(del laberinto al treinta)


martes, 1 de mayo de 2018

La privatización de las Cruces de Mayo cordobesas

En mi barrio la Mezquita no es bizantina, sino mora y bien mora, de tetera y narguile


El Ayuntamiento de Córdoba ha distinguido en el concurso de Cruces de este año de 2018, modalidad Casco Antiguo, con el primer, segundo y tercer premio a las de la Hermandad del Huerto, la Paz y el Resucitado y con premios adicionales a las de la Misericordia, la Soledad y el Calvario. Aparte, en otras modalidades como Recintos Cerrados y Zonas Modernas, también han sido distinguidas las de la Merced, San Rafael y el Sepulcro. Así, al primer golpe de vista, con lo que nos encontramos es con que esos nombres no hacen referencia a lugar del casco antiguo alguno. No son nombres de plazas, calles o barrios, sino nombres de cofradías católicas, es decir franquicias de la empresa multinacional Iglesia Católica Corp. dedicada a la elaboración y venta de productos espirituales, de autoayuda y folkloreligiosos y encargadas de sacar periódicamente a la calle la publicidad de los mismos. Sólo expurgando entre los premios encontramos otros nombres que no hacen referencia a esas franquicias católicas. Y son menos de la mitad de un total de 48: Un puñado de Asociaciones Culturales y sólo cuatro Asociaciones de Vecinos, dos de ellas las de los barrios obreros de Kañero y el Cerro (cuyo nombre oficial usurpa un obispo nazi).

Ese último dato es demoledor. La fiesta de las cruces, aunque los antropólogos suelen remontarla a tradiciones paganas y animistas previas a la irrupción del absolutismo cristiano, al que sobrevivieron camuflándose, en su actual forma parece que se remonta a finales del XVIII y principios del XIX. Fue siempre una fiesta muy, muy popular, que celebraba el orgullo vecinal de las clases más pobres estimulando la colaboración imprescindible para la convivencia y fomentando la creatividad de quienes sólo contaron siempre con escasísimas ocasiones en su vida para ejercitarla. En cada calle, en cada plaza, los vecinos celebraban la llegada de la primavera disfrazando con luminosidad floral el signo obligatorio por antonomasia de la represión brutal de la Iglesia, despojándolo por unos días de su siniestro simbolismo habitual.

El franquismo primero y el pesoeísmo después desactivaron el potencial reivindicativo e identitario popular de las fiestas de barrio mediante la entrega de su gestión al nacional-catolicismo y al nacional-folklorismo, rojigualda el primero y engañosamente blanquiverde el segundo. La entrega a las cofradías narcocatólicas de la organización de las fiestas populares (ferias, cruces y romerías especialmente) y la conversión de las señas de identidad andaluzas en pastiches de lo peor de la Andalucía de cartón-piedra y del barroco contrarreformista, ha supuesto la privatización de la fiesta, su entrega a una multinacional con sede en un país extranjero, con la clara intención de disolver sus potencialidades reivindicativas o su ludismo cimarrón en el aguachirle del conformismo. Por eso los pesoeístas las colocaron en manos de lo más reaccionario del tejido asociativo andaluz, en las de la ultraderecha de raíz nacional-católica, porque con ello garantizaban esa desactivación de su telúrico potencial instintivo, motivo por el que el Capital los había colocado en su sitio. Y a ello exclusivamente respondió la creación de ese arma de destrucción neuronal masiva que es CANALSUR

Pronto será tarde, porque ya está instalada como la normalidad, la que naturalmente tiene que gestionar nuestras fiestas, las de todos, acomodándolas a su gusto y sacando un beneficio económico que no revierte en la propia gente del barrio, porque los cofrades que montan una cruz ya no son del barrio y las ganancias de sus barras se van directamente a las arcas de la cofradía, que no por estar en el barrio pertenece al mismo, desde donde por el intrincado tubo digestivo clerical le perderemos del todo la pista.

Por eso yo, siendo poco aficionado a las festolendas multitudinarias, voy cada año a comerme un potajito y trasegar unas birras a la Cruz de Mayo de mi barrio, del barrio de Kañero, a pesar de que mi madre hace un par de años que por su edad ya no anda como voluntaria, como varias decenas de vecinos y vecinas más, entre sus fogones ni pincha geranios en sus macetas, aunque siga ejerciendo su imperativo maternal exigiéndonos presencia en ella. Porque esa Cruz es un vestigio abocado a la extinción de cuando la fiesta de las Cruces de Mayo era una fiesta auténticamente popular y no un botellón cofrade y lo de menos era el concurso que el ayuntamiento fascista instauró para acicatar y premiar la sumisión de los pobres. Como previamente hiciera con la Fiesta de los Patios.

