(del laberinto al treinta)


sábado, 7 de enero de 2012

¿Nació realmente Séneca en Córdoba?



Acisclo Lupiáñez



En este lejano lugar del Medio Oeste gringolandés donde transcurren mis exiliados días entre la investigación y la docencia no abundan las distracciones. Así que me dedico en mis horas libres a la realización de pequeñas pesquisas históricas referentes a mi lejana y añorada tierra, Córdoba. Entiendo el exilio y entiendo el dolor de quien lo padece. Por eso siempre me he interesado por el que sufrió durante ocho años Séneca en Córcega y la expresión que de ese dolor dejó en sus escritos. Y fue precisamente en el estudio de las obras escritas por el filósofo en torno a ese exilio donde las dudas de su verdadero origen han surgido en mi como las grietas tumefactas surgen en los bordes de las heridas malcuradas. No es sólo cosa mía. Otros exegetas de la obra senequiana con mucha más autoridad que yo, que ni siquiera soy latinista o historiador, han mostrado sus dudas no ya sólo acerca de que Séneca fuera nacido en Córdoba sino incluso de que fuera de origen cordobés, toda vez que el patronímico Anneo que aparece tanto en la epigrafía cordobesa lo hace también y con la misma frecuencia en muchos otros lugares del Imperio.

Patrick Manzini, latinista norteamericano especializado en las Cartas de Séneca, publicó hace unos años un opúsculo (1) en el que a partir del estudio de Consolación a Helvia, las Cartas a Lucilio y otras obras senequianas planteaba la duda de que Córdoba hubiera sido realmente la cuna del filósofo, quien probablemente fuera de nación y estirpe de raigambre romana, propiamente de la misma Roma o como mucho de alguna ciudad cercana.

Así mismo el latinista italiano Gillo Santorini viene a coincidir en muchos aspectos de las dudas que plantea Manzini en un voluminoso tratado sobre el uso del gentilicio en la Roma republicana publicado hace unos años (2). Ambos coinciden en señalar la práctica ausencia de referencias a Córdoba en las cartas y en los epigramas de Séneca y defienden la teoría de que cuando lo hace se hace eco de una moda muy extendida en el siglo I en Roma por puro exotismo de declararse nacido en algún lugar lejano del Imperio, preferentemente Hispania y en concreto la Bética, como lugar semimitológico y cargado de referencias de la literatura fantástica grecolatina. Pero es que además la mayoría de los cordobeses no somos conscientes de la clase de importancia que gozó Corduba en aquel tiempo y lo de moda que llegó a estar en la Roma capitalina imitar lo cordobés, hasta el punto de considerarse de buen tono declararse cordubens.

Los que sí parecen serlo son los arqueólogos locales que lo están demostrando. Qué hermosa armonía se produce en la cultura cuando los yacimientos confirman las hipótesis de las cátedras. Si hemos de creerlos –y no tenemos motivos para no hacerlo- las pruebas de este carácter de faro mítico, e incluso místico, de la Corduba del siglo I han aparecido de las propias entrañas de la tierra cuando ha empezado a dar a luz, ejerciendo ellos de competentes parteras, la impactante evidencia de que nuestra ciudad no sólo fue la fundación capitalina de una provincia lejana, sino un verdadero faro iluminador y foco dispersor de cultura y modas literarias, vestimentarias, alimentarias y arquitectónicas a todo el Imperio. Este último campo, el de la difusión de modelos arquitectónicos a la metrópolis, está siendo brillantemente estudiado por nuestros esforzados equipos arqueológicos locales, cuyos últimos descubrimientos apuntan a la demostración –ya cumplida- de que incluso el anfiteatro cordobés sirvió de modelo canónico para la construcción del Coliseo de Roma (3). Somos muchos los que pensamos que la rutilante exposición arqueológica que en estos dias se puede disfrutar en la ciudad, CÓRDOBA REFLEJO DE ROMA, tendría que haberse llamado más bien la viceversa: ROMA REFLEJO DE CÓRDOBA.

Pero tras este preámbulo de cimentación teórica pasemos ya directamente al asunto de este artículo: la demostración de la no cordobesidad del filósofo Séneca. La prueba difinitiva de la teoría me ha venido cuando comentando estos temas con mi amigo Severo Sandua, latinista colombiano que imparte sus clases en esta misma Universidad y con quien comparto frecuentemente charla y vino californiano (cuando se nos acaba el Montilla que me traigo en mis espaciadas visitas), me ha puesto en la pista de un detalle que según él podría ser la clave definitiva para desmontar el extendido error de hacer a Séneca cordobés. Se trata del epígrama De se ad patriam, que hemos traducido juntos a cuatro manos en una tarde, uno de los 72 atribuidos a Séneca pero con la particularidad de ser el que presenta unos rasgos estilísticos senequianos más acusados. La latinista italiana Rita Degl'Innocenti Pierini ha demostrado (4) de una manera contundente que este epigrama al menos no permite albergar demasiadas dudas de su autoría.

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DE SE AD PATRIAM


Corduba, solve comas et tristes indue vultus,

inlacrimans cineri munera mitte meo.

Nunc longinqua tuum deplora, Corduba, vatem,

Corduba non alio tempore maesta magis.

Tempore non illo, quo versis viribus orbis,

incubuit belli tota ruina tibi,

cum geminis oppressa malis utrimque peribas

et tibi Pompeius, Caesar et hostis erat.

Tempore non illo, quo ter tibi funera centum,

heu, nox una dedit, quae tibi summa fuit.

Non Lusitanus quateret cum moenia latro,

figeret et portas lancea torta tuas.

