Ya he dicho en otra ocasión que me encanta las chiripas. Las chiripas son las felices casualidades (bueno, tampoco hace falta que sean completamente felices) que nos llevan como barcos locos por las aguas de la red hasta puertos desconocidos (¡diantres, que cursi sonó eso!). Lo que los ingleses llaman serendipity. Hallazgos azarosos. El último me acaba de ocurrir hace unos momentos. Felizmente porque me va a dar el pie para empezar esta anotación, que suele ser lo más espinoso. Pues resulta que mis amigos del COLECTIVO BITCHO me han pedido una colaboración en su bitácora, o sea, en esta, sobre el tema que me de la gana. Después de barajar algunos de contenido combativo o más o menos satírico, me decidí por comentar el último disco que me ha hecho feliz. Hacerme a mí feliz con la música es una tarea que el mundo tiene cada vez más difícil. Colmillo retorcido manda. Pero hete aquí que tras un chivatazo, bueno, el de siempre, el del Tentaciones ¿o fue el Babelia? me he agenciado el último trabajo del magnífico bluesman Taj Mahal, a quien no he seguido nunca demasiado, pero que no me resultaba totalmente desconocido. Esta será la oportunidad para sumergirme en su discografía. Pues bien, resulta que el bueno de Taj, que ya había trabajado en mixturas parecidas con anterioridad, se largó con su guitarra y sus demás instrumentos, que tañe con singular maestría, a la lejana isla de Zanzíbar, atraído por la fama y los sonidos de un estilo musical propio de aquellos pagos: el taraab y de su orquesta más conocida: Culture Club of Zanzibar. La chiripa está en que me disponía a echar un vistazo a la página del Colectivo Bitcho, preparándome para seguir sorprendiéndome por la febril actividad que muestran en ella, cuando me encuentro la preciosa anotación de esta misma tarde y que puede verse un poco más abajo, de una amiga común que habla de su estancia en la isla mágica de la que tratamos y en la que desgrana sus vivísimos recuerdos. Bueno, felicidad doble. Albures anudados en un momento mágico de fusión espiritual.
Muchas de las cosas que Miriam dice me han avivado el deseo de comentar lo que ya tenía preparado y subrayan el carácter especial del momento.
El trabajo de Taj Mahal, Mkutano, es sencillamente luminoso. Y la felicidad que he sentido escuchando varias veces los 9 temas que lo componen me ha reconciliado con el género humano compositor de música fusión y me ha elevado a un estado de gracia burbujeante y entusiasta. El propio Taj nos regala con tres blues de corte canónico de dulcísimas cadencias pero a los que aromatizan finas vetas de sonidos orientales en una confluencia alcanzada en estado de gracia. Los rabeles cierran los periodos del blues a la manera como en la música clásica árabe los cierran los untosos violines orquestales. Compárese el efecto con los de cualquier tema de Abd al Halim Hafez, Um Kalsoum, o incluso Natacha Atlas en temas como Kifaya de su trabajo Gedida. Un efecto realmente genial y que consigue fundir dos espíritus tan alejados entre sí como el del Mississipi de los sufridos negros y el de las hipnóticas melopeas arábigas.
La música autóctona de Zanzíbar, el taraab, es una mezcla de sonidos y ritmos que refleja perfectamente la propia mezcla de culturas de la isla. La palabra taraab es una palabra árabe que expresa el frenesí inefable que nos arrebata cuando una música nos pellizca la piel del alma. El correspondiente ibérico sería el duende de los flamencos. Las melodías hipnóticas engarzadas en los ritmos espirales de la música árabe, la cadencia hindú ( y que desborda fundida en el último tema, Mpunga), las tradiciones tribales de las etnias autóctonas africanas.... Una fructífera mezcla que llena la música de la isla de aromas a especias, de untosos perfumes amizclados y del sabor de los masalas de leche de coco. Si ya de por sí es una música hermosísima, fundida en el crisol del talento de Taj Mahal con la música del dolor de los otros negros, los descendientes de los esclavos, se convierte en sencillamente luminosa. Nos sorprenden a veces insstrumentos que recuerdan al qanun y que enseñorean unos nombres tan aromáticos como los propios sonidos que producen. O la sonoridad del acordeón, quizás influencia sudanesa, o quizás del harmonium del norte de India.
Mi favorito es sin duda el tema Done changed my way of living, en el que Taj borda un maravilloso dúo con la cantante Makame Kulienzi. Otro momento mágico es la voz de la nonagenaria y alma de la música zanzibariana Bikidude en el tema Muhoga Wa Jang'ombe y que me ha dejado inútilmente ávido de conocer el significado de las palabras que desgrana en su hermosísimo suahili.
