vituperios, liberar la energía que, a falta de hermosuras que cantar, hagan las delicias y estupefacciones del peor estado anímico ante lo que se está dando ya incorregible y completamente degenerativo. Acabo de entrar en esta casa mía desde el jardín, de vuelta de mirar a las estrellas y un aeroplano que seguramente iba a aterrizar lejos de mí, en la ciudad, donde la vida nocturna es cada vez más reservada y miedosa. Andan ya todos muy escamados y los que no se fían de desconocidos, menos se fían de conocidos, y hacen muy bien en ello. El campo es también peligroso. Hermosa es la soledad como nada en el mundo. No hacen falta ya las voces que sabemos lo que van a contarnos, porque es lo mismo de siempre, su estilo de siempre, el pie del que siempre cojearon y los tomacos que han hecho para aburrir hasta el punto del aborrecimiento. Lo mejor, la yerbabuena. Sigue creciendo de una manera inesperada en esta época del año, lo mismo que el espliego, y eso que va a llegar pronto el invierno, pero no cesan de alzarse y expandirse. ¿Para quién? Para mí solo. Por eso crecen tan bien, porque lo hacen para mí, que los miro y huelo. Qué aroma tiene los dos. En mi casa no hay demonios ni pájaros siniestros, sino muchos libros que hay que tirar: de mi queridísima esposa, que todavía sigue entusiasmadísima con Juan Ramón Jiménez y no es una tonta que le quiera terminar los libros, como tantas quisieran… Si tiene ocho prólogos, ahí van. Todos son preciosos. ¿Quién es nadie para escoger uno u otro, ni para terminar lo que no debe de terminar y es más inabarcable que la propia vida? Los que han terminado, han terminado de verdad. Nada más empezar terminan: siempre es lo mismo: lo que no merece ni ponerse siquiera. Por eso yo cuando viene algo, le digo: engaña a otro, que yo sé de sobra que eso que me traes no es, no debe ser, y hecho está con no hacerse. Yo sé lo que es cuando es, y sé lo que no es que pongo, porque el hablar no es, y lo que se dice aquí en esta taberna es para matar el tiempo. Para matar, -cierto es-, lo que no puede consentirse que nos mate. Estoy en una nación que es un castillo inexpugnable. Por eso crecen la yerbabuena y el espliego, incluso en los albores del invierno. Por eso no temo nada y hasta hermana muerte me sabe a bien divino. Que venga cuando me ame mucho, como cuando vino y me dejó, por amaba mucho más a quien tan poco se amaba y aún me espera. Las nieves han venido, pero pocas. Llueve, eso sí, muchísimo. Los arroyos van llenos por el parque de al lado, con peces. Los ciervos van a venir, como todos los años. ¿He de ir allí? No me apetece. Veo lo que hacen y no me agrada. Volver allí es para mí como andar por un cementerio. Las distancias son tales que no hay nada de qué hablar. Me lo sé todo de sobra y es lo mismo. No han cambiado en nada. Todo lo ven como siempre. Esto es, que donde da el sol ven la sombra, donde está la vida ven la muerte, y donde está el amor ven la insignificancia. De tal manera que, si me ven a mí, ven mi repudio. Esto es lo que deben ver, para que haga juego con todo lo que ven.
Ahora no se puede ni leer. Lo que hay son unos mamarrachos que se dedican a poner en verso lo espantoso, esto es, lo feo: todo lo contrario de lo que se debe poner, que es lo bello. Estos espantosos son unos ignorantes que versifican lo aborrecible y andan completamente perdidos. Escriben lo que son, y por eso hay que huir de ellos, porque eso son, y hay que huir de los que los mencionan y con ellos se juntan. Nada de lo que ponen sirve para nada ni les sirve y a todo eso hay que meterle fuego, porque te pueden arruinar la tarde, la noche o el momento en que esos versos lleguen a la vista. Pero se aprende con ello, de quien los menciona y nos ha hecho buscarlo, o buscarlos, que ya a ese no se le puede hacer caso ninguno. Uno pensaba que eso iba a ser algo, pero no: es un espanto. Ni idea. Para tirarlos todos y no sabe uno ni siquiera de la manera que ha sido engendrada tal calamidad y las cosas tan malas que les han dado a leer, y que mencionan. Horroroso. Hay que temer moverse por ambiente alguno en el que escriban y que puedan venir. No se puede uno fiar de ninguno de ellos. Resulta que hacen unas fealdades y se fijan en todo lo feo que pueda haber para ponerlo por escrito, sin idea ninguna de lo que no se puede poner. Es verdaderamente horroroso que todo lo que pongan sea lo que no se debe poner. Si eso se puede hacer a conciencia, no puede salir peor, por mucho que uno lo intentase. Imposible que pueda salir una cosa tan mala ni a propio intento.
