Memoria histórica y miseria moral (III)
El inmoderado culto que en esta ciudad se rinde a un personaje como Antonio Cruz Conde sólo es posible en el seno de una sociedad con la mirada seriamente mutilada. En los últimos tiempos se vienen escuchando muchas reclamaciones para que se le dedique una calle (cuando lo que tiene rotulado a su nombre es todo un barrio, el Parque Cruz Conde), se le homenajee convenientemente y se le conceda el título de mejor alcalde de Córdoba de todos los tiempos, fundación de Claudio Marcelo inclusive.
Un par de recientes libros absolutamente hagiográficos y sienes y sienes de artículos en la prensa local en los que predomina un inmoderado uso del incienso, completan un panorama que cualquier persona que rechace mirar más allá de la mera apariencia histórica no tendría más remedio que reverenciarlo de inmediato de la misma manera. Los dos libros han sido publicados con el fin de demostrar que la modernización de esta ciudad, anclada en una Edad Media, parece ser que ex nihilo, se debió únicamente a los faraónicos esfuerzos benefactores del que fuera alcalde de la ciudad, sucesor (alcaldía hereditaria) únicamente por méritos consanguíneos de su hermano Alfonso, desde 1951 a 1967. Uno de ellos se debe al periodista y esforzado erudo local Francisco Solano Márquez (La Córdoba de Antonio Cruz Conde) y el otro a Juan José Primo Jurado, un católico militante que ofició durante varios años de turiferario oficial del presidente de Cajasur, el cura Castillejo, de triste memoria entre los progresistas (reales o ficticios) cordobeses. El primero no me he dignado leerlo por falta de ganas, porque no me interesa la índole de su contenido y porque dejé de leer vidas de santos a los 13 años, pero el segundo titulado Antonio Cruz Conde y Córdoba: memoria de una gestión pública, sí. Pero he de confesar que por el motivo exclusivo de su prólogo, debido nada más y nada menos que a la alcaldesa electa de Córdoba por Izquierda Unida Rosa Aguilar. Lo leí cuando apareció y lo he vuelto a leer estos días. Y el horror me ha embargado esta segunda de la misma manera que lo hizo en la primera.
En esta ciudad hace tiempo que dejamos de asustarnos de los virajes ideológicos de nuestra alcaldesa, pero lo de la Aguilar en ese prólogo ha conseguido hacer rebosar el vaso de la soportabilidad en la falta de rigor histórico, de coherencia con lo que un político representa, de delirante untosidad cobista con los símbolos de una ideología desalmada que responde sólo al beneficio de los poderosos y de un inicuo entreguismo tan gratuito que entra de lleno en los terrenos de la crueldad pura y dura.
Comienza nuestra regidora poniéndose el parche con una preciosa declaración de democratismo: Hay en el mundo de la política una tentación que no comparto: negar el pan y la sal a quienes no piensan como uno mismo. Me he resistido siempre a esta práctica porque creo también que el reconocimiento de los valores desde el respeto hacia lo que cada uno piensa es necesario y justo.
Lo primero que rechina a la racionalidad más elemental es que la alcaldesa democráticamente elegida por los ciudadanos mediante unas elecciones libres fundadas en el uso de papaletas de voto en urnas de cristal introducidas y luego cuidadosamente contadas como mandan los cánones democráticos, coloque su legitimidad al mismo nivel que la de un individuo que accedió al poder tras participar en la organización de un golpe de estado fascista, colaborar en la conversión de su ciudad en un campo de exterminio donde se llevó a cabo un inenarrable genocidio de varios ceros a sangre fría (1) y el acceso a cargos de responsabilidad política en un gobierno totalitario de índole moral idéntica al nazi alemán sólo por su pertenencia a una dinastía de caciques locales que venían heredando cargos públicos desde el siglo XIX. Y a eso lo llama respetar a quien no piensa de la misma manera. Tiene nuestra alcaldesa una manera muy peculiar de entender las diferencias ideológicas. Reconocimiento de valores, dice. Ya te digo..., como diría el chuleta madrileño.
Pero lo más atroz viene después cuando seguidamente de considerar igualmente digna de respeto la ideología del alcalde falangista que la suya, pasa a declarar que lo que la une realmente a él, dos almas gemelas en un noble sentimiento, es su común AMOR POR CÓRDOBA. Como a Rosa Aguilar no se le conocen tendencias ni acusadas ni tímidas al sarcasmo habremos de pensar que no hay ni pizca de aquél en sus palabras. Por lo tanto habremos de colegir que son sinceras, que coloca su amor por Córdoba al mismo nivel que el de quien necesitó que le eliminaran 4.000 paisanos para consumarlo. Bueno, es una enorme manifestación del amor por parte de la alcaldesa no sólo a la ciudad, sino a todo el genero humano en general, genocidas y maltratadores de ciudades incluidos. A aquellos que amaron a España o a sus ciudades con ese enternecedor (y respetable, según Aguilar) amor de o mía o de nadie y que consiguieron domar su casquivania a base de brutales palizas.