Una sorpresa inquietante ha sido encontrar en el comienzo del tema Naahidi Kulienzi una melodía del más puro folklore galaico. Sí, de esas que hablan de rianxeiras y ondiñas que veñen y que luego, naturalmente, van. Sin el más mínimo asomo de duda. ¿Un azar musical de coincidencia en cierta combinación de notas y de ritmo en dos lugares y dos tiempos separados por un abismo? Demasiada chiripa. Dejo la incógnita abierta por si algún intrépido antropólogo se anima a hurgar en el enigma de cómo las bizarras canciones galaicas consiguieron llegar a la isla del mar turquesa y las palmeras esculpidas en el aire. O viceversa, claro.
Manuel Harazem
ComentariosMi querido amigo HARAZEM, el “mejor champú contra la caspa social”, y en especial contra la caspa grasa y costrosa que a menudo encontramos en clericales tonsuras, engominados flequillos o tejeriles bigotes de la más carcunda fauna de nuestra invertebrada Iberia, gran melómano, experto musicólogo, selecto sibarita y poco amante de mezcolanzas culinariomúsicales que puedan romper el sabor de lo auténtico, del plato de raíz, de la música de fogón lento, ¡porque ya está bien eso de mezclar un curry con un estofado, un salmorejo con algo de guacamole! ¡Eso que se lo dejen a Ferran Adrià! lo auténtico ¿por qué desnaturalizarlo? Pues por fin le veo emocionarse con algo de blues entreverado de música negra, de música africana y oriental. En mi ya largo trato con este azote de predicadores y talibanes de todo tipo y pelaje me ha sido muy difícil hacerle entrar por su paladar de refinado gourmet algo de música africana de más abajo del Trópico de Cáncer; de ahí mi sorpresa al ver alabar este disco de blues, sobre todo cuando el blues tampoco ha sido nunca un gran santo de su devoción. Pero como postula la milenaria filosofía del “I Ching”, “todo es mutación”. No sé si al nombrarle el “I Ching” -libro oracular de tiempos mitológicos- seré merecedor de un anatema por su parte, pues me considerará uno más de sus heréticos amigos a los que hay que convertir a los principios fundamentales del racionalismo cartesiano más recalcitrante. Pero es que yo, al igual que Anakin Skaywalker, hace tiempo que me pasé al Lado Oscuro de la Fuerza. Ya sabes HARAZEM, se empieza por la homeopatía y se acaba en la cábala.Y si me extiendo un poco más con lo del “I Ching” es porque parece que nuestro querido HARAZEM está a punto de levar anclas y poner rumbo a la lejana Catay. Está en período de recoger información, y yo le recomendaría que se leyese, por lo menos, la presentación a la edición del “I Ching”, de Richard Wilhelm, y el prólogo, que es de C. G. Jung, el psicólogo. El “I Ching”, o “Libro de las Mutaciones”, es probablemente el texto más antiguo que la humanidad haya conservado y sin embargo coincide en forma asombrosa con las concepciones más actuales del mundo. Y esto en realidad no tiene porque tener nada de extraño o de asombroso, pues como decía THOR HEYERDAHL, el gran antropólogo y aventurero noruego: “Durante miles de años hemos cambiado el mundo que nos rodea, pero nuestra verdadera condición es interior y esto no ha cambiado nada, pues cada generación parece empezar de cero, como hace cinco mil años. Ese es el mensaje más importante: hoy somos tan morales o inmorales como hace cinco mil años, no hay ningún progreso en el hombre mismo, ni física ni éticamente”. Y es que, bien mirado la filosofía que subyace en este libro oracular, el “I Ching”, es la misma filosofía que subyace en otro gran y también antiguo oráculo, me refiero al Oráculo de Delfos, en cuyo frontispicio aparecía la inscripción: “Conócete a ti mismo”. Parece ser que los impulsos que dominan al corazón humano son los mismos en Extremo Oriente y Occidente, y no han variado en los últimos cinco mil años.