(del laberinto al treinta)


sábado, 30 de diciembre de 2006

Últimos berrinches del año

Este penúltimo día del año nos ha deparado dos noticias que apuntan patética y claramente a la desesperanza, por mucho que el mantra de los buenos deseos no deje de cumplir ritualmente con su incansable ritmillo.En el macrocosmos global el asesinato, verdadera vendetta mafiosa, ordenado por el clan Bush (él quiso matar a mi papá, gruñía lastimosamente el cerdito Jr.) del no menos criminal Sadam Hussein, ahorcado semiclandestinamente después de una farsa de juicio teledirigida por los Capos Yanquis que recibían así su premio por haber servido fielmente a los intereses de la gran industria petrolera y armamentística norteamericana y al lobby judío en la invasión de Irak y derrocamiento del dictador. Que les esté saliendo el tiro por la culata no habla más que de su beocia soberbia y delirante.En el microcosmos nacional actual la noticia del atentado de Barajas, supuestamente perpetrado por ETA. Aunque la responsabilidad recae exclusivamente sobre los hijosdeputa encapuchados del hacha y la víbora, alguna le salpica al ala más ultraderechista del PP, que se corresponde casualmente con su actual cúpula dirigente, que decidió desde el mismo día de su desalojo del poder utilizar cualquier arma por guarra que fuera para tratar de recuperarlo. Con la complicidad de la Conferencia Episcopal (COPE) y un repugnante vendedor de periódicos (el director de El Mundo). La crispación y la absoluta falta de colaboración con el gobierno en manos de un partido, el PSOE, que se asimila a la derecha civilizada que existe en el resto de Europa, le ha llevado a tratar de tensar la cuerda de las negociaciones con ETA hasta un punto insoportable, en una especie de pinza o pacto tácito entre cavernícolas que al final ha dado sus frutos. Ellos y ETA sí que se entienden bien, porque comparten el mismo talante basado en la inflexibilidad doctrinaria. Bombas y estricta lucha policial son sus armas de negociación.

Otras cosas guardaba para después de fin de año pero ya puesto en faena las excretaré hoy mismo para desahogarme un poco antes de que se unan las manecillas en oración del reloj marcando la primera hora del último día, en que intentaré relajarme un poco, no sea que el hígado se me reviente antes de las doce uvas.

Las declaraciones publicadas postmortem del presidente Gerald Ford me han dejado patidiphuso. Que parece que a los candidatos a presidente de los Estados Unidos se les exige desde siempre un punto de estupidez es algo que la experiencia parece confirmar. Y la lógica, claro, puesto que son sólo meros ejecutores de las órdenes de los lobbys que los colocan en el poder. Pero Ford no fue candidato y sin embargo cumple los requisitos de idiocia necesarios para ello.

Rumsfeld, Cheney y el presidente cometieron un gran error al justificar la guerra en Irak. Pusieron el énfasis en las armas de destrucción masiva. Nunca he dicho públicamente que cometieron un error, pero estaba totalmente convencido de que era un error la forma en la que ellos justificaron lo que iban a hacer. Puedo entender la teoría de querer liberar pueblos pero nunca apartándose de la obligación número uno, nuestro interés nacional. Y yo no creo que debamos ir con las penas del infierno por todo el globo liberando gente, a menos que esté directamente relacionado con nuestra propia seguridad nacional.

¿Se creería de verdad que la causa de la guerra de Irak fue la teoría de querer liberar pueblos?

Si es que con estos cabrones nunca se sabe: o son unos hipócritas o son unos gilipollas.

De nuevo en casita y por si había alguna duda de que el PP es un partido de ultraderecha formado por los hijos de los vencedores de la Guerra Civil, resentidos de que la Historia haya condenado moralmente a sus padres como hizo con otros criminales en todo el mundo, vuelven a dar la campanada impidiendo ayer (en Salamanca) en el pleno municipal, como solicitaba el grupo socialista, dejar sin efecto de forma simbólica el acta con la moción insultante y vejatoria que sirvió para arrojar al pensador (por Unamuno) del escaño para el que había sido elegido por los ciudadanos. (El País, 29/12/2006)

A mí Unamuno me pareció siempre un tipo esquinado y de mente seborreica que desaprovechó unas magníficas cualidades que le hubieran posibilitado convertirse en un gran literato para pasarse la vida refocilándose en una zahurda de grasientas dudas religiosas y existenciales. Pero era su vida. Con su pan se la comiera. Pero además fue un traidor a la razón y a la democracia, apoyando a los golpistas cuyo fracaso provocó la guerra civil, hasta que le tocaron un poco sus inciensados cojoncillos. Habían fusilado a sus amigos salmantinos Prieto Carrasco, Andrés y Manso, al alumno predilecto y rector de Granada Salvador Vila, en la cárcel estaban sus íntimos Filiberto Villalobos y el periodista José Sánchez Gómez, éste a la espera de ser fusilado, y en la mano tenía la carta con la amenaza de muerte al pastor protestante Atilano Coco. Ya le valía... ¿qué coño esperaba el impoluto rector de esos salvajes? Al final tuvo un rasgo de lucidez y de valentía y se enfrentó a ese saco de mierda bautizado que fue Millán Astray. Y lo destituyeron de rector y de concejal, cargos de los que debería haber dimitido él mismo por vergüenza.

Pero puede ser un acto simbólicamente válido el que se le restituya aquello a lo que nunca renunció y para lo que fue elegido democráticamente. Pero la carroña pepera no pasa ni una en lo tocante a defender la honra de sus criminales mayores.

Soledad Gallego-Díaz, tan lúcida como siempre, plantea en su artículo de ayer viernes en El País Preguntas que pueden marcar el siglo que la pregunta más importante que el mundo puede hacerse en el futuro más próximo es ¿Aceptará Estados Unidos, la mayor, y de momento, única, potencia del mundo, someterse a las reglas internacionales que ayudó a crear en los años cuarenta, y a la dinámica que esas reglas han provocado? ¿Se regirá la política por un entramado de tratados que garantice la existencia de un orden internacional? Y añade: En el fondo, es posible que la más auténtica alianza de civilizaciones fuera, sencillamente, la que se formara con la exigencia de respeto a esos tratados.

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