(del laberinto al treinta)


viernes, 18 de enero de 2013

Elogio del sentido común(ista)

PUBLICADO ANTERIORMENTE EN LA COLLEJA

La cosa, tal como yo la veo, es bastante fácil. En caso de ser un pobre de solemnidad se trataría de elegir entre vivir en Honduras o vivir en Cuba. Nada más. Luego si queréis hablamos de ideología, del materialismo histórico o de libertades formales. Pero lo básico, lo que todo el mundo es capaz de entender incluso siendo un analfabeto más o menos funcional, sería eso. Y urge, desde luego, decidir.

Porque la inmensa mayoría de la población española está (estamos) condenados a caer en estado de solemne pobreza en un plazo relativamente corto. Lo ha contado recientemente  en un terrorífico libro titulado España, destino Tercer Mundo Ramón Muñoz, que no por ser comentarista de economía de El País desde hace muchos años es más digno de crédito que cualquier practicante del canónico optimismo vendefrases. Sólo que lo que dice tiene mucho, muchísimo sentido. Murphy y sus inexorables leyes mediante.

Pero sintiéndome enfilado con su espeluznante visión del porvenir, por mi humilde parte mis sospechas sobre las causas de esta crisis, estafa o como quiera que la llamemos van más allá de lo que Muñoz cuenta en su libro. Básicamente lo que creo es que El Capital, o sea el grande, el que se escribe con mayúsculas hasta el artículo, ha decidido que algunos países sureuropeos ya no somos rentables después de haberlo sido lo suficiente durante un tiempo, más que nada porque estábamos ahí mismo, a un tiro de piedra de los centros de decisión macroeconómica del momento. El caso de la banca alemana que invirtió en las burbujas inmobiliarias sureñas el inmenso caudal dinerario que le confió la industria tedesca tras dieztiplicar sus ganancias en los primeros años del euro, es la más visible, pero no la única, de las cabezas de la Hidra Capital. Ahora lo que toca es recoger el chiringuito y llevárselo a otro sitio. A otros campos más vírgenes: Sudamérica, India y China, con perspectivas mucho más halagüeñas para sus negocios. Lugares donde existe un capitalismo sin democracia o de democracia más laxa, con carne de cañón mucho más fácilmente explotable.  Una deslocalización a lo bestia. Yo no es tal o cual fábrica, sino todo, absolutamente todo. Por eso han obligado a los sucesivos gobiernos españoles, empleados suyos, a estrujar al máximo el fruto de zumo de la economía española a marchas forzadas, con una prisa sobrevenida pero estudiadamente prudente por el temor a una reacción antes de tiempo de la desprevenida población. La estrategia que están usando está perfectamente retratada en el proverbio de la rana en la olla puesta al fuego y el aumento uniformemente acelerado de la temperatura para evitar que salte repentinamente escaldada. A ello responde el movimiento uniformemente acelerado para reformar el mercado laboral, por eliminar pagas, seguridades legales, rebajar pensiones y prestaciones sociales y por privatizar todo lo privatizable. La forma en que se ha llevado a cabo la de la sanidad expublica madrileña debería amoscar bastante más a los incrédulos de lo que lo está haciendo. El final será, cuando los ordeñadores profesionales de los partidos en el poder a su servicio hayan cumplido con lo pactado, cuando hayan conseguido extraer el máximo de jugo de las ubres del país, hasta las zurraspas de los intereses de lo que invirtieron hace años una vez sacado el capital propiamente dicho, que ya está fuera, tirarnos como cáscara al muladar del Tercer Mundo. ¿Impensable? ¿Futurismo catastrófico? Yo por si acaso iría estudiando las condiciones de vida imperantes en casi todos los países de Sudamérica durante los últimos 50 años. Igual nos toca a la mayoría de los españoles aprender a sobrevivir en el día a día como a la mayoría de nuestros llamados, hipócritamente hasta ahora, hermanos de ultramar, o sea los primos pobres.

Así que independientemente de lo que pensemos del comunismo, del que la mayoría de la población no tiene ni puta idea de lo que es, igual deberíamos ir pensando en las comparaciones: o como Honduras o como Cuba. Si la mayoría vamos a vernos en la más vergonzante, aunque decente, que nosotros somos muy limpios, de las pobrezas, a lo mejor nos interesaría ir pensando en el comunismo, o sea en comunalizar la propia pobreza como se hace en Cuba, o intentar comunalizar lo que quede de riqueza antes de que los ricos locales se hagan su fortín para disfrutar de lo poco o mucho que quede, como se hicieron los ricos de Honduras desde siempre. Una revolución con su poquito de tira y afloja, para que vamos a engañarnos, que seguro que los ricos no se dejan comunalizar razonablemente y no se hace una tortilla sin romper los huevos. Lucha ardua y difícil, no tanto por la escasez de medios como porque, como también dice Ramón Muñoz, el bienestar nos ha vacunado contra la revolución. Pero si por un milagro ocurre esa revolución del Sentido Común(ista) lo siguiente sería organizarnos unos buenos servicios sociales con los restos de aquellos que pagamos todos a los largo de decenios y que fueron privatizados en un pis pas. Y luego ya veremos qué hacemos con lo demás, con la creación de riqueza suficiente para sobrevivir, con las libertades formales, con los niveles de consumo que nos podemos permitir… Lo más democráticamente posible. Ya digo entre Honduras o Cuba esa es la elección.