El peligro viene por la muy reciente fundación de una cofradía de Semana Santa en un barrio donde jamás la hubo. Hasta al viejo y combativo Kañero ha llegado la metástasis idolátrica. Y tarde o temprano fagocitarán la organización y el sentido de su Cruz. Ese será el momento en que, si llego vivo, renunciaré a la peregrinación anual, a degustar el ritual potajito en cuenco de barro y a trasegar mi birrita en vaso de plástico, vapuleado, sólo una vez al año, por los espantosos mantras de las sevillanas.



5 comentarios:

rosario dijo...

¡La palabra cruz se identifica con la cristiandad! Jesús murió en ella para redimirnos.
Será por ello que me parece un poco Kafquiano que se identifique como fiesta popular al igual que la Semana Santa.

car res dijo...

Lo que ocurre ahora,nada tiene que ver con el recuerdo de los que hoy tenemos nietos.Nada que ver,con unos vecinos que disfrutaban revistiendo una Cruz con las flores de la primavera ,en
sus patios.Pero todo cambia. Llevas razón, es preferible tomarse un platito de potaje al
lado de tus vecinos con una copa de vino,mientras que se pueda,que no participando de un "botellón" ante una maqueta falsa,donde la Cruz se acompaña de barriles de vino.

harazem dijo...

Algún día, señora Rosario, algún teólogo de carrera o por promoción interna tendrá a bien explicarme, bien explicado, nada de pecados originales u otras mitologías mediorientales, de qué diantres vino realmente a redimirnos ese Señor. No es que me importe mucho, pero con la matraca que llevan dando desde hace dos mil y pico años y para lo que nos ha servido los creyentes en esa extraña redención deberían hacérselo mirar.

Y por si no lo sabe, sí, la fiesta popular de la Cruz usa ese símbolo porque los administradores autonombrados de esa redención, una vez que consiguieron cancerizar al estado, obligaron violentamente a usarla a todos aquellos que quisieran celebrar el final del invierno y la llegada del ciclo reproductivo de las cosechas como venían haciendo desde los tiempos de las cavernas.

car res dijo...

La explosión de la primavera,es el motivo principal de los Patios y de la Cruz,ese
es mi recuerdo de pequeño.La alegría de la floración,después del frío invierno,motivaba a nuestras madres para activar el cuidado de sus macetas.Mi mujer,aún lo hace en Barcelona y yo colaboro.Pero me gustaría preguntar a Manuel,si la aparición de la Cruz en los patios,está relacionada con la guerra de la Independencia,como lucha ante las nuevas ideas francesas.Recuerdo,que así se decía,pero no sé si era una intencionalidad franquista.

harazem dijo...

Car res: lo que parece indudable es que esa tradición, como la de Navidad, Pascua, SSa Juan, etc, provienen de antiguos ritos paganos que a su vez provienen de los cultos animistas anteriores. Las fiestas del ciclo de la vida se van reciclando y "tuneando" a lo largo de la historia. Que la tradición de la cruz de mayo tiene que ver con el ciclo de la primavera no hay duda y que con el supuesto hallazgo de la supuesta cruz de un supuesto Cristo en el siglo IV se superpuso la festividad cristiana a la pagana, tampoco.

En cuanto a los últimos siglos parece que la fiesta tras existir en toda la Edad Media se reactiva potentemente en el siglo XVII como muestran algunos textos de escritores de ese siglo que hablan de ella. Pero que en la forma actual es tradición de finales del XVIII y principios del XIX y, como dices, posiblemente la reacción antifrancesa, antiilustrada y antiliberal tras la Guerra contra la Ilustración de 1808 la potenciara, como potenció la semana santa.

La del siglo XX se mantienen en toda Andalucía, aunque parece que antes de la República estaba de capa caída. En los 40 en Córdoba apenas se celebraba. Fue el cacique naci Cruz Conde el que en los 50 convierte las fiestas populares cordobesas en peligro de extinción en un motor de propaganda fascista haciéndolas oficiales.

Las que yo conocí en los 60 y 70 ya eran de esas, pero las organizaban los propios vecinos de los barrios por su cuenta (como sigue pasando en Kañero y el Cerro) y algunas peñas por lo que puede decirse que tenían un carácter popular. Luego, en 1974 una cofradía de San Agustín montó la primera cofrade y a día de hoy el cáncer cofrade la ha fagocitado por completo y convertido en un negocio para su organización.