Mire doña Rosa, miren señores adoradores del alcalde falangista. Eso que comunmente se llama guerra civil no fue más que el secuestro de todo un país por parte de una banda armada hasta los dientes y dispuesta a matar sin contemplaciones, como así hicieron a mansalva, a cualquiera que se resistiera lo más mínimo. Consistió en el descabezamiento (literal) de toda la intelectualidad de carrera o de mérito de este país y su sustitución por una panda de falangistas cruzados de correajes y armados con pistola cuyo únicas oposiciones o valores fueron los que le dieron el uso del gatillo fácil. Fue el fruto de un contubernio entre una burguesía feudal que no estaba dispuesta a ceder ni un milímetro de sus privilegios ancestrales, sus perros de presa, la casta militar africanista y la Santa Madre Iglesia que no estaba dispuesta a perder un ápice de su control sobre las conciencias de los españoles, seriamente contaminadas de racionalismo, liberalismo, democratismo, librepensamiento y otras enfermedades contagiosas del espíritu que empezaban a carcajearse sanamente y con fuerza de sus infumables supersticiones. La frase célebre del conde de Salina: que todo cambie para que todo siga igual, aquí, aquella triaca de poderosos, la convirtió en matar a todo dios para que todo permanezca lo mismo.
En el fondo es una cuestión de terminología: los Cruz Conde y todos los demás caciques, sus perros de presa como Franco, Mola, Queipo o Cascajo y los benditos curas llamaban España (o Córdoba) a sus privilegios, a los que desde luego prodigaban un excelso amor. Así que todo lo que pusiera en peligro a España era digno de eliminación.
La mutilación de la mirada hacia su reciente pasado que este país se autoinflige se debe al uso un prisma distorsionado artesanalmente que impide la contemplación del régimen franquista como equivalente moralmente al nazi y al fascista italiano y a los ejecutores del golpe y sus consecuencias posteriores como genocidas y criminales de guerra, de la misma calaña que los juzgados en el tribunal de Nüremberg. Cualquier europeo neutral con sus prismas perfectamente enfocados los ve así.
En cuanto a los supuestos o reales bienes que sobre esta ciudad derramó don Antonio no me voy a prodigar, pero desde luego la Córdoba que se encontró cuando llegó a la alcaldía se hallaba tan hundida en la miseria material y moral en la que él y los suyos la habían sumido tras la radical desinfección que cualquier cosa que hiciera no sólo era su obligación como dictadorzuelo de taifa, sino que resplandecería enormemente sobre la nada previa, en un momento además en que el bloqueo internacional se había levantado y se necesitaba un salto adelante en infraestructuras para justificar el saqueo a que sometían al país. Se le adjudica un pantano (supongo que sería del catálogo de los de Franco), un aeropuerto, la necesidad más perentoria, como todo el mundo sabe, para una ciudad sumida en la miseria, una avenida para realzar el puente que le regaló su suegro, el conde Vallellano, ministro fascista de Franco, al que dedicó la placa de su nombre y que no ha sido cambiada aún como dicta la ley, la kistchificación de algunas calles de la Judería para adecuarlas al gusto por el topicazo andaluzoide de moda en el momento, la falsificación de las murallas, dos hoteles de lujo (otra necesidad perentoria), un museo taurino, un concurso de cante flamenco. Y varias cosas más que el curioso puede encontrar en la Wikanda por ejemplo.
De todas formas sólo hay que acercarse a la segunda parte de las muy piadosas memorias del doctor Castilla del Pino (La Casa del Olivo) o a su célebre artículo de Triunfo Apresúrese a ver Córdoba para comprender en toda su dimensión en qué consistía ese amor por Córdoba tan cacareado por la burguesía fascista cordobesa. La conversión de tantos céntricos palacios centenarios en productivos terrenos edificables se llevó a cabo sin apenas disimulo con el exclusivo amor de su enriquecimiento. En ese artículo está la lista de arranques amorosos de Cruz Conde y sus secuaces.
Como las reglas de tres son las más fáciles de las operaciones comparativas podría decirse que por una de ellas Hitler fue el mejor gobernante que tuvo Alemania en su Historia porque creó miles de infraestructuras e instauró las vacaciones pagadas para los nobles obreros alemanes (arios, claro) y Franco un gobernante supermegaguay y un estratega económico del copón porque en los años 60 consiguió el despegue de la economía mediante sus impresionantes Planes de Desarrollo.
A ver si vemos pronto a Rosa Aguilar pasarse de una vez al PSOE, donde tendrá más oportunidades de seguir agarrada a la teta del poder desbarrando a gusto o bien se postula como nueva presidenta del CÓRDOBA CLUB DE FÚTBOL, un puesto que le permitiría hacer declaraciones mucho más lisérgicas de las que viene haciendo hasta ahora sin que nadie se lo tuviera en cuenta.