Estos seres de forma humana y las obras que producen me causan tan grave malestar por ser accesibles a través de esta máquina diabólica del internet, a la que ya está uno condenado irremediablemente por necesidad de supervivencia. Tiempos hubo mejores, en los que bastaba prescindir de todo lo malo y apartarse lo más posible. Entonces bastaba la lista del canon, entorpecida siempre por gente allegada que tendía su tela de araña en el trato y de donde surgen las nefastas publicaciones y las lecturas perniciosas y vanas, a las que la desprevenida juventud accede y erróneamente busca y encuentra, sin tener conciencia de lo destructoras que son para el espíritu, hasta convertirse ya en insoportables. Sin embargo, nunca llegó el mal a este punto, debido a que eran pocos y conocidos personalmente. Sin embargo, causaban las mismas sensaciones destructivas, pero la vitalidad de la juventud lo consideraba mal menor, ya que todo lo demás que a uno lo rodeaba era peor incluso y más deleznable. No sabía uno de qué manera huir de todo aquello, hasta que pudo, por misericordia divina. Cuando pudo, ya pudo poner esos libros aparte, en unos cajones cerrados con llave, y la llave enterrada junto al abedul del jardín, bajo el ángel de piedra, porque se me figuraba, y era verdad terrible, que abrir el cajón y que cayeran en mis manos de nuevo esos libros de versos, era como desatar el libro de los siete sellos que dice san Juan en el Apocalipsis. Tanto mal me causaron. Hoy andan en este aparato infernal del internet y si mencionan a uno de esos nuevos esbirros de la fealdad, lo busca uno creyéndolo de la hermosura, y no lo es, sino muchísimo peor que todos los que tengo yo bajo llave y ocultos, fuera de los estantes. Entonces es inevitable el destrozo emocional, el malestar, la pérdida de paciencia y las consecuentes pesadillas y desvelarse en la mitad del sueño de la noche. Eso me ha pasado con Tierra firme, que es como cuando Colón dio en ella y estaba llena de indígenas nativos que podían comérselo a uno o, a lo menos, asustarlo horriblemente y espantarlo, sacando todo lo peor de ellos, todo lo peor de ellos, todo lo peor de ellos, aquellos en sus cantos tribales y estos en sus tribales versos, y son como el ogro que atosiga el espíritu y es mil veces preferido el graznido del cuervo porque no nos engaña con su forma y ellos sí lo hacen, porque tienen forma humana.
Si no es para embellecer e idealizar, ni la poesía ni arte ninguno nos sirve para nada, sino que nos es nocivo. A mí me desespera y me saca de quicio con un malestar y un mal humor de mil demonios, sin comerlo ni beberlo. Me arruina el día entero, y, si han sido allegados, me obsesionan de por vida, por esperar uno todo lo contrario y haber creído que estos conceptos tan básicos se daban por supuesto. No lo puedo soportar. Es algo tremendamente destructivo y, cuando se hallan las causas de ello, repulsivo incluso, como un veneno dolorosísimo en la psique, el cual, te hace tirar por tierra y pisotear cualquier deseo de evocación de tal pasado. Yo le rezo a Dios y le pido que me quite todo ello de mi presencia y de mi memoria, y que no exista la vida eterna si tal memoria conlleva. Esto lo hago y lo ruego por piedad cada vez que rezo el santo rosario.
Como no se deben a su público estas almas tristísimas y malísimas para ellas mismas, que se consuelan con ver “las tristezas en los libros ajenos” y echarles más tristezas a este valle de lágrimas de señoritos mimados y señoritas malcriadas -siempre hay que referirse a Iriarte, que nos da la causa de tantísimos infortunios y arremetimientos quijotescos contra todos los molinos de viento que constituyen los paisanos, y el resto del mundo-, las secciones de incultura han tomado un vuelo que más hubiesen querido entonces las juventudes femeninas joseantonianas y solamente les faltan ya los conciertos de castañetas. Entre estos catetos de profesión, estas afligidas de los versos, y, para más inri, los de la berza, ya lo que le queda al reino es tomar por culo y montar en globo. Las demencias soberanas han dado al traste con cualquier noble deseo de felicidad y embellecimiento, y mi profecía sobre la pérdida del reino confirma el éxito de mi venganza. Nada van a poder hacer para evitarlo y han de sufrirlo estoicamente, como aprendemos de Séneca. Hay que tener muchísima paciencia y humildad en ese reino tan dividido por todas partes y donde todos andan en partes contrarias y como que se estrujan todos, sin tener nada en común excepto un surtido variadísimo de disensiones y discordias, gustos confrontados y disgustos afines. Nada se nota en la vida cotidiana, y la herencia pasada de las obras de arte arquitectónicas, escultóricas y pictóricas, joyas literarias y poéticas, y otras, muy escasas, musicales, son de remotos tiempos en lo pletórico y brevísimas reminiscencias posteriores, como se halla alfiler de plata en un pajar, por no decir en una cochinera donde la mayor parte se obra escatológicamente, todo impreso. Nada se nota si no abren la boca y empiezan a decir. Entonces se nota todo, y hay que abreviar, como hacía el Faraón. Mejor que abreviar, hay que hacer gala de las espantadas lo más disimuladamente posible, pues porque ponerse a entenderse con ellos es como hablar dos lenguas diferentes, pero en todo, todo, todo, y quien dice todo no excluye nada, si siquiera las estrellas del cielo ni las flores del campo. ¿Qué por qué? Pues porque ni siquiera saben sus nombres. Conque, si no saben de lo que hay hecho, ¿cómo van a saber el por qué de ello ni de cosa ninguna? ¿Ni para qué se escribe siquiera? Son tiempos para el olvido. Nada hay en ellos que merezca retenerse ni en qué embelesarse, que es por lo que debe retenerse la memoria de todo tiempo. De lo contrario, ¿qué utilidad han? ¿Conocer sus desgracias? Eso no es bueno para nadie ni el mal es principio de nada, sino anulación, y, en la anulación, no hay sino anular: la época entera.
