(del laberinto al treinta)


martes, 14 de octubre de 2014

Las tribulaciones de Monsieur Pegaux


Hace un par de meses terminé un pequeño relato en el que recreé una anécdota de la historia de Córdoba que me apetecía contar. En principio iba a ser un post para este blog de no más de tres o cuatro folios. Pero el propio feto de la narración me fue reclamando más y más espacio, más y más vida. Y yo, aunque con bastantes resistencias, no tuve más remedio que ir concediéndoselo. A pesar de los cuarenta definitivos con que le di fin, fueron esas resistencias mías las responsables de que haya quedado finalmente, por falta del suficiente aire para respirar con más desahogo, bastante subdesarrollado, un poco mucho mazacote, apelmazado. Podría currármelo y convertirlo en una obrita quizás más apreciable, pero no tengo ganas. Estoy en otras cosas. Pero como me da pena dejarlo en el cajón porque contiene informaciones muy interesantes sobre personajes e historia de la ciudad me he decidido a ofrecerlo. Para los que tengan E-READER lo proporciono en un archivo EPUB para que les resulte más cómoda la lectura.



I
Así que el globo estaba listo para despegar dos horas exactas después del amanecer del domingo 20 de mayo de 1860. La clavada puntualidad quedó garantizada porque uno de sus tres tripulantes era británico, aunque el hecho de que los otros dos fueran franceses no los hacía menos maniáticos de la exactitud horaria. Se trataba de tres personas serias y de absoluta fiabilidad: Mister Clifford, galés, y los Monsieures Gueldon, Alfred, y Pegaux, Jean Jacques, franceses de nacimiento. Más garantía de puntualidad y seriedad debemos suponer si tenemos en cuenta que las otras dos personas que participaban activamente en la aventura también eran británicos. Bueno, no del todo. Pero casi. Uno de ellos, inglés, lo era legítimamente: Mister Duncan Shaw, emprendedor empresario especializado en derivados plúmbeos y en ferrocarriles. El otro lo era de espíritu: Don Melitón Martín nacido en Segovia, pero emigrado a Londres desde los tres años en que acompañó a su padre exiliado liberal y residente en ella hasta los veinte en que terminó su formación en ingeniería en la capital británica, trabajaba, tras su regreso voluntario a Madrid, en la industria del gas y en la del ferrocarril, ambas así mismo y como bien se sabe por aquel entonces en manos de capital y dirección anglo-franceses. Minimizada felizmente quedaba, pues, la posibilidad de que la consustancial chapucería hispánica tuviera ocasión de dar al traste con la aventura. El alivio subía además tres cuartos de tono si tenemos en cuenta que todo aquello ocurría en la Muy Noble, Muy Leal y Muy Tarambana Ciudad de Córdoba.

1 comentario:

Miroslav Panciutti dijo...

Sólo he leído el primer párrafo, pero pinta muy bien; me atraen mucho el asunto, la ambientación y tu prosa. A ver si esta tarde-noche le hago un hueco a su lectura.