“Lo único inmutable es la mutación”, es lo que se desprende y lo que uno sale sabiendo al estudiar este libro. Y así vuelvo a retomar el hilo perdido con toda esta larga y deliberada digresión, pues la hago muy a conciencia de estar hoyando el sanctasanctórum de un estricto racionalista cartesiano que por fin se ha dejado seducir por el blues, aunque aquí en su bitácora nos quiera dar la impresión de que es un gran conocedor no sólo del blues, sino incluso del blues de más solera del Mississipi. Pues bien, perdonado ese ramalazo de vanidad que a veces a todos nos sale, mi buen amigo HARAZEM, colmillo retorcido difícil de contentar, ha disfrutado con gran deleite y placer de esa mezcolanza, o mejor, de esa fina mixtura de ritmos que se abrazan dulcemente al blues. Y es que el blues es África, y ésta es la razón de este largo “post”: recomendarle a mi amigo HARAZEM un disco, que hace tiempo perdí o presté o ambas cosas y que ahora me he puesto a buscar en la red y ya está otra vez camino de casa, del gran ALI FARKA TOURE, quien ahora vive retirado en su granja en las cercanías de Tombuctú. El disco que este maliense grabó con RY COODER, lleva por título: “Talking Timbuktu”. Es también producto de la fusión, pero es necesario escucharlo para darse cuenta de que el blues no sólo nació en África, sino que es africano con pleno derecho.Es curioso, pero justo cuando leía el “post” de HARAZEM sobre TAJ MAHAL acababa de bajármelo de la red Yo ya conocía a TAJ MAHAL, y no como mi amigo HARAZEM, que seguramente se ha aventurado a bajárselo seducido por el nombre de Taj Mahal y sus reminiscencias hindúes. Pido perdón a mi amigo HARAZEM por lo impertinente que puede haber sonado esto último que he dicho, pero también reconozco que es una gran autoridad en música de esas latitudes. Esto de leer su “post” justo cuando acababa de bajármelo, mi amigo HARAZEM, lo llamaría “SERENDIPITY”, palabra que a mí personalmente me parece una mariconada. Este azar, chiripa, chamba o casualidad favorable últimamente es citado por mi amigo HARAZEM con mucha frecuencia en su bitácora, cualquiera diría que se ha pasado de las tranquilas aguas del raciocinio a las procelosas, oscuras y peligrosas aguas que entraña el azar. ¡Cuidado amigo HARAZEM, también te estás dejando tentar por el Lado Oscuro de la Fuerza! ¡Estás poco a poco sustituyendo el principio de causalidad que la ciencia considera una verdad axiomática por el de casualidad! Pero no seré yo, ya en el Lado Oscuro de la Fuerza, quien te critique, todo lo contrario, voy a aprovechar para animarte nuevamente a adentrarte en Lado Oscuro del Libro de las Mutaciones. Para ello termino con unos párrafos del psicólogo C. G. Jung, recogidos en el prólogo de dicho libro, sobre el “principio de causalidad” y el que Jung denomina “principio de sincronicidad”, que configura un punto de vista diametralmente opuesto al de causalidad (tendrás que disculparme por extenderme mucho, pero aquellos que seguimos tu bitácora de cerca imagino que tendremos ciertas bulas, o dicho de otro modo: ¡pa una puta vez que te escribo! Además, esto complementará tus indagaciones sobre la teoría de la serendipity):“No conozco el idioma chino ni he estado nunca en China. Puedo asegurar al lector que no es en modo alguno fácil hallar la correcta vía de acceso a este monumento del pensamiento chino, que se aparta de manera tan completa de nuestros modos de pensar. A fin de entender qué significa semejante libro es imperioso dejar de lado ciertos prejuicios de la mente occidental. Es un hecho curioso que un pueblo tan bien dotado e inteligente como el chino no haya desarrollado nunca lo que nosotros llamamos ciencia. Pero sucede que nuestra ciencia se basa sobre el principio de causalidad, y se considera que la causalidad es una verdad axiomática. No obstante, se está produciendo un gran cambio en nuestro punto de vista. Lo que no consiguió la “Crítica de la razón pura” de Kant lo está logrando la física moderna. Los axiomas de la causalidad se están conmoviendo hasta sus cimientos: sabemos ahora que lo que llamamos leyes naturales son verdades meramente estadísticas que deben por lo tanto, necesariamente, dejar margen a las excepciones. Todavía no hemos tomado lo bastante en cuenta el hecho de que necesitamos del laboratorio, con sus incisivas restricciones, a fin de demostrar la invariable validez de las leyes naturales. Si dejamos las cosas a merced de la naturaleza, vemos un cuadro muy diferente: cada proceso se ve interferido en forma parcial o total por el azar, hasta el punto que, en circunstancias naturales, una secuencia de hechos que se ajuste de manera absoluta a leyes específicas constituye casi una excepción. La mente china, tal como yo la veo obrar en el “Yi Ching”, parece preocuparse exclusivamente por el aspecto casual de los acontecimientos. Lo que nosotros llamamos coincidencia parece constituir el interés principal de esta mente peculiar, y aquello que reverenciamos como causalidad casi no se toma en cuenta. Hemos de admitir que hay bastante que decir sobre la inmensa importancia