Pobrecita aquella mujer de la que se enamoró Garcilaso de la Vega, que no para de acosarla en sus versos ni de contarnos todas sus privaciones en este asunto, y pobrecita su esposa doña Elena, a la que le hizo cinco hijos, y todavía no le parecía eso estar bien placeado. Una vergüenza. Cuánta obsesión tenía por esa mujer y cómo la idealizaba tan absurdamente, pues no se trataba de un célibe jovencito que busca el amor de su vida y pone los ojos y el alma en ella, pero que, si no hay ahí correspondencia alguna, no tarda en irse con otra que le corresponda. En fin, casi toda esa poesía es absurda y viciosa, porque su única utilidad es la de la antigua pastorela y mostrarse muy enamorado, y su fin es que caiga ella en la trampa, cosa a que tal señora no dio pie ni mano, y, en vez de ser aquello deplorado, se convirtió en cosa muy leída e influyente, como todo lo que pica a curiosidad y sirve de modelo a las malas artes cuyo fin es la fornicación. Ver el fondo de todo esto causa repugnancia a su vez, no porque se mienta en ello, sino porque, de haberse llevado a cabo tal idealización, no hubiese tardado ni un minuto en ponerse de puta a Isabel, a él de concupiscente y a doña Elena de cornuda, y todo aquello habría sido tachado de deplorable, siendo entendido por grave sufrimiento del alma enamorada inevitable, y sin embargo, erróneamente entendido como tal, ya que el propósito de los versos no deja de ser el de las serranillas, pero a todo fuego con una sola víctima, e Isabel no dice ni pío de este asunto, ni su señora doña Elena, ni ninguno de sus cinco hijos. A esas edades ya no se estaba para eso, que son cosas de la pubertad, adolescencia y primera juventud. En eso se entretenía la nobleza y los pocos que leer sabían, que eran sin duda pudientes o curas, y si eso era el Siglo de Oro, o primera parte de tal siglo, andaban todos muy insatisfechos e infelices haciendo que la parte concupiscible del alma se uniese con la del corazón y la vista y acabasen todas en poder de la que debe regir ambas, que es la mente, a la que se la anulaba en su inteligencia y conformidad con la familia y matrimonio. No engañe Garcilaso de la Vega a los adolescentes, porque se trata de un hombre mayor para las tiernas edades, bastante satisfecho ya en la cama, con cinco hijos, y estos adolescentes son de mayor sabiduría y nobleza de alma, y saben encontrar su amor verdadero muchísimo mejor que aquel señor que ora tenía la espada en mano ora la pluma para tirar adonde no debía, porque a quien debía hacerle versos más tiernos y efusivos amorosamente era a su esposa, y se le iba la cabeza haciéndoselos a Isabel, sin haberse metido en la cama con ella ni una sola vez, ni haber sido un amor verdadero del pasado, ni nada de nada. Conque, viéndose tal causa, ya no son sirven tales versos e incluso la canción de Gnido, se nos antoja escabrosa viniendo de tal señor. Es por ello que las causas destruyen el amor por muchas obras poéticas y vistas y analizadas todas, lo que al no verlas ni analizarlas nos pudo identificar con ellas en la ingenuidad y desconocimiento adolescentes, tras mirárselas bien y sin poder ya eliminar las causas de las mismas, nos repugnan en el fondo y nos da asco de tal caballero y muchísimo más de sus lágrimas lascivas, insensatas y deshonestas, a merced de una imaginación y enfermedad incurable, muy fea en sus personales circunstancias.