Ille tuus quondam magnus, tua gloria, civis

infigor scopulo. Corduba, solve comas,

et gratare tibi, quod te natura supremo

adluit Oceano: tardius ista doles.

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DE ÉL A SU PATRIA


Córdoba, suéltate el pelo y píntate la cara de pena,

y ofrece a mis cenizas el sacrificio de tus lágrimas.

Ahora lejana, Córdoba, llora a tu poeta,

Córdoba, nunca más triste que ahora.

Ni siquiera en aquel tiempo en que desatadas las fuerzas del orbe

cayó sobre ti toda la ruina de la guerra,

cuando un geminado mal doblemente te mataba

y enemigo para ti fue Pompeyo y lo fue César.

Ni siquiera en aquel tiempo en que ¡ay!, trescientos funerales

te dio una sola noche que fue para tí la peor.

Ni cuando asaltaba tus muros el saqueador lusitano

y clavó en tus puertas su atrevida lanza.

Este que fuera para tu gloria ciudadano famoso

clavado está ahora en un peñasco. Córdoba, suéltate el pelo,

y agradece a la naturaleza que permitió que te bañara

el lejano Océano: eso retrasará tu dolor.

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Aparte de sus señalados en varias ocasiones y por diferentes estudiosos claros reflejos en el lorquiano Córdoba lejana y sola, se trata de un hermosísimo poema en el que podemos detectar claramente diamantinos arquetipos, inmortales moldes iconográficos de la poesía más genuina de todo el Mediterráneo, como ese suéltate el pelo que remite a las cien mil clónicas plañideras que empedran la geografía y la historia del dolor popular en el Gran Charco Familiar. Pero para lo que a nosotros nos interesa hemos de fijarnos en los dos últimos versos, en ese agradece a la naturaleza que permitió que te bañara el lejano Océano, en el que afirma que un mar baña los pies de nuestra Córdoba. ¿Se trata de la misma Córdoba que conocemos? Veamos: previamente el autor ha señalado el dolor y la destrucción que a esta Córdoba le causó la guerra civil entre César y Pompeyo y el miedo que debió sentir cuando el salvaje Viriato casi la viola. O sea que se trata de la misma Córdoba que conocemos. Pero… quien escribe esos versos, y ya ha quedado demostrado que es el propio Séneca, demuestra que sabe mucha Historia pero desde luego poca, muy poca Geografía. O que no sabía muy bien de qué lugar estaba hablado. Y para haber nacido y haberse criado allí… Porque si algo puede afirmarse con certeza de la ciudad de Córdoba desde que los primeros edaddelbronceños que pasaban por allí les gustó el sitio y se asentaron en la Colina de los Quemados es que nunca tuvo playa. Playa-playa, que la del río es un refrescadero. Porque si la hubiera tenido no podríamos explicar el que cada temporada calurosa bulliciosas hordas de cordobeses se vean impelidos a invadir el territorio de sus vecinos malacitanos para sentirse ciudadanos europeos normales que practican la liturgia del veraneo convencional medio desnudos y dejar su ciudad como la actual Pompeya: sólo ruinas para los turistas. Vicente Cristóbal, profesor de la Complutense, sugiere en una comunicación presentada en el congreso SÉNECA, DOS MIL AÑOS DESPUÉS celebrado en Córdoba en 1996, que esa referencia marítima pudiera acoger al propio Guadalquivir, teniendo en cuenta que era navegable hasta muy arriba en la Antigüedad y su curso podría entenderse como parte del Océano (5). Pero ni como licencia histórica vale. Quien escribió ese epigrama, y ya hemos visto que a los mejores expertos no les caben demasiadas dudas de que fuera el propio Séneca, no tenía ni la más remota idea del lugar exacto donde se ubicaba la (entonces) mítica ciudad de Córdoba. Así que malamente hubiera podido criarse en ella como afirman todos los tratados de senecología desde tiempos inmemoriales.

No pasa nada. La ciudad podrá superar este trauma. Lo superaron ¡¡¡los sevillanos!!! cuando se demostró que Adriano no había nacido en Itálica... Sólo sufrirá un pequeñísimo rasguño en su ego fácilmente sanable por los cientos de otros, más o menos pequeños, orgullos patrios que adornan su existencia.

Sólo que ya al Séneca estoico malamente se le podrá seguir responsabilizando de ese rasgo del carácter cordobés que es su seña de identidad y su hecho diferencial y que, según sostiene mi amigo Manuel Harazem, no es sino la forma local de la esaboriúra o de la malafollá, cuya fama injustamente se lleva siempre su hermana granadina: el senequismo.


(1) Manzini, Patrick: There was born L. A. Seneca in Cordova? Minneapolis: University of Minnesota Press, 1978. Reprint, Dover, NH: Croom Helm, 1986).

(2) Santorini, Gillo: Sul il diritto di utilizzare l'aggettivo nell'antica Roma (Università degli Studi di Palermo, 2001)

(3) Con un eje mayor de c. 178 m., el anfiteatro patriciense se inscribe en la serie previa a la definición canónica del tipo que supondrá la construcción del Anfiteatrum Caesareum o Flavium (Juan Francisco Murillo Redondo, El anfiteatro cordubense. Catálogo de la Exposición CÓRDOBA ESPEJO DE ROMA, pg. 238).

(4) Degl'Innocenti Pierini, Rita: Tra Ovidio e Seneca (Edizioni Saggi Universitari di Filologia Classica, 44., Bologna: Patron, 1990).

(5) Congreso Internacional Conmemorativo del Bimilenario de su Nacimiento, Córdoba 1996. Publicaciones de la Universidad de Córdoba y Obra Social y Cultural. CAJASUR. Córdoba, 1997).

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