del azar. Un incalculable caudal de esfuerzos humanos está orientado a combatir y restringir los perjuicios o peligros que entraña el azar. Las consideraciones teóricas sobre causa y efecto a menudo resultan desvaídas e imprecisas en comparación con los resultados prácticos del azar. Está muy bien decir que el cristal de cuarzo es un prisma hexagonal. La afirmación es correcta en la medida en que se tenga en cuenta un cristal ideal. Sin embargo, en la naturaleza no se encuentran dos cristales exactamente iguales, pese a que todos son inequívocamente hexagonales. La forma real, empero, parece interesar más al sabio chino que la forma ideal. La abigarrada trama de leyes naturales que constituyen la realidad empírica posee para él mayor significación que una explicación causal de los hechos, los que por otra parte deben usualmente ser separados unos de otros a fin de tratarlos en forma adecuada.La manera en que el “Yi Ching” tiende a contemplar la realidad parece desaprobar nuestros procedimientos causalistas. El momento concretamente observado se presenta a la antigua visión china más bien como un acaecimiento fortuito que como el resultado claramente definido de procesos en cadena concurrentes y causales. La cuestión que interesa parece ser la configuración formada por los hechos casuales en el momento de la observación, y de ningún modo las razones hipotéticas que aparentemente justifican la coincidencia. En tanto que, cuidadosamente, la mente occidental tamiza, pesa, selecciona, clasifica, separa, la representación china del momento lo abarca todo, hasta el más minúsculo y absurdo detalle, porque todos los ingredientes componen el momento observado… Para nosotros sería un aserto banal y casi exento de sentido (por lo menos a primera vista) decir que todo lo que ocurre en un momento dado posee inevitablemente la calidad peculiar de ese momento. Esto no constituye un argumento abstracto, sino un argumento realmente práctico. Existen conocedores capaces de determinar sólo por el aspecto, el gusto y el comportamiento de un vino, el año de su origen y la ubicación del viñedo. Existen anticuarios capaces de indicar con exactitud casi pasmosa la fecha, el lugar de origen y el creador de un “objet d'art” o de un mueble, sólo con mirarlo. Y hasta existen astrólogos que pueden decirnos, sin ningún conocimiento previo de nuestro natalicio, cuál era la posición del sol y de la luna y qué signo del zodíaco ascendía sobre el horizonte en el momento de nuestro nacimiento. Frente a tales hechos es preciso admitir que los momentos pueden dejar huellas perdurables.En otras palabras, quienquiera haya inventado el “Yi Ching”, estaba convencido de que el hexagrama obtenido en un momento determinado coincidía con éste en su índole cualitativa, no menos que en la temporal. Para él el hexagrama era el exponente del momento en que se lo extraía -más aún de lo que podrían serlo las horas señaladas por el reloj o las divisiones del calendario- por cuanto se entendía que el hexagrama era un indicador de la situación esencial que prevalecía en el momento en que se originaba.Este supuesto implica cierto curioso principio al que he denominado sincronicidad, un concepto que configura un punto de vista diametralmente opuesto al de causalidad. Dado que esta última es una verdad meramente estadística y no absoluta, constituye una suerte de hipótesis de trabajo acerca de la forma en que lo hechos se desarrollan uno a partir de otro, en tanto que la sincronicidad considera que la coincidencia de los hechos en el espacio y en el tiempo significa algo más que un mero azar, vale decir, una peculiar interdependencia de hechos objetivos, tanto entre sí, como entre ellos y los estados subjetivos (psíquicos) del observador o los observadores.La antigua mentalidad china contempla el cosmos de un modo comparable al del físico moderno, quien no puede negar que su modelo del mundo es una estructura decididamente psicofísica. El hecho microfísico incluye al observador exactamente como la realidad subyacente del “Yi Ching” comprende las condiciones subjetivas, es decir psíquicas, de la totalidad de la situación del momento. Exactamente como la causalidad describe la secuencia de los hechos, para la mentalidad china la sincronicidad trata de la coincidencia de los hechos. El punto de vista causal nos relata una dramática historia sobre la manera en que D llegó a la existencia: se originó en