“Echado está por tierra el fundamento/que mi vivir cansado sostenía.” No se le cae la cara de vergüenza a Garcilaso de la Vega ni siquiera en el remate “a quien fuera mejor nunca haber visto”. No puede ser sino obra del demonio esa locura que llaman falsamente amor platónico y que no es amor, porque no lo halla en su esposa, a la que le hizo cinco hijos así como el que no quiere la cosa, esto es, como por vicio concupiscente y desentenderse el alma de ello, así cualquier animal macho eyacula y huye, no pudiendo de él huir sino el espíritu, dejando al cuerpo con sus obligaciones matrimoniales y al alma desamparada por otro lado. Vaya elemento. Tampoco es eso platónico en absoluto, pues porque Platón define las tres partes del alma y concluye que es la de la mente la que debe estar en control de la del corazón y de la concupiscible, y la armonía y felicidad se hallan en la unión de las tres, regidas ambas por el intelecto. Lo de Garcilaso no es otra cosa que cederle el poder a “la loca de la casa”, como definía Santa Teresa a la imaginación. Huye del bien dado Garcilaso de la Vega como todo imbécil. Obviamente no es esta enfermedad mental la originaria del mal del siglo o fastidio universal del principio de la Edad Contemporánea, sino la de estar la mente poseída por una subjetividades irracionales que han dado en tonturas iguales de graves o peores incluso y que, en el tiempo que me ha tocado vivir, son ya cosa recocida y a la cochambrosa, pero igualmente faltas de juicio y nocivas en exceso, estando todas las leyes de la hermosa libertad sin intromisión alguna en lo esencial para la belleza y para, además, mostrar todos los estados del alma con sus causas verdaderas, que no pueden ser otras que circunstanciales impedimentos nada poéticos y no dependientes de nuestra voluntad y razonamiento. No les quepa duda a los mejores lectores de que, en algún momento de la lectura o de la información sobre la vida personal de quien escribe, han de encontrar la clave y causa de tales escritos, y en ello han de decirse: te cogí y te desmoronaste: lo que tú querías era otra cosa y no elevarte a través de los versos, sino que querías algo tan vulgar como un especial privilegio, ser el mejor jugador del equipo de fútbol del colegio, arrejuntarte con todos los que te apoyaran y engañarlos elogiándolos por hacer un poema de aprendizaje a un mejillón, cosa que se hace todos los días para adquirir técnica escrita en este difícil arte en la pubertad, rellenando con esas trivialidades cien folios a la semana que a la semana siguiente van a la papelera, o salir de enajenamiento de la tristeza y lágrimas de tener que trabajar para la subsistencia y no haberlo hecho en toda la vida. Entonces, todas esas obras se caen de las manos, poema tras poema, y hay que tirarlas, porque solamente a los pobres ignorantes pueden engatusarlos, esto es, a lo que nada se preguntan de lo que leen y hay que decirles que se han equivocado de carrera.
Lo mismo da Dafne que Anajérete, Isabel Freyre que la pastora Marcela. No es no, y punto final. Conque, si las dos primeras acabaron hechas una laurel y la otra estatua, fue porque los dioses eran unos demonios que las convirtieron en tales, pero ya eso no pudo pasar ni con Isabel ni con la pastora Marcela. Conque, esa Canción V de Garcilaso de la Vega, viene a ser como otro intento fallido más de convencer a la dama, esta para su amigo, y a Isabel una imparable sucesión de insistencias en verso y lágrimas vertidas, viva ella y muerta, de, además, un hombre casado con cinco hijos. Para ello lo mejor que he oído yo es una copla flamenca de Manuel Vallejo: “Si no eres de mi gusto,/ ¿por qué te agravias?” Y esto mismo les digo yo a todos y a todas esas marichulas que se ponen también a hacer descosidos mal hechos en lo que llaman verso, y ni siquiera lo es, que si siquiera verso significa poesía, tratando ahora de invertir las tornas de los machirulos, y todas ellas y todos ellos son de desecho de tienta y herrado, y no nos deben venir a estas alturas de la lírica, con todo lo que se ha hecho, a salirse todos y todas ellas de rositas, sin que yo les ponga su divisa y aclare su procedencia, siendo esta de escaso valor y menor seso, como claramente se está indicando en todos estos comentarios, porque, obviamente estando ahí lo que debe y tiene que estar, n se puede venir con ropa vieja ni deshilachada, y no se han formado en lo excelso ni son capaces de cuestionarlo ni conocen ni una de las reglas de esta dificilísima arte, ya que cogen la pluma sin tener delante lo que se ha escrito y hecho y sin traernos otras cosas que nimiedades de causas requetesabidas y no válidas, como aquí se cuestionan, y en ello desmerecen, pues porque todo lo hunden y oscurecen y otras son tan falsas que invierten los términos con tal mezquindad e hipocresía, que si antes se hundían en los fastidios universales, ahora aparecen con el Sol y las demás estrellas sin que se les conozca amor alguno que tal justifique ni hayan hecho lo mínimo para en ello elevarse, que son, a saber, dos cosas según Aristóteles: la supervivencia y manutención estable y la pareja con que compartir un amor, y obviamente que ambas no bastan para percibir y saber que por amor mueve Dios el Sol y las demás estrellas, sin de tal amor se carece, como no sea del divino, pero ni siquiera ha renunciado a los amores terrenos para hacer bodas con Cristo y venirnos ahora con tal cosa, hecha, como siempre, a la ligera, con suma fullería, y teniendo que relacionarse con todo lo peor, que son los que medran y no saben absolutamente nada de esto por no intentar ni hacerlo y haberlo visto ni mamado desde la tierna infancia...