El comunismo tiene mala prensa por dos razones fundamentales: una por culpa de las nefastas políticas de las élites gestoras de algunos de los países que lo pusieron o intentaron ponerlo en práctica y otra por la apabullante, abrumadora campaña de demonización que ha sufrido a lo largo de su historia por la no menos apabullante, abrumadora capacidad de fuego de la artillería de su enemigo El Capital. La lectura del último e imprescindible libro de Josep Fontana Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945 provee de suficientes pruebas. Pero está demostrado que los niveles de corrupción, salvo contadas, aunque sonadas, ocasiones, no llegó jamás ni a rozar una millonésima parte de la que impera en los países capitalistas. Los tan cacareados privilegios de las castas burocráticas no solían alcanzar a más que al número de metros cuadrados disfrutados de vivienda o al uso de coche oficial. A ver quién ha podido demostrar que un solo político cubano posea un dolar en algún banco extranjero.

En cuanto al origen del estado del bienestar consumista y su previsible final en escasas décadas, Fontana siempre pone el dedo en la llaga certeramente:

Buena parte de las concesiones sociales se lograron por el miedo de los grupos dominantes a que un descontento popular masivo provocara una amenaza revolucionaria que derribase el sistema. A partir de los años setenta, los ricos pierden el miedo. Y hoy, ¿a qué revolución van a temer los banqueros? Han perdido el miedo, y desencadenan el empobrecimiento global y el enriquecimiento de su grupo.

Sin embargo, independientemente de sus valores filosóficos y éticos, el comunismo puede ser ofertado a la ciudadanía desde un punto de vista de su bondad práctica con ejemplos muy claros y precisos, sobre todo cuando acucie la perentoria necesidad, como empieza ya a ocurrir. Una visión liberada de los burdos tópicos demonizadores reaganianos e incluso de los refinados, pero profundamente cobardes, alarmismos socialdemócratas, podría presentar un producto vivencial de alta calidad convictiva. Sobre todo teniendo en cuenta que se ahorraría el esfuerzo de convencer a la gente de la necesidad de desengancharse del consumo compulsivo de productos innecesarios. La propia realidad que se avecina se encargaría de ello. Cuando se vive en una burbuja consumista y se tiene la impresión más o menos falsa de que se es rico, es lógico que el comunismo nos suene a racionamiento, a escasez y a disciplina. Pero una vez expulsados de la burbuja e instalados en plena ley de la jungla lo suyo es que a las personas razonables empiece a sonarnos a música racional celestial, a la única posibilidad que tendremos la inmensa mayoría de los habitantes de este desgraciado país de mantener unos mínimos niveles de dignidad existencial. Bueno, y si alguien quiere, también puede acudir  a justificaciones tan deletéreas como justicia social, hermandad entre los humanos y otras simplezas propias de idealistas trasnochados.

Y no hace falta entrar en profundidades ideológicas ni dar la paliza con consignas o profundos análisis de Marx, Lenin, Gramsci, etc., ni siquiera apelar a una supuesta tendencia natural evolutiva de la Historia.  Sólo hacer lo que el sentido común(ista) dicta a los jodidos frente a los jodedores. En el fondo es lo que ha hecho el capitalismo en su último avatar, el neoliberalismo, imponiendo la política sin ideología, la de los puros tecnócratas, pero que en el fondo no consiste más que una invisibilización de la ideología capitalista a fuerza de la pura ocupación de todo el espacio social, como el dios de los panteístas. Así que revolución sin teorización consciente. Puro sentido común(ista). Planificación absoluta de la economía para que sirva a los humanos a vivir adaptados a su entorno en la Tierra.  Tendencia al equilibrio económico en todas las regiones del planeta. En fin, todas esas cosas que a cualquiera se le ocurre cuando está a la intemperie azotado por el hambre y el frío viendo a través de los envaporados vidrios cómo unos pocos de privilegiados se hartan de marisco en un restorán bien calefaccionado.