C, que existía antes que D, y C a su vez tuvo un padre, B, etc. Por su parte, el punto de vista sincronístico trata de producir una representación igualmente significativa de la coincidencia. ¿Cómo es que A', B', C', D', etc., aparecen todos en el mismo momento y en el mismo lugar? Ello ocurre antes que nada porque los hechos físicos A' y B' son de la misma índole que los hechos psíquicos C' y D', y además porque todos son exponentes de una única e idéntica situación momentánea. Se da por supuesto que la situación constituye una figura legible o comprensible…”Imagino que tu teoría sobre la chiripa habrá sido ampliada con estas reflexiones.Por cierto, cuesta un güevo cargar tu bitácora en el Explorer.Saludos y bienvenido al Lado Oscuro de la Fuerza.C.Z. (Cato Zulú)
C.Z. (Cato Zulú) — 23-06-2005 01:30:24
Mi querido y farragoso amigo Cato Zulú:De todo lo que me arroja violentamente a la cara lo único que de verdad me hiere es su lamentable manía de no terminar los periodos gramaticales, su imperdonable tendencia a dejar las oraciones principales absolutamente huérfanas de sentido, fagocitado por la voracidad de sus complicadísimas subordinadas. Es lo que tiene el barroco, que no se deja utilizar fácilmente por todo el mundo. De todas formas ciertos vicios de estilo suelen solucionarse aclarando previamente las ideas que se quieren exponer o bien adquiriendo la sencilla costumbre de releer lo escrito.En cuanto a lo demás, me temo que vierte usted demasiada agua, y no siempre limpia, en la olla de ese cocido. Y me asombra descubrir la inutilidad de tantísimas horas de amena conversación que hemos compartido usted y yo a la sombra del baniano de una buena amistad. Porque me asombran sobremanera algunas de las afirmaciones gratuitas que hace y que por supuesto deberían provenir de la propia información que sobre mis gustos y sobre mi forma de ver la vida yo mismo le he debido proporcionar. ¿Yo le dije alguna vez que no me gustara el blues o que no lo degustara con harta frecuencia? Es imposible que yo dijera tal cosa. Creo que a usted debió cegarlo el hecho de que no consiguiera hacerme apreciar como usted cree que se merece al tipo ese de las falsas gorras marineras y rubicunda faz irlandesa que responde al nombre de Van Morrison. Siempre preferí desde luego el blues que prefiero y ello no tiene que ver con la pureza que usa contra mí como arma arrojadiza, sino con empatías inefables. Tengo que informarle, entrañable amigo, que cuando a usted todavía le introducían en la boquita las papillas maternales mediante el socorrido truco del avioncito, yo andaba, espinilloso y peludo, buscando viejos discos de vinilo de John Lee Hooker en las desaparecidas dependencias de lo que fueron las Galerías Preciados. Y que mientras usted consumía esa bazofia innombrable que fueron las canciones de los Payasos de la Tele yo me arañaba el alma con las desgarradoras tragedias musicales contenidas en las voces de Robert Johnson, Muddy Waters, B.B. King, etc., de la mítica colección Etiqueta Negra que conseguía encontrar en los desabastecidos estantes de la época y que mi exiguo presupuesto me permitía. No es vanidad: es simplemente historia.En cuanto a la muy voluntarista opinión de que “el blues es africano de pleno derecho”, me temo que no deja de ser más que eso, una opinión voluntarista. El blues, querido amigo, nació en Norteamérica, entre la comunidad negra que sufrió un brutal y muy efectivo preceso de aculturación, como demuestra el hecho de que ni una sola palabra de las lenguas africanas que hablaban sus ancestros haya pasado al vocabulario “negro” actual. Es probable que en el origen de los ritmos de la música negra, soul, gospell y blues se puedan rastrear ritmos ancestrales africanos, pero todo lo demás no es más que la versión esclava de la cultura blanca que se les impuso. Se les obligó a olvidar su lengua y a aprender no sólo una nueva, sino a rezar y a cantar en ella. Tuvieron que aprender a cantar salmos y otras canciones religiosas y folklóricas, que ellos versionaron para adaptarlas a su trabajo y a la manifestación de su dolor colectivo hasta crear un nuevo estilo musical de esplendoroso futuro y felices ramificaciones.Y no, no soy muy aficionado a la música de raíces africana. A pesar de sus encomiables esfuerzos. Es una tara que arrastro, lo reconozco: no me pellizca. Puedo escucharla sin prestarle demasiada atención, como música ambiente, lo