Como no se puede decidir venir o no a este mundo antes de nacer, porque eso es designio divino, como todo lo que al azar parecer sucede, no me ha quedado otra que ver y dejarme llevar por lo que, puesto ante mí, me ha parecido la mejor opción entre tanta libertad abrumadora, ya que no ha habido en mi juventud, madurez ni senectud, peligro en que perderme y destrozarme todo. No voy a decir como mi prima, que ya estaba a salvo, por fin, y lo que se hallaba, como comenta el maestro de Dante en un bestiario, era en el lomo de la ballena, y la ballena tiró abajo del mar y se lo llevó todo, desde sus cantos de sirena hasta la vida. Yo cuando venga la muerte, solamente le pido a Dios que me la mande enamorada, porque siempre la he amado con el alma, ya que no pedí venir ni lo hubiese pedido de haber sabido de antemano por todo lo que tenía que pasar sin ni siquiera desearlo. He tenido que pasar por que el mundo no me toque ni un pelo. Todo me ha venido dado sin yo pretenderlo y me hallo protegidísimo por la Divina Providencia. Yo me he alejado estupendamente. Me ha bastado la más mínima susceptibilidad para decirme: eso no, y apartarme. Que hagan mucho: Espéralo mucho. Cuántos lamentos y silencios sepulcrales hay en el sucederse de las épocas. Cómo se derrumban las fatalidades. De qué manera se oyen las tristezas y temores. Con cuánta precipitación los anhelos y las felicidades se convierten en desdichas, por cualquier insensatez irracional. Lo mismo que los viejos de las pinturas negras acaban los pretendientes de la memoria terrenal y el desmoronamiento de tal castillo de arena es ya indetenible. Aparecida la luz de la verdad, todas las pretensiones quedan en ello. Sale algo arcano y les dice: eso ya lo hice yo y por crudelísimos motivos que me hundieron y me destrozaron el alma, llevando a muchos al suicidio, y no por esa estupidez tuya, que es una nimiedad y una estulticia desde el primer renglón hasta el último. Ni siquiera sabes que no basta el amor para ser feliz, que los que no saben no te pueden coronar de laureles ni que las cosas tras que andáis no os pueden ser concedidas por esfuerzo, prudencia ni allegados, ni que en cuanto estos mueran, nadie en absoluto se acordará de nada ni podrá rescatar de las sombras del olvido lo que ya estaba hecho antes de vuestro tiempo y vosotros habéis pretendido engañosamente ser el vuestro, no siendo el vuestro bienvenido en la cumbre de la Heliconia, adonde han de ponerse muy aparte a las lloronas, a las abúlicas y a las temerosas, y no se las puede sacar de aquellas mazmorras sino para echarles la culpa de haber atormentado en vano los laureles de los preclaros y elegidos, y entorpecido gravemente la senda de las inmortales glorias. Conque, allí un día en que salen de la misma tumba los laureles de niebla, y ese día es el Halloween de las musas, y se dicen: “Míralos lo enojadísimos que vienen, como todos los años, hechas todas unos esqueletos casi sin fuerza ya en las piernas y rechinándoles los dientes. Vaya pretendientes que tuvimos entonces en aquel tiempo del que no queda ni memoria.”
Esos que se dedican a estudiar las artes del período de la Ilustración y Romanticismo, que ambos van juntos y donde son inseparables, en la misma persona y producción, lo neoclásico de lo romántico, según se sienta el alma elevada o hundida, de acuerdo al sensismo, sacan unas tesis ajenas a aquel tiempo, en donde la tierna amistad constituía el mayor regalo de la natura. De esa tierna amistad entre hombres, deducen homosexualidades hasta en Paca de Paula José de Goya y Lucientes, en un desconocimiento tal, que, por falta de estudios literarios en la época, tanto en España como en Francia, denota muchísima ignorancia en sus tesis. De ser aquello homosexualidad, bisexualidad o como deseen ponerlo, no lo es de la manera que hoy se entiende. Las mismas correspondencias afectivas, y aun mucho más afectivas, se hallan entre nuestros neoclásicos y primeros románticos, que se reunían en la fonda de San Sebastián, en Madrid, y donde solamente de podía hablar de tres temas: de toros, de poesía y de mujeres. Paco el de los toros, esto es, Goya, estaba impregnado por tal espíritu hipersensible de lo más granado de aquellos tiempos con lo que, sin duda ninguna, se inicia la Edad Contemporánea. Yerran por tanto en grave desinformación y en la manera sutil de interpretar las cosas y correspondencias y es por ello muy claramente por lo que ninguna universidad española se halla entre las mejores del mundo y escasos son los que están al día en estas cosas tan imprescindibles para entender los vicios y logros de nuestro tiempo, que dura ya tres siglos, y a estos pocos señores ni siquiera consultan ni leen todo lo que debiesen haber leído antes de emitir por su cuenta y como locas perdidas, cualquier tesis al respecto. Ni es como se ve ni se deja clasificar en sus cortas miras e ignorancia, por falta de lectura, glosa y divisiones de los campos del reino del arte. Esto es, no saben de aquellos tiempos absolutamente nada, y en tal manera dan unas visiones que implican tales carencias desde el principio de la escritura, que han de calificar como homosexual al rey David: "Tu amor es más dulce que el amor de las mujeres", y nos referimos al siglo X antes de Cristo, pero ni en ello han mirado ni en nuestros dieochescos. Ninguno de ellos es Manolita Chen ni cosa por el estilo.
