(del laberinto al treinta)


viernes, 12 de enero de 2018

Jurasic Carc

Otro carcasaurio, éste encima con ínfulas progres, que asoma el coriáceo cabezón en la caverna de la Hojilla Parroquial para tratar de salvar el honor de los #abuelitosnazis. En este caso el de Pemán y el del periodista Quesada Chacón. Del primero sólo recuerda su calidad literaria, de donde se deduce la propia calidad de su gusto, olvidando cuidadosamente que fue el responsable de la depuración de cientos de miles de maestros e inclúyase en la palabra depuración todo —absolutamente todo— lo que pasó con ellos y el creador de la maquinaria de adoctrinamiento escolar en el nazional-catolicismo. Que Hitler pintara estimables paisajes, señor carcasaurio, no autoriza a rescatar su honor sólo por ello. En el caso del periodista, al que conoció en su etapa de pacífico director de prensa fascista ya en los 50, dice que probablemente no quiso ser secretario del Himmler (gaseador de judíos) cordobés (aunque fuera castellano) que gaseó/fusiló a miles de judíos/cordobeses.

Para que a uno lo salpique la sangre de sus víctimas no hace falta que apriete el gatillo, señor carcasaurio. Y desde luego en el caso del periodista debía haber cola para ocupar su puesto, así que poco obligado debió de estar. En este puesto no sólo acompañaba con su firma la de don Bruno para que se fusilase a los republicanos, sino que también depuró (o sea...) a los periodistas locales. El que los periodistas decentes de esta ciudad no hayan solicitado ya de motu proprio la puesta en su sitio del mismo sólo habla de que el miedo que se instaló en esta ciudad el 18 de julio de 1936 sigue perfectamente activo.

A Gunter Grass cuando contó que con 17 años había pertenecido a las juventudes de las SS estuvieron a punto de borrarlo del mapa de la estima literaria y convertirlo en un monstruo sin entrañas. Y aquí a gente que en su edad adulta con cargos de responsabilidad demostrados participó en un genocidio de la misma textura moral que el Holocausto judío, el Holocausto español, se le defiende como pobres criaturas mecidas por los vientos de las circunstancias históricas que el voluble destino les obligó a vivir.

1 comentario:

Paco Muñoz dijo...

Muy bien, pero para que los periodistas pudieran censurar a este individuo con calle en la ciudad, debían de empezar a censurarse ellos mismo antes. Son inadmisibles ciertos comportamientos. Puede que la culpa la tenga la necesidad del hervor de los garbanzos, que la tiene, pero algún atisbo de dignidad, algún atajo, o licencia deberían tener para eludir, aunque sea un poco, la necesidad de calentar la leguminosa.
Un abrazo