que para mi colmillo retorcido, ya es bastante. Pero no consigo que me diga nada. En cambio sí me pellizca la música árabe, ese taraab, al que usted, extrañamente, dada su condición de arabista, es manifiestamente desafecto. Por eso me ha llegado la música de Zanzíbar, porque no deja de ser una forma evolucionada de la música clásica y folklórica del mundo árabe. O sea la que a mí me gusta. Y le apuntaré un dato curioso: la mejor música de raíces africana que se está vendiendo en el mundo procede de países de marcada influencia árabe, catequizados por apóstoles musulmanes llevados por las caravanas esclavistas y comerciantes desde hace un par de siglos. Es sólo un dato, no una teoría. Y si escuchara atentamente lo que dicen esos músicos en sus declaraciones comprobaría que todos coinciden en afirmar que fueron consumidores compulsivos de música norteamericana, fundamentalmente blues y rhythm and blues, en los garitos alternativos de Dakar o Timbuctú. Que fueran capaces de crear la música que hoy componen a partir de esos elementos habla claramente de su genio, aunque sea un genio que yo no consigo apreciar en su justo calibre.En cuanto al disco que me recomienda (el Talking Timbuctú de Ali Farka Touré y Ry Cooder) y que ya conocía, gracias a usted (aunque no soy quien le chorizara su ejemplar), he de reconocerlo, he de decirle que me gusta, que probablemente sea lo único de música africana que sigo escuchando, a pesar de que poseo bastantes cosas más. Pero considero que no deja de ser un mano a mano entre dos grandes músicos que deciden hacer fusión de sus respectivos estilos y que consiguen crear hermosas composiciones, pero desde luego lamento que usted lo utilice para fundamentar sus peregrinas teorías sobre la pertenencia del blues a la tradición musical africana. Hay que ser un poquito más serio, mi querido amigo.Mañana le contestaré a sus impertinentes aunque divertidísimas elucubraciones sobre mi paso a la “Fuerza Oscura”, o como demonios se llame esa estupidez de tebeo que los gringos han conseguido que se catalogue en todo el mundo como cultura popular. Y de su peligrosa neoafición a las chinerías mistizoides. Ah, y debería leer algunas cosas sobre el tal Jung.Un abrazoPD: ¿Por cierto, eso de Cato Zulú tiene algo que ver con los zulúes esos cuyas canciones tanto le gustan?
harazem — 26-06-2005 13:35:23
Mi querido Harazem, ha sido un placer el poder aguijonearle; suele así sacar lo mejor de sí mismo, ese sarcasmo que a veces, como es el caso, le traiciona. Pero, como usted bien ha entendido en el fondo, mi única intención ha sido la confrontación dialéctica. Confrontación en la que no trato de convencerle de nada, si no más bien de hacerle ver algunas de sus contradicciones. No debe preocuparse por tenerlas, mi querido amigo. No es algo que entre en conflicto con el racionalismo moderno. Más bien es cosa muy sana el tenerlas. “Quien no se contradice por lo menos tres veces al día -decía Voltaire-, o es un idiota o es que no habla nunca”. La única cuestión aquí es saber reconocer dichas contradicciones cuando aparecen, algo que no todo el mundo está dispuesto o sabe hacer, como es su casoReconozco haber usado un estilo voluntariamente oscuro -más que barroco- y algo mordaz en mi soflama, debe ser cosa del Lado Oscuro que se me va pegando. Sin embargo las erratas y/o errores de puntuación que ahora veo no fueron, evidentemente, nada deliberados. No se me altere amigo Harazem por lo del blues, pero hasta ahora no me constaba esa desconocida afición suya por el blues con solera. De haberlo sabido, hace años que le hubiese pasado algún disco de nuestro apreciado John Lee Hooker. Por ejemplo el “Don’t Look Back”, de 1997, cuya producción es de su viejo amigo Van Morrison -tan denostado por usted. Debe saber que pocos o ningún viejo bluesman ha podido retirarse montado en el dólar. Hasta el gran B.B. King aún tiene que seguir a su edad dando más de 300 actuaciones al año. Bien es verdad que el crapulilla de King tiene que mantener varias pensiones de exmujeres y pagar un montón de deudas por sus “pequeños vicios”. Como le decía, Van Morrison -del que nunca con usted he hecho proselitismo- ha echado una mano en la producción de algunos trabajos de Hooker, y también se ha marcado algunas canciones con él y con King (“Deuces Wild”) para darles cierta vidilla y compradores. Las colaboraciones han sido mutuas. Respecto a lo de “las falsas gorras