Pasando el tiempo (monstruosidades del turismo)
Huyendo de las tamborradas este año incumplo mi costumbre de no salir en la Santa Semana para no tener que compartir el mundo con la mitad de la humanidad haciendo lo mismo a tiempo total. San Viernes, San Sábado y San Domingo. En la playa, en un hotel contratado por agencia. Lo único encontrado cerca del mar. En Novo Sancti Petri, la costa de Chiclana, un ejemplo más de la sistemática destrucción del medio natural en este país, vendido por sus diversas administraciones, fundamentalmente municipales, a la industria del ladrillo y el turismo de masas. Hay que decir en su descargo que se están evitando en esta zona las torres de apartamentos colménicas típicas ya de la Costa del Sol y de Benidorm. Pero desde luego se adivina una confabulación mafiosa de carácter rizomático de clara estirpe marbellí. Son hoteles enormes de cuatro plantas como máximo, construidos a lo ancho, uno tras otro, de la costa, especialmente diseñados para ofrecer alojamiento, piscina, pantagruélicos bufés, y aseadas fiestecitas nocturnas en el bar-terraza a miles y miles de currantes centroeuropeos con una imaginación tan portentosa como para confundir el paraíso vacacional con semejante cutrez plastificada. El 90% de la clientela respondía a ese esquema. De hecho los camareros se dirigían a nosotros invariablemente en la tedesca lengua antes de pasar al ceceante acento gaditano una vez comprobado que nuestro aspecto latino respondía realmente a la misma configuración étnica que la suya.
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