No hay otro remedio sino el personal, como hemos aprendido de los escasísimos grande sabios, cuyos libros han de estar siempre en la cabecera de la cama y muy a mano, para que no nos hagan caer en las estulticias de unas épocas que han de ser olvidadas, como la mayoría de las humanas épocas, cuyo interés hay que delegar al estudio deplorable de los viciosos de las cosas vanas, con su toga y birrete. “Os ha nacido un Salvador” es una frase que merece ser muy considerada en la medida de todo lo posible, que es muy escasa, pero lo suficientemente clarificable, a la luz de los pocos que han pensado verdaderamente, como para saber lo que no es y quitarlo de la vista ya, como han de hacer las generaciones venideras con las predecesoras, y tal se ha hecho siempre, y tan bien, que no se recuerda nada de aquello y, cuando algunos torpes lo sacan, y de tiempos ya arcanos e inservibles como estos, no solamente no dice el sabio “qué sabe”, sino que se dice: “Cómo ha perdido el tiempo.”
Están muy atrasados todos y haciendo cosas muy premodernas. Creo que se han equivocado todos de siglo y andan muy perdidos y sin mundos propios. Lo que hacen y han hecho desde hace muchísimo tiempo no vale nada. Eso no hay que decírselo a ellos porque es obvio. No es que no hayan tenido la voluntad de hacerlo, sino que no han podido, y eso que han buscado todas las maneras de ponerse ahí y no han parado de hacer cosas, pero ninguna de las cosas que han hecho sirve para ni embelesan, sino todo lo contrario: deprimen muchísimo y no expresan sentimiento estético alguno. En tal manera, que lo que han hecho no es de amarse, sino de detestarse muchísimo. Nadie dice lo bonito que es eso ni suspira, sino que bosteza, tira el libro o lo que hayan escrito, y se queda dormido. Si tienen valor todos ellos es que no hay mejor pastilla para dormir, porque ya a estas alturas de la vida, no cae uno en el error de compadecerlos por sus tristezas y depresiones, sino que, de tenerlos presentes, tirarles de las orejas es lo menos que se les puede hacer.
Se ha puesto Enrique García Máiquez hoy no solamente en contra del representante de Cristo en la Tierra, que está sentado en la silla de Pedro, y no es el Anticristo, porque el Anticristo hace mal a conciencia a otros, única definición de pecado que concluye el santo varón de Hipona, tras pasar y sopesar absolutamente todo por el Evangelio, en esa obra culmen del pensamiento que es la Civitas Dei, y tras la cual no se ha escrito otra que nos sirva en la filosofía verdadera, que no es para subjetiva ni a favor de las convenciones sociales, sean estas las que fuesen, sean y serán, lo mismo que Cristo se opuso a la lapidación de la adúltera. Inmediatamente debe ir a confesarse Enrique por pecado de soberbia y estimar que el último sacramento declarado por la Santa Madre Iglesia, y con mucha oposición dentro de la misma, esto es, el del matrimonio, creo que lo fue en el siglo XIX, pues lo pone por encima de otras relaciones amorosas entre personas. Gran pecado de soberbia es. Dio Cristo poder a su sucesor para atar y desatar, y lo que ate y desate será de tal manera atado y desatado en el reino de los cielos. En atar hay que leer unir por amor y en desatar hay que leer dar libertad por amor, y todo es por amor, por el que mueve el Sol y las demás estrellas. Tras su arrepentimiento y penitencia, debe acudir a besar la mano, y aun los pies, de Su Santidad. El mal causado por otras convenciones sociales que no lo era en la Edad Media, hizo de mi prima una desgraciada y de mí un misántropo, pero estaba el Señor muy pendiente de no dejarme perder, porque mala intención en mí nunca hubo. San Agustín se refiere a las parejas por igual, “con o sin bendición”, y los opositores a declarar el matrimonio como sacramento, lo hicieron siempre desde el lado del ascetismo, por considerar que nada santo hay en dos amantes que la cama se meten y hacen cosas arquerosas de necesidad para la procreación y que tal no es el camino que eleva el alma a Dios, sino la vía purgativa. Yo la vía la he aplicado a mi manera, que no es la de la santidad, pero ha sido siempre huir de todo aquello me ha parecido nefasto y me ha causado mal en el pensamiento y en el corazón, y esto no es pretensión de santidad ninguna, sino diseño del Altísimo en la creación del universo y de la vida, pues ella siempre busca el bien, de donde todo ha surgido por voluntad dicina, y no de otra se busca el bien, y lo buscan las plantas y los animales, y por eso escribe Dante que es por amor “por el que mueve el Sol y las demás estrellas.” No se crea sin embargo que me siento libre yo de hallarme en pecado mortal desde mi puericia, porque la carne es débil, y tras mucha indulgencia plenaria que haya y aun viniendo Cristo al mundo para el perdón de todos los pecados, no debería Enrique sentirse libre de pecado en tal soberbia como la que implica censurar al Padre Santo de Roma, que habla ex cátedra. No se le olvide nunca aquella oración que Cristo nos enseñó: “Ruega por nosotros pecadores”. Amén. Ahora Su Santidad, esto es, Cristo mismo en la Hostia sagrada, pues por Él habla, yo me he liberado de sentir toda mi vida en gravísimo pecado mortal, pero a Enrique esta liberación lo ha hecho caer en pecado mortal por contradecir su soberbia al que se sienta en la silla de Pedro. Nadie puede negar, que lea mis versos, que todos mis pecados han sido hecho públicos. Sin embargo, parece que Enrique es perfecto, y esto, no puede ser de ninguna manera, porque tan solo lo es Dios. Así que de Enrique no sabemos nada, oero de Garcilaso de la Vega sí, y por eso nos sirve, porque podemos contradecir la locura amorosa fingida que se apoderó de su alma: “Danubio, río divino…” Esto es por voluntad de Dios, que solamente concede esos dones a los que ha decidido tener como ejemplo de comento para el bien de la humanidad. Pero como Enrique es perfecto, no nos hace falta ninguna.