(1) He de añadir por amor a la verdad lo que cuenta Castilla del Pino en sus memorias (pg. 112 de La Casa del Olivo), que en un momento indeterminado del genocidio cordobés, en pleno otoño del 36, dos miembros de la familia Cruz Conde visitaron a Queipo de Llano, de visita en Córdoba, para denunciar la brutal represión del carnicero teniente coronel de la Guardia Civil don Bruno y que Queipo montó en cólera porque se atrevieran a criticar a su delegado. ¡Se estaban pasando con el genocidio y corrían el peligro de quedarse sin nadie a quien gobernar cuando acabaran las purgas! (VOLVER)
MEMORIA HISTÓRICA Y MISERIA MORAL (I)
MEMORIA HISTÓRICA Y MISERIA MORAL (II)
9 comentarios:
Ay Manuel, ya lo dijo San Pablo (creo): Ama y haz lo que quieras. Y es que el amor justifica todo, ¿o no?
Ah y eso de que Hitler y Franco han sido los mejores gobernantes de Alemania y España no es algo que suene tan descabellado en según que oídos. Un saludo.
Muy interesante, me ha gustado este articulo dividido en tres partes, son cosas de las que no se suele hablar.
saludos
Magníficas las tres entregas Manuel, me da rabia que tus artículos no lleguen a todos los que deberían de llegar. Saludos maestro.
Menos coba, lamalgama, y más decirme qué te pareció la "mercancía" que te pasé en aquella lisérgica azotea...
Gran colofón para una trilogía que debería ser de lectura obligada, al menos, en los institutos de la ciudad.
Un abrazo, Manuel.
Chsssssss, tranquilo Manuel, en breves tendrás mi opinión, entre unas cosas y otras he tenido poco tiempo para dedicar a la lectura, pero eso se acabó, ya mismito le dedico la entrada que se merece, o al menos te dejo por aquí mi opinión.
Un besito, saleroso, e imagino que aún quedará una cuarta entrega ¿no?
Hay una pregunta obligada: ¿qué hubiera hecho el gobierno del Frente Popular en Córdoba, comandado por el cartero Manuel Sánchez-Badajoz?
El País recoge un reportaje el 21 de abril de 2006 que indaga levemente en este asunto:
http://www.elpais.com/articulo/andalucia/unico/alcalde/socialista/Cordoba/elpepiautand/20060421elpand_30/Tes
Como se puede observar, en su programa había propuestas para municipalizar la empresa de aguas, rebajar el precio del consumo de electricidad e imponer la transparencia en la gestión del presupuesto público, combatiendo así el agujero presupuestario que con irregularidades habían dejado los Cruz Conde. ¿Qué hace entonces tan especial la "gran labor" de Cruz Conde, su "inifinita pasión" por las obras públicas y la reforma urbana, si no es que su familia mantenía buenos negocios con los acreedores del municipio, si la modernización que promovía tenía como fin la destructiva racionalización capitalista -a lo Weber-, aunque para ello -o precisamente por ello- hubiera que pasar por encima de siete mil cadáveres y de la habitabilidad urbana de las clases populares (una labor que setenta años después queda aún por hacer)? Alguno podrá decir que sobre el programa del Frente Popular nada se puede decir si no se cumplió. Y es verdad: nunca sabremos si hubiera habido un saneamiento de las cuentas, si la municipalización de las aguas y la intervención en el mercado local de electricidad hubiera mejorado las condiciones de vida de los cordobeses... porque sus promotores fueron ejecutados cuando llevaban cuatro meses al frente del gobierno.
Sobre Garaudy, sin entrar a debatir su legado intelectual (no he pasado de la polémica setentera de humanismo-antihumanismo): ¿qué hay de malo en ser antisionista?
Yo siempre recomiendo la excelente entrevista que Manuel Talens hizo al jazzista (sociológicamente judío) Gilad Atzmon: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24333
Ante todo gracias, amigo Duarte, por el enlace a la entrevista a Gilad Atzmon que no conocía. Sólo he leído un trozo y me ha parecido soberbia. La imprimiré para leerla más despacio.
En cuanto a lo de Garaudy, la tinta negativa no está tanto en el término antisionista (cosa que yo también me declaro) sino en el de negacionista. Podría haber escrito "negacionista del Holocausto", pero creo que los antisionistas también tenemos que reconocer a los muchos que lo son, pero que además usan argumentos monstruosos. El mudable filósofo fue condenado por un tribunal parisino a 9 meses de prisión y 120.000 francos de multa por Negación de Crímenes contra la Humanidad e Incitación al Odio Racial por su libro “Los mitos fundadores del estado de Israel” en el que afirmaba que las cámaras de gas y el Holocausto eran únicamente propaganda sionista y no ocurrieron realmente.
Mi concepción de la censura tiene un techo más alto y no me pareció bien la condena, que en todo caso debía haber estado dirigido a la estupidez del opinador. Pero hay una índole perversa en esa afirmación perfectamente comparable con la de quienes en España niegan los crímenes fascistas, con la diferencia de que aquí quedan impunes.
Si picas en el nombre de Garaudy de mi entrada accederás a una carta enviada por mí al diario Córdoba y que no fue publicada en contestación a un arqueólogo que se felicitaba por los premios que la Junta de Andalucía había concedido al veleidoso polemista francés.
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