(del laberinto al treinta)


lunes, 21 de febrero de 2005

La Europa cobarde

Leo en El País de ayer (19 de febrero) que el ejército israelí ha pedido a su gobierno que no le obligue a llevar a cabo las demoliciones de casas de las familias de los presuntos terroristas palestinos. La causa no es que por fin se les haya caído la cara de vergüenza por la inhumanidad de tales acciones, sino un informe que indica que dañan la imagen exterior de Israel. Por el qué dirán.

Mientras tanto los europeos, en los últimos tiempos, han mostrado una pasividad extraordinaria en el conflicto entre Israel y los palestinos al no utilizar sus relaciones comerciales contra Israel como forma de presionar a su Gobierno. Los que hayan vivido los años transcurridos desde 1967 tienen motivos para temer que el nuevo alto el fuego vaya a durar poco. No se puede dejar este asunto en manos de un Gobierno estadounidense que, hasta ahora, ha vivido atado de pies y manos por el lobby israelí y las fantasías de los uniteralistas sobre la omnipotencia de Estados Unidos.

Este es un trozo entresacado del artículo que Norman Birnbaum publica hoy el El País. Un artículo sobre la necesidad de Europa de acentuar su independencia política respecto a los Estados Unidos. Y de cómo parece abrirse un poco de esperanza con el declive, cuando no con la desfenestración, de los incondicionales del Imperio: Berlusconi, Aznar, Blair. Tímidamente los demás se sienten con un poco de más fuerza para plantarle un no a las insensatas aventuras del emperador, fundamentalmente a su fijación por declarar una nueva guerra en Irán. Pero de todas formas y pese a algunos recientes y tímidos desplantes de los dirigentes europeos, la situación es de pura vergüenza para cualquier persona sensata que se plantee honradamente el papel de esta Europa en la configuración del Nuevo Orden Mundial. En el caso de Israel, la permanente amenaza de llamar a su primo el del Zumosol, los Estados Unidos, parece pesar más en el ánimo de los dirigentes europeos que una coherente actuación de acuerdo con las resoluciones de la ONU y con la exigencia de respeto a los Derechos Humanos.



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