La ceremonia de la confusión
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Nunca comprendí por qué El País restringió sus contenidos a los abonados. Seguramente algún directivo me explicaría que fue estrictamente necesario dado el bajón de compradores que se experimentó a raíz de la aparición de la edición íntegra en la red. O cualquier otra razón económica. Lo que sí sé es que, más que a mí, que al fin y al cabo nunca dejé de comprar la edición de papel y que sólo me afecta en el hecho de que no me resulta demasiado cómodo ahora guardar los artículos que me interesan, debió de hacer polvo a miles de lectores de Latinoamérica que no tienen acceso al periódico. O que no pueden costearlo diariamente. En México existe una edición similar a las de las autonomías españolas, con un suplemento propio. Un mexicano me decía, en un quiosco cerca del Zócalo, donde coincidimos una mañana comprándolo, que los análisis de la política nacional del suplemento mexicano de El País eran mucho más interesantes que los de cualquier periódico autóctono. En Argentina se lee una barbaridad y lo mismo en los demás países de habla hispana sobre todo en ambientes estudiantiles. Pero en fin, el mercado manda y tal vez no hubiera sobrevivido nuestro diario matutino a la caída en picado de compradores.A lo que iba. Que comenta el esclarecedor capítulo del último libro de Arundhaty Roy aparecido en El País Domingo pasado, de la que bebo todo lo que publica sin haber sido nunca defraudado. Ahí van algunos enlaces de artículos suyos que circulan por la red. Hay más, o al menos había más, pero ahora no consigo encontrarlos. Nunca escarmentaré. Hay que copiar lo que se encuentra. La red no es inmutable.
· redvoltaire
· terraincognita
· ucm
· nadir
Leyéndola se me ocurrió que la escritora india debe ser una de esas personas que sacan de quicio a Hermann Tertsch, al que poco a poco le van asomando las orejitas de lobo debajo del tirolés. El afamado columnista sigue alimentando en el mismo El País la ceremonia de la confusión en su defensa cerrada de las actuaciones del Emperador y sus alacayados aliados y considerándonos cómplices de los salvajes terroristas a los que no aceptamos como limpias las razones del Nuevo Orden Mundial. Lo más lamentable es que sus argumentos no apuntan a razones de orden práctico, lo que tendría un pase, sino a verdaderas convicciones de orden ideológico, lo que le coloca sin duda en la misma línea de pensamiento que Rumsfeld o el propio Cheney. Y de eso debería habernos avisado antes. En su última columna (La religión en la guerra moderna, El País, martes 1 de marzo de 2005) acaba perdiendo el norte y confundiéndolo todo, mezclando churras y merinas y después de azotarnos con la culpa por los últimos atentados de Irak y Tel Aviv pasa directamente y sin venir a cuento a espetarnos que eso nos pasa por antireligiosos. ¿También por pecadores, alineándose con las tesis de Fray Rouco Varela? Pasen y vean: copio directamente:
- En este panorama desolador resulta especialmente doloroso que estemos asistiendo a lo que parece la última gran agonía del papa Juan Pablo II. Quien levantó a Europa oriental contra la resignación de Yalta no podrá ayudar en el rearme moral ante las nuevas amenazas. Si hay algún fenómeno que ha alimentado el desarme de nuestras sociedades modernas ante sus enemigos es la incomprensión radical, y por tanto el desprecio y la hostilidad hacia el pensamiento religioso. Lo que no tiene nada que ver con creer o no. Es en el respeto al concepto individual de la trascendencia donde radica la más profunda tolerancia, la firmeza y la dignidad, bases de una sociedad no dedicada a la experimentación social, sino a fomentar la vocación del ser humano a ser feliz.
Ya te digo... A ver quién es aquí el que muestra permanentemente incomprensión radical, desprecio y hostilidad hacia el pensamiento laico y racional...
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