de marinero” de Van The Man -como así es conocido por sus numerosos fans entre los que me encuentro- no sé muy bien a que se refiere, supongo que querrá decir “los sombreros negros y gafas oscuras” con los que suele ocultar su rostro. Si usted se fija en las portadas de los discos de Hooker “Don’t look back”, “Chill Out”, “The Healer”, “House at the Blues”…, comprobará que también él siempre se oculta tras un sombrero negro y unas gafas oscuras. Quizás sea simple estética o parte de la simbología del blues. En cualquier caso, esto es una cuestión baladí por la que no debería inquietarse, ni mucho menos sacar su bilis. Tratar de denostar a un artista de la talla de Van con alusiones tan frívolas me parece una puerilidad por su parte. Tal tipo de desacreditaciones, y no el hecho en sí de que no le guste Van, cosa por otra parte muy respetable, hacen que desmerezca en mucho su valía de gran musicólogo en que le tenía. Como ya le dije, su arrebato y atufo le traicionan. Un consejo: no debe dejarse arrastrar al tuntún por unas simples provocaciones; uno suele bajar la guardia y cometer imprudencias. Resulta extraño, maestro, verle caer en estas trampas. Quizás sea cosa de la edad y la merma de reflejos.De haber conocido su atracción por el blues y por Robert Johnson, ¡cómo podría habérseme olvidado grabarle uno de mis discos predilectos, el “Hot Foot Powder” de Peter Green & Splinter Group, interpretando 13 magníficos temas de Robert Johnson! Es algo que no puedo explicarme. Pero claro, esto podría tener su explicación si como usted dice, nuestras conversaciones eran “a la sombra del baniano”, árbol notable por sus raíces adventicias aéreas o zancos, que sostienen los extremos de las ramas y aseguran su nutrición. Me imagino lo incomodo que ambos debíamos estar bajo tal árbol, donde sus raíces impiden el mero hecho de sentarse en sus cercanías. Es normal que en esas condiciones nuestra memoria falle.Otra cuestión, amigo Harazem: no se haga el listo, usted sabe perfectamente que mi intención al decir que el origen del blues es africano no es otra que señalar que si el origen de aquellos esclavos hubiese sido el Norte de la India, por ejemplo, y no el Oeste de África, el blues hubiese sido otra cosa totalmente distinta. Es algo indiscutible, amigo. Por otra parte, decir que el blues, actualmente, también es africano con pleno derecho, es algo que responde a mi concepción del hecho humano y cultural. La música, la literatura, la ciencia, al igual que cualquier otra actividad cultural humana está sujeta a influencias y mestizajes. Si existe una civilización que progresa es porque ha sabido aprender del legado cultural anterior y aportar lo propio (recuerde: “lo único inmutable es la mutación”). Ilustrativas son al respecto las declaraciones de Jimmy Cliff (El País, Babelia, sábado 25 de junio de 2005): “Difundí el reggae por África y ahora aprendo del maravilloso reggae africano”. Más claro agua mi querido amigo.Como ve, no sólo la música norteamericana llega a África y es reelaborada. Tampoco la música jamaicana es la única excepción. La música cubana también ha sido muy popular en el Oeste africano desde antes de los años 50 (¡el milagro de las ondas hertzianas!). Tenemos, por ejemplo, el caso de Cheikh Lô, cuya influencia cubana es patente y que siempre ha reconocido. Incluso en uno de sus discos ha colaborado el legendario flautista cubano Richard Egües. Es mucho lo que se podría decir, musicalmente hablando, de África, incluso de la música norteafricana árabe y beréber, nunca denostada por mí, amigo Harazem. Lo que pasa es que a ese respecto yo tengo, a parte de los gustos clásicos (como Dahmane Elharrachi, por ejemplo), otros más “modernos” (Rachid Taha, Khaled, el raï…). Gustos que a usted, que si ya andaba “espinilloso y peludo” cuando yo estaba en pleno destete, ahora que debe estar en pleno período pitopáusico y con el depósito de testosterona medio vacío, no me extraña que le parezcan veleidades de rebelde juventud.Una aclaración: el término “Lado Oscuro de la Fuerza” lo he usado sólo como metáfora. Que una persona use, por ejemplo, la expresión metafórica “Sodoma y Gomorra” no tiene porque indicar que esa persona comulgue con la religión judía o con la cristiana, ni tan siquiera que haya leído la Biblia. Supongo, Harazem, que usted no vive en una burbuja antiséptica aislado de todo lo que no le gusta.Respecto a mi afición a la cultura china