Cateta
completa:
verano.
Estos versos escritos por Manuel Machado muestran ya el decadentismo que había entonces y que su hermano Antonio coronó con aquella maestría que caracterizaba, de muy tarde en tarde, su idiosincrasia:
Sevilla sin sevillanos:
qué maravilla.
No es que yo tenga alma de misántropo, sino la pura realidad, que hace apartarse de todo y profetizar la pérdida de España. De suma dificultad es hallar la hermosura, e inventarla en los versos no debe de ser, porque sería mentira. Por otro lado, poner las cosas como son, no es poesía, porque si ya uno hace todo lo posible por apartarse de ellas, no las va a poner para que no se pueda uno apartar de ellas nunca. ¿Qué merece, pues, quedar por escrito? No quiero un vicio en eso como el que tenían estos dos hermanos y tienen todos los imparables, que no obedecen a Horacio ni hacen caso de nada. ¿Es que acaso lo han visto alguna vez o leído? Si tal fue, por un oído les entró y les salió por otro. Andan buscando cosas que poner y yo huyéndolas. ¿Que por qué? Porque no son las que deben ser y se está muy tranquilo de esta manera. La mente se halla pendiente de unos peligros en que se ha de dar por perdido todo y las selecciones personales de poemas van disminuyendo con el paso de las relecturas. Lo mío ni lo miro ni de mí hablo, que es cosa bastante aburrida y conocidísima propia. Breve sí, y me lo agradezco. Vienen las cosas y les dice uno que no. Ya a los que nos hunden con las suyas no se les puede decir como Manrique: “que traen yerbas secretas/sus sabores”. Ya es que, cuando escribe Quevedo :”las galas del verano”, si miro atrás y evoco aquellos veranos no me miento, y digo con don Manuel lo que debió haber él dicho:
Cateta
completa:
verano.
No hay ave tan fastidiosa
en el cantar como tú:
cucú, cucú, y más cucú,
y siempre una misma cosa.
Es una alegría lo que censura la abeja en estos versos del gran Tomás de Iriarte: oír el canto monótono de ese pájaro en el bosque, como yo lo oigo tantas tardes, es un regalo de Dios en comparación con lo que aquí se trata, que es completamente hundidor y nocivo.
¿Te cansa mi canto igual?
(El cuclillo respondió:)
Pues a fe que no hallo yo
variedad en tu panal:
y pues que del propio modo
fabricas uno que ciento,
si yo nada nuevo invento,
en ti es viejísimo todo.
“En ti es viejísimo todo” es lo peor que le dice el cuclillo a la abeja. Como alega la abeja, ella tiene una utilidad, pero ¿qué utilidad tienen todos estos de cucú, cucú, cucú y más cucú, y todos los cucús son de una depresión insoportables ya de leerse a estas edades? Yo creo que con que hubiesen dicho cucú cinco minutos ya va bien? Pero otra vez cucú, cucú y cucú, en lo que llegan ya a ser tomacos enteros de cucús, pues la verdad es que si, de tan graves cosas y tristezas tratan, debiesen ser todas por motivos distintos al menos, pero es siempre por lo mismo, y no hay motivo en ello sino que están programados para cantar siempre el mismo cucú, cucú, cucú. A esto le llaman unidad, pero ojalá fuese unidad, esto es, una vez. No. No es así. Es siempre lo mismo, incesante como una gotera, y viejísimo todo, anterior incluso al tiempo de sus tatarabuelos.
