(del laberinto al treinta)


lunes, 12 de diciembre de 2011

Buscando Córdoba en los Estrechos Malayos (I)


Me fui a los estrechos malayos buscando las fuentes del malayismo cordobés. Para tratar de averiguar si la conexión entre nuestro Tigre Malayo y su Tigre Malayo compartían algo más que nombre y oficio. Infructuosamente. Después de preguntar en los más perdidos puertos y aldeas de aquellas costas que fueron nidos y azotes de piratas el Sandokán original había desaparecido del inmaginario nativo. Ahora los piratas vienen de tierra adentro y en lugar de sables curvos traen órdenes de deshaucio o expropiación, me dijeron. Nadie que no fuera un ocasional lector de novelas de Salgari recordaba a ningún Sandokán. Por lo que se puede decir que, aparte de en esas novelas del prolífico escritor italiano, contamos en nuestra ciudad con la gloria y la responsabilidad de perpetuar un mito que estaba en vías de extición: el del pirata popular, transmutado tanto aquí como allí en sujetos de traje y corbata y mucha mano en los despachos oficiales. Gracias a que a algún ocioso graciosillo de Cañero se le ocurrió bautizar a uno de sus vecinos con el nombre del pirata malayo por su evidente parecido con su avatar televisivo, esta ciudad tiene ha tenido el honor de haber sido el origen del nombre impuesto a la mayor Operación Policial de Piratería Urbanística en toda la Historia Reciente de España. La Operación Malaya se llamó así porque en el núcleo de su actividad delictiva se hallaba un cordobés apodado Sandokán.

Pero ya una vez allí no me iba a dejar arrastrar por la achocolatada corriente del fracaso y ahogar mis penas exclusivamente en hectolitros de deliciosa TIGER, sino que decidí dedicarme en cuerpo y alma a buscar cordobesadas en otros caladeros. Y San Rafael me guió haciéndome seguir su olorcillo a pescao un tanto rancio hasta el mismo puerto de Singapur. Allí se alza un impresionante Museo a las Civilizaciones Asiáticas dedicado. Y en el que por supuesto existe un apartado de arte islámico. Chaaaan-ta-ta-chaaan. ¿Cuál es la pieza estrella de la exposición permanente de Arte Islámico en el Museo de las Civilizaciones Asiáticas de la ciudad estado ecuatorial? Pues una gigantesta página de Corán del principios del siglo VIII, de origen desconocido pero de ubicación aproximable. Según el texto explicatico se trata claramente de una monumental hoja de Corán (70 x 60) para uso de una mezquita (tal vez para un imán miope) escrita sobre piel y con la característica caligrafía primitiva abasí procedente del Norte de África. Teniendo en cuenta que la totalidad de los textos escritos en lengua árabe que se confeccionaron en Al Andalus y que no fueron quemados por las tolerantes autoridades católicas, fueron pasando al Norte de Africa a lo largo de los diferentes exilios hemos de considerar la posibilidad de que dicho Corán hubiera sido confeccionado y hubiera estado expuesto para su lectura en la Mezquita de Córdoba a lo largo de todo el siglo VIII y quién sabe si no hasta la invasión cristiana. Las otras opciones dada la tempranidad de su confección es que lo hubiera sido o para la mezquita de Amr de El Cairo o para la de Kairouan y nunca hubiera estado en Córdoba. Así que ese sería el cálculo: un tercio de las posibilidades de que se tratara de una pieza cordobesa, uno de los primeros textos excritos en árabe en nuestra tierra. En todo caso podemos imaginar que en la Mezquita de Córdoba hubo uno idéntico o muy parecido a ese. Y a últimas podemos pedir que se le haga la prueba de ADN al pergamino para ver si la cabra o la oveja que le sirvió tan duraderamente de soporte procedía de nuestras sierras o campiñas.



En el mismo museo cuentan con otro ejemplar de las mismas características pero mucho más pequeño, del mismo estilo y probablemente del mismo origen. Así mismo pueden contemplarse en sus vitrinas una veintena de Coranes de muy variadas procedencias y épocas. La mayoría de ellos son andalusíes de los siglos XII o XIII que pueden preceder de cualquier lugar de Al Andalus o incluso de Marruecos, donde arraigó también el estilo de escritura andalusi, muy característica y diferente a cualquier otra.

Un poco más al norte, en la capital de Malasia, Kuala Lumpur, encuentro un magnífico Museo de Artes Islámicas que cuenta entre sus más preciados tesoros con una buena colección de hojas de Corán de las épocas de fundación y primera expansión, algunas de las cuales son claramente andalusíes, de entre los siglos VIII y X. La posibilidad de que pudieran haber sido confeccionados en Córdoba para uso en la Mezquita es alta. Y si no, pues casi, que total kilometrillo o legua arriba o abajo qué más da. Aún pertenecen al mundo abbasida, aunque ya apuntan a elementos propios de las características que desarrollarían los calígrafos y artistas de la órbita omeya andalusi.



Hoja de Corán andalusi o norteafricano del siglo X. Museo de las Civilizaciones Asiáticas de Singapur.



Hoja de Corán andalusi o norteafricano del siglo IX. Museo de Artes islámicas de Kuala Lumpur.


La que casi con toda seguridad se trata de una hoja de un Corán confeccionado en Córdoba y muy probablemente en Medina Azahara es la que se exhibe en el mismo museo y que aparece también rotulado como del siglo X de procedencia andalusi o norteafricana:


Se trata de una caligrafía que ya apunta totalmente al estilo propiamente andalusi que comenzó a desarrollarse a lo largo del siglo X en la Córdoba califal, concretamente en los talleres de Medina Azahara y que se extendió por todo Al Andalus y los reinos maghrebíes occidentales (actual Marruecos). Tanto en las basas de las columnas de Medina Azahara como en la cerámica verde manganeso de sus talleres encontramos los primeros rasgos de ese tipo de caligrafía en su vertiente más decorativa: la terminación floral de los caracteres cuya estilización daría lugar a la típica caligrafía andalusi. Ambas, la terminación floral de dos caracteres (L y K) del lema omeya ALMULK (El Poder) de un ataifor azaharí y su estilización en un caracter (D) de El Corán que se expone en el Museo de Kuala Lumpur se perciben perfectamente en ambas imágenes que cuelgo. Es una pena que el profesor Souto, el acertadísimo epigrafista especializado precisamente en esta época, que nos dejó tan recientemente, no pudiera venir en mi ayuda para corroborar o -tal vez- refutar mi quizás temeraria teoría.



AMENAZA: (CONTINUARÁ)

3 comentarios:

Lansky dijo...

¡Sandokán en la mezquita y con alfange, ya no se respeta nada!

José Manuel Fuerte dijo...

Desde luego es siempre interesante saber que en un lugar tan lejano queden restos de lo que fue Al-ándalus. Muy interesante, sí señor. A ver qué más cosas viste por allí. Esperaremos a la próxima entrega.

harazem dijo...

Gracias, José Manuel, a ver si tengo tiempo para currármelo.