A los más reluctantes o ideologizados por la propaganda capitalista habría que explicarles que de todas formas dentro de los países comunistas existieron muchas variantes y algunas de ellas se acercaron bastante a un ideal de confort social e individual muy deseable.  Slavoj Zizek contaba lo siguiente en El títere y el enano:

¿Cuándo exactamente se puede decir que un pueblo es feliz? En un país como Checoslovaquia de fines de la década de 1970 y de la década de 1980, el pueblo, en cierto sentido, era efectivamente feliz, y allí se cumplían tres condiciones fundamentales de la felicidad: 1. El pueblo tenía sus necesidades materiales básicas satisfechas, no DEMASIADO satisfechas puesto que el excedente del consumo puede generar en sí mismo infelicidad. Es bueno por un breve lapso de tiempo la falta de algunas mercancías en el mercado (que no se consiga café por un par de días, luego que no haya bifes y más tarde que falten los aparatos de televisión): esos breves periodos de escasez funcionaban como excepciones que le recordaban a la gente que debería sentirse encantada de que en general se consiguieran todas las mercancías -si algo está disponible todo el tiempo, la gente toma esa disponibilidad como un dato evidente de la vida y ya no aprecia la suerte que implica-. De modo que, por entonces, la vida marchaba de manera regular y predecible. Sin grandes esfuerzos ni grandes sacudidas, cada uno podía retirarse a su propio nicho privado. 2. Un segundo rasgo extremadamente importante es que había el Otro (el partido) a quien culpar por todo lo que funcionara mal, por lo tanto uno no se sentía realmente responsable. Si había escasez temporal de alguna mercancía y aún si un clima inclemente provocaba grandes daños, la culpa era de "ellos". 3. Y por ultimo, pero no por ello menos importante, había Otro Lugar (el Occidente consumista) con el cual uno podía soñar y que, a veces, hasta podía visitar: ese lugar estaba justo a la distancia conveniente, no demasiado lejos y tampoco demasiado cerca. Este frágil equilibrio fue perturbado. ¿Por qué? Precisamente por el deseo. El deseo fue la fuerza que impulsó al pueblo a avanzar más allá y terminó cayendo en un sistema en el cual la amplia mayoría es definitivamente menos feliz.

El deseo, pues. Ese es el elemento a conjurar mediante la represión controlada y la creación de alternativas, de espitas racionales. Ese retrato y ese mal del deseo que se apoderó de los checos podría aplicarse esencialmente a Cuba, con la diferencia de que la pobreza endémica a que los salvajes bloqueos a los que todos los países capitalistas la han condenado hace que las pinturas sean bastante más negras en lo que se refiere a la satisfacción de necesidades básicas. Pero de todas formas aquí ya no se trata de elección más o menos frívola de modelo, sino de pura y dura supervivencia. Porque el modelo real que se nos vienen encima es lo suficientemente terrorífico como para que nos lo pensemos. Y lo gracioso, porque la paradoja es genial, es que ha sido generado precisamente en un país que ha practicado el comunismo de una manera atroz: China. Un modelo en el que como sospechaba el mismo Zizek en Primero como farsa y después como tragedia y que ya se ha demostrado como cierto la despiadada combinación del látigo asiático con el mercado bursátil europeo acabará demostrando ser económicamente más eficaz que el capitalismo liberal.

El matrimonio entre la democracia y el capitalismo se ha acabado. Así que toca elegir entre el modelo chino liberalcomunista y su ramificación hondureña que a nosotros nos corresponde o el cubano comunista puro con aspiración al checo cuando se normalice la producción racionalizada, planificada y santificada por la santa y estricta necesidad.

Mientras tanto... hala a ponernos ciegos de cava o de champán esta última noche fantasiosa, que, como dice el neotradicional villancico que estos días corre de boca en boca, pronto no tendremos pa brindar ni don Simón con gaseosa...

3 comentarios:

Lansky dijo...

Desde luego, dado que ha desparecido el Segundo Mundo (el bloque oriental o comunista), el capitalismo se ha sentido, por un lado, abierto a la globalización sin restringirse al Primer Mundo, -y por supuesto ha creado un Cuarto mundo en sus propios lares, robar a los pobres para darlo a los ricos, vaya, un robin hood a la inversa-, y por otro se está cargando las concesiones del estado de bienestar que les fueron arrancadas tras décadas d elucha, precisamente por la presencia alkarmante y a la vez alentadora del otro bloque; desaparecido este, todo esta cínicamente permitido.

Así que después de tantas loas al mal llamado liberalismo, bienvenida esta hagiografía comunista. ¿Honduras o Cuba? entiendo la dicotomía que planteas, pero ninguna de las dos, que conozco de primera mano.

Un saludo

harazem dijo...

Bueno, Lansky, si entiendes la dicotomía que planteo entenderás también que se trata de un mero recurso comparativo, gráfico. Aunque con Cuba yo suelo compartir un poco más de respeto por sus logros que la mayoría de mis amigos.

Lansky dijo...

Por supuesto, amigo; logros tan importantes y concretos como la Sanidad (que aquí están desmantelando y allí se mantiene excelsa pese al bloqueo y si no que se lo digan a los caudillos bolivarianos y cancerosos) y la Educación.

Sólo que no se pueden utilizar permanentemente esos logros como coartada y hasta 'explicación' para limitar las libertades. Cuba es una gerontocracia entre otras cosas, con todos los males que eso conlleva.