(del laberinto al treinta)


miércoles, 2 de enero de 2008

Julien Gracq, el último insobornable

He dejado pasar los últimos días del año sin comentar un azar que he sufrido y gozado a partes iguales. Uno de los libros que me llevé para leer en India fue El Mar de las Sirtes de Julien Gracq, un texto al que vuelvo irremediablente una y otra vez, para poder habitar temporalmente en su arquitectura de vibrantes imágenes y palabras exactas. Con pocos textos disfruto tanto del lenguaje como con éste. Y me encanta descubrirme en ocasiones olvidado del argumento mismo, de la anécdota que esté contando y detenido maravillado en la urdimbre magistral de una idea, en la fascinación por una imagen perfectamente cincelada. Además, para mí es ideal llevar su espíritu a punta de imaginación para visitar castillos, palacios semiabandonados o ruinas recientes.

Así, llevaba muchas imágenes del Almirantazgo de las Sirtes de la República de Orsenna cuando visité uno de los palacios que más me gustan de India: el de Amber, en las afueras de Jaipur. Y me descubrí como el febril Aldo recorriendo los corredores desolados, las hondas estancias vacías donde una vez quizás habitaran mapas, asomándome a las troneras rebajadas de servicio o descansando en los oníricos pabellones de los patios ciegos. Respirando la matriz de la decadencia, el fantasma de un mundo perdido sin remedio.

Como no lo terminé en el viaje lo retomé hace unos días porque no quería dejarlo a medias. Acababa de leer el relato del entierro del viejo Carlo cuando me llegó la noticia de la muerte de Julien Gracq. Y me ví asistiendo mentalmente al suyo propio en el viejo cementerio a orillas del inquietante mar violáceo, en medio del crudo invierno de las Sirtes.

No sólo se le considera un escritor secreto, sino insobornable. Su rechazo del premio Goncourt en 1951 por pura consecuencia con su denuncia del circo literario francés y su declaración de asumir un único e inviolable compromiso con la lengua, probablemente condicionó que a nadie se le ocurriera proponerlo para el Nobel que hubiera ganado fácilmente. Yo seguiré homenajeándolo frecuentemente, cada vez que vuelva a leer las nítidas palabras:



Pertenezco a una de las más antiguas familias de Orsenna...



3 comentarios:

maty dijo...

Creo que esta anotación del maestro Juan Pedro Quiñonero será de tu interés.

Una temporada en el infierno Gracq. Desde los acantilados de la Loire 24.12.2007

PD: tu bitácora está en mis seguimientos diarios de sumarios RSS desde hace unos pocos días. Siéntase escrutado y bajo vigilancia continua ;-)

Miroslav Panciutti dijo...

No conocía (ni he leído, por supuesto) a Julien Gracq. Tras tu post, el que enlaza maty y algo que he buscado por la Red, paso a apuntármelo. Gracias por la recomendación y, por supuesto, feliz año.

harazem dijo...

Bueno, amigo Maty, me alegro de ser escrutado de esa manera, señal de que me lees, que para eso escribo. Tu interesante página está siendo así mismo escrutada por mí mismo. Ya te contaré mis impresiones.

En cuanto a mi ya casi viejo amigo Miroslav estoy seguro, por el estilo de tus relatos, de que sabrás apreciar la recomendación de leer a Gracq.

Un saludo a todos