Obviamente, al demonio no le interesan esos matrimonios de sacramento fiel que se quieren por toda la vida por ya saber ellos lo dificultoso y el gravísimo horror mutuo que cometerían en no tolerarse y donde el ángel de la guarda de ambos muestra ya la abulia, tristeza y monotonía que les ha tocado con ellos, sabedores ambos de que pecan de soberbia por sentirse en el camino recto y en los que se conforma el demonio de buen grado en que, llegando ambos al cielo, San Pedro los mande al mismo paraíso en que estuvieron en la vida terrenal y, al preguntarles ellos: ¿Esto es lo que hemos ganado, lo mismo que teníamos? Les responde aquel que negó a Cristo tres veces: “Las jerarquías de este cielo ya están dadas por el Señor y no tengáis mayor soberbia de desear más altas escalas y mayor cercanía al Hacedor, y pues que aquel bien os bastó, es justo que el mismo aquí os baste, y contemplaos y amaos por toda la eternidad, ya que en vosotros mismos y con reciprocidad no deseasteis mayor bien.” El cual sonríe el demonio muy satisfecho sin haber tenido que mover un dedo nunca para tal fin que de pleno le satisface a carcajadas. Donde el demonio verdaderamente se descompone es en las vidas que tal trabajo dan al ángel de la guarda, que no halla este descanso ni aun cuando sueñan, y anda el ángel de la guarda en estos casos con medio palmo de lengua afuera, haciendo ver la reacción que ante tantos peligros y tentaciones hace revolcarse al demonio desesperadamente por no lograr sus fines en tales almas en las que tanta esperanza ponía de poseerlas, tales como mi prima, la cual en toda su desgracia personal, le bastó con cantar “Como las alas al cielo, yo le elevó a Dios mi corazón” y se murió con mi anillo puesto, o, en el caso de mi tío tercero, que aun apareciéndose los demonios y en tantos pecados de soberbia y lascivia, y pretensiones de inmortalidad, por no conseguir lo que deseaba se lamenta eternamente y arremete contra el mundo con todas las locuras imaginables, y, por sentirse completamente que no ha logrado ninguna, le basta ya que el ángel de la guarda, muy alegre, le cierre los ojos y le diga: “Descansa ya de tus tribulaciones, que el Señor por el mucho amor que a todos tiene ha visto a bien no concederte ninguna de tus locuras y aspiraciones para poder salvarte, ya del todo rendido y vituperado, y viendo cuánta imposibilidad ha habido en que pusieras mil defensas y muros contra lo divinamente deseado y asignado de tan contraria manera a la tuya.” Y donde más se enfada en demonio es en mí, que sabiendo perfectamente lo que he de hacer para lograr lo que estos dos no lograron, lo rechazo de pleno ante la estulticia y desconocimiento de mis contemporáneos, en todos los aspectos de la vida y de la obra, haciendo que el ángel de la guarda, tras tenerlo exhausto en mi protección y liberación de mis peligros, me abrace locamente como mi prima y todas las que pudieron, me bese la frente y mi diga: ni la corona de laurel ni la de mirto pueden logran mayores alabanzas que la felicidad que hoy tiene en ti la Virgen María y las tres personas de la Santísima Trinidad, que saben que lo que deseas es descansar eternamente y que no te resuciten y para ti, como nada pediste ni deseaste, será el lugar apartado del reino de los cielos, donde no te faltará ni la marca de tabaco que fumas ni el mejor vino de tu tierras, ni los besos de tu prima ni el amor de tu esposa, tan satisfecho como estás de todo, que nada más deseas, sino el eterno descanso.
En respuesta al artículo de hoy de Enrique García Máiquez, titulado “Gobalistas con boina”, voy apostillar varias cosas, ya que está cubierto este artículo de tantas postillas, esto es, costras, que parece un eccehomo. La palabra “globalista” no viene en el diccionario. Por tanto, da la impresión de que el título se refiere a unos gordos que van con globos de gas y llevan boinas. Esa boina que dice le queda muy a Carlos Quinto pintado por el Tiziano. Conque, no hace la boina al emperador, sino el cateto a la boina. Obviamente el emperador Carlos Quinto no solo era ciudadano de Gante, donde nació, pero Enrique pretende ser ciudadano del Puerto de Santa María, que el artículo “el” le sobra al nombre, y como llamar La Lola a Lola, esto es, poner de pelandusca a la ciudad o, como mucho, de churrera: el puesto de la Lola. “No es hombre quien no ha viajado”, escribió Tirso de Molina. De hablar de ciudadano español, no conoce España quien no ha salido de su pueblo, ni siquiera su gran pintura, que está mayormente en el Museo del Prado, ni sus catedrales, ni sus monumentos nacionales. Su literatura puede que la tenga en casa y su mejor música, escasísima. Decir que tales cosas, a las que no se refiere, son cursis, es lo que yo he oído en Sevilla decir de Bécquer a algunos catetos, y es por ello que han degenerado muchísimo las colecciones de poesía que prometían algo y no cumplieron. Decir, por ejemplo, que tal cosa “no pasa de ser una sinestesia”, es decir que El Quijote no pasa de ser una ficción o el toreo no pasa de ser matar a un animal, pobrecito, y pobrecito al que le eche mano. Con lo cual, se confunde el culo con el pulso, con perdón, en sacar las cosas de quicio y aplicar obviedades a Occidente y a la cristiandad. En tal no salirse del Puerto, o ser ciudadano de su pueblo, que borre Roma y Florencia, por ejemplo, de su mapamundi de Bilbao, del Puerto o del pueblo en que se halle. Uno no se puede morir sin ver Florencia, ni existe poesía que no sea expresión de la belleza, y la belleza está impregnada de la creación divina, esto es, de la natura, la cual ofrece percepciones sensoriales a los cinco sentidos, tales como colores, sonidos, suavidades del tacto, aromas y sabores, esto es, “imágenes y sensaciones subjetivas, propias de un sentido, determinadas por otra sensación que afecta a un sentido diferente”, tal es la definición psicológica de la sinestesia. “suspiros y risas, colores y notas”. No pasar algo de ser sinestesia, significa ser ladrillo el lector de esta arte y haberse equivocado de carrera y de libros. ¿Para qué sirve, si no, el mundo creado por Dios, que está lleno de flores, cielos, y mil maravillas imposibles de ser creadas por el hombre, ni siquiera él mismo a sí mismo?
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