le diré que no es nueva, como de hecho ya usted sabía, y también que el uso por su parte de esos descalificativos (“chinerías”), propios de una visión demasiado etnocéntrica del mundo y la cultura, no hacen más que restarle prez. Quiero pensar que esto ha sido un desliz producto de su arrebato, pues me gustaría seguir teniéndole por la persona tan culta e ilustrada que normalmente demuestra que es. Debería seguir el ejemplo de su amado Voltaire, cuya atracción por la cultura oriental ha quedado constatada en alguna de sus obras de teatro como “Zaïre” o “Alzire”, en las que mostraba una visión bastante alejada de los estereotipos de la época, así podría quitarse de una vez esas anteojeras que le impiden observar el mundo desde puntos de vista diversos.En relación a Jung, ni he leído -excepto dicho prólogo- ni tengo por que leer nada de él, y no me parece muy loable la manera que ha tenido de evadir el envite dialéctico que a través del prólogo de Jung le hice. Querido amigo, no se trata de Jung, sino del prólogo. Se trataba de que explicase su opinión sobre la relación entre su muy mentada “serendipity” y el “principio de sincronicidad” esgrimido por Jung en dicho prólogo; y de cómo eso entra en contradicción con los principios de un estricto racionalista cartesiano. Pero no se preocupe, contradicciones, como ya le he dicho, tenemos todos. Lo importante es saber reconocerlas amigo.Por último, aunque es verdad que en otros tiempos aprecié con gran deleite la música zulú, o más bien mestizaje zulú, el nombre de Cato Zulú no está relacionado con la música, aunque sí con los zulúes. Pero eso, eso es otra historia.Un abrazo y que la Fuerza le acompañe.
C.Z. — 27-06-2005 16:38:54
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Augusto Monterroso
bit ramone — 29-06-2005 19:42:25
“ALÍ FARKA TOURÉ Y LOS BLUES DEL DESIERTO”Éste es el título de un interesante y esclarecedor artículo de Juan Ignacio Cortés publicado en la revista electrónica “Mundo Negro” (nº 493, febrero 2005) y cuyo enlace es:http://www.combonianos.com/mn/febrero/ventana.htm Sin ánimo de polemizar nuevamente y tan sólo deseando abrir una ventana a los curiosos de esta música africana transcribo a continuación algunos párrafos de dicho artículo:“Alí Farka Touré es el máximo exponente de esta música intensa, hipnótica y repetitiva. Una música que habla de vida dura, de soledad ante la inmensidad del desierto y de cierta idea de austeridad y pureza.Una música que, para simplificar y entendernos, periodistas musicales y publicistas de discográficas denominan blues africano, blues maliano, blues mandinga o blues del desierto. Alí Farka Touré no está de acuerdo. "Hay quien lo llama blues africano, pero es la música de mi pueblo".Touré ha tocado con famosos bluesmen estadounidenses como Taj Mahal y John Lee Hooker. Pero siempre bajo sus propias condiciones. "Yo no toco con ellos para aprender. Yo escribo canciones y ellos las tocan. Si pueden, bien. Si no, yo les enseño y pueden acompañarme". Para Alí Farka Touré, la cosa está clara: "Yo tengo la raíz y el tronco; ellos, las ramas y las hojas".Convencido de su propuesta musical, los trabajos de Touré no dejan resquicio al mestizaje. Para él, sería una traición. En este sentido, ha comentado alguna vez que, por ejemplo, Salif Keita ha dejado de hacer música africana. Touré y Keita son dos caras de una moneda en más de un sentido. Keita se instaló en París a mediados de los ochenta. Alí Farka nunca ha abandonado su pequeña villa de campesinos.Alí Farka no es el único artista maliano que ha sido comparado con los bluesmen norteamericanos. Su protegido Afel Bocoum, también de Niafunké, ha desarrollado un estilo similar al de su maestro. Algo más sutil, tal vez. El medio de expresión preferido de Bocoum es la guitarra acústica, y sus interpretaciones tienen un aire más delicado.Procedente también de las tierras al límite entre el desierto y el Sahel, de la ciudad de Gao, el guitarrista Babah Salah ha dado muestras de gran clase. Más joven que los dos citados, Babah no tiene problemas a la hora de adoptar criterios estéticos más occidentales. Más alejados de las arenas saharianas, guitarristas como Adama Yalomba, Boubacar Traoré y Lobi Traoré han desarrollado también estilos musicales cuya sonoridad se aproxima mucho a lo que conocemos como blues.”Un abrazo
Cato Zulú — 04